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Dejan a 2 hombres asesinados a balazos en una camioneta en Juchitán
MÉXICO, DF, 02 de octubre de 2014.- Marissa estaba desesperada. Aún tenía fe en que el cuerpo que estaba a punto de ver no fuera el de su esposo, Julio César Mondragón. Antes de pasar al anfiteatro del Servicio Médico Forense de Chilpancingo la detuvieron: ¿está segura que quiere pasar?
De acuerdo a lo publicado por MILENIO, los forenses repetían la pregunta porque lo que le había pasado a Julio César era terrible. “¿Está segura que quiere verlo?”, “tiene que ser muy fuerte”, insistían.
“Pues… pasé”, dice Marissa Mendoza. La esposa del normalista apenas podía contener el dolor que le rompía la voz. “Jamás nos dijeron que Julio César había sido encontrado así, en ese estado….fue desollado”.
La única explicación que ella encuentra es la tortura.
Era sábado en la mañana cuando Marissa, de 24 años, escuchó el nombre de su esposo en los noticieros. Julio César Mondragón era uno de los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa muerto en una balacera en Iguala. Marissa estaba en la ciudad de México.
No había hablado con su esposo en varios días porque había perdido su teléfono celular. Intentó hablar con sus compañeros normalistas, pero nadie le decía nada, así que el domingo viajó a la Normal de Ayotzinapan.
Aunque sólo gozó a su hija dos meses, Julio César siempre fue un padre cariñoso. “Cuando estaba embarazada, le daba muchos besitos a mi vientre, me abrazaba. Deseábamos tanto que ya naciera para que estuviéramos con ella”, cuenta Marissa.
Al llegar a la Normal de Ayotzinapa, los estudiantes que viajaban en el camión con su esposo le contaron lo que había pasado durante la balacera.”Me dijeron que fueron a una actividad y que ya venían de regreso cuando los interceptaron unas patrullas. Y que los chavos se bajaron amablemente diciéndoles que por favor les permitieran el paso, entonces los policías comenzaron a dispararles. Sin ninguna razón”.
Los mismos compañeros de Julio César le recomendaron a Marissa que fuera al Semefo a reconocer el cuerpo de su esposo.
“Sentí mucha tristeza de que ya no volvería a ver a Julio César y se me vinieron muchas imágenes, así como si yo hubiera estado con él en el momento en que le hicieron eso, de que le quitaron la cara completa, vivo, torturándolo de la manera más cruel, porque ni siquiera tenía impacto de bala, solamente tenía muchos golpes, en la parte del pecho, la cintura, la manos”, dijo.
Marissa no sabe quién mató a su esposo ni por qué ni cuándo dejará de quemarle el pecho el dolor de haberlo perdido. Ahora sólo le queda su pequeña hija de dos meses, Melissa, que tiene la cara de Julio César. Ella es “él único recuerdo que tengo de él”.
Lee la historia completa: http://bit.ly/1CHqKb2