
Dejan cuerpo descuartizado en una bolsa en pueblo de Atlixtac
CHILPANCINGO, Gro., 23 de septiembre de 2015.- Roberta Evangelista Hernández tiene 41 años y un hueco en el alma. Su hijo, David Josué García Evangelista, El Zurdito, murió a la edad de 14 años víctima de las balas.
Su nombre es casi desconocido, a pesar de que fue víctima de la tragedia de Iguala, el ataque perpetrado por policías municipales y sicarios del cártel Guerreros Unidos. El crimen que horrorizó al mundo entero.
El caso de El Zurdito, el pequeño que soñaba con ser una estrella de futbol, quedó casi en el anonimato, aplastado por el peso del número 43, tras la sombra de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa que desaparecieron esa noche y de quienes aún se desconoce su paradero.
Víctor Manuel Lugo Ortiz es otro nombre olvidado. Él también murió esa noche violenta. Tenía 50 años, manejaba el autobús del equipo de futbol Los Avispones y de cariño le apodaban Barcel.
A casi un año del asesinato impune de El Zurdito y Barcel, los padres de familia de Los Avispones piden dos cosas: justicia y que la historia de “los olvidados” sea contada.
Este miércoles, Roberta Evangelista Hernández leyó una carta abierta a la sociedad, con la intención de dar voz a su hijo El Zurdito y a los adolescentes que viajaban con él y fueron testigos del horror.
“Qué difícil es crecer y ver el mundo del tamaño en que en realidad es (…). Qué difícil es ver la sombra de la muerte tan cerca de nosotros y que no deja de colocar su sombra sobre los niños, mujeres y hombres en Guerrero. Qué extraño es que los homicidas hayan escapado, ¿y con permiso de quién?”, leyó la mujer mientras contenía las lágrimas.
Habló de triunfo del equipo en la cancha de fútbol y de la noche que se volvió un infierno: “Lo último que hicimos como equipo no fue celebrar, sino sentir pánico, terror, miedo, incapaces de repeler las balas, armados con balones, con uniformes sucios por la justa deportiva (…) no pudimos protegernos, corrimos (…) porque nuestras madres no lloraran, corrimos no por un balón, sino por una vida, nuestra vida”.
Con la voz entrecortada, con un nudo en la garganta y los ojos rasos de llanto, la madre de El Zurdito recriminó que a un año de distancia, las familias de las víctimas aún no tengan respuestas.
En la carta pública, criticó el “circo” que armaron funcionarios, políticos y partidos en su afán de “salir menos manchados” y lavar cualquier culpa o responsabilidad que hayan tenido en la masacre de Iguala.
En otro caso, dijo, hay quienes han buscado “ser protagonistas” y lucrar con la tragedia que enlutó a todo el país.
Doña Roberta recriminó que nadie supiera que “en Guerrero existía una crisis social por causa de la delincuencia” ni que “las mafias controlaban al gobierno”.
Dando voz a su hijo fallecido, la mujer lanzó una pregunta: “¿Qué hacemos? (…) si ni el deporte, ni la academia, ni la cultura nos alejan de esos perversos seres”.
Por ello, dijo, es que se decidieron a dar un mensaje al mundo a través de la carta pública en la que piden paz, justicia y castigo a todos los involucrados en la tragedia de Iguala.
“Permítannos que forjemos un futuro lejos de las balas, déjennos jugar, déjennos estudiar, déjennos desarrollarnos como ciudadanos modelo (…), dejen que crezcan guerrerenses que un día cuenten como un muchacho se convirtió en mártir en lugar de ser futbolista”, siguió doña Roberta en la lectura de la carta, tal como si la leyera su hijo fallecido.
Después, lanzó otro mensaje: “Dejen que se cuente esta historia, donde todos entendamos la seriedad de lo que sucedió (…). Todos somos el avispón caído, todos somos los chicos de Ayotzinapa desaparecidos, todos somos Iguala y sus difuntos, todos somos Guerrero, todos queremos paz”.
En la lectura, la madre de El Zurdito aseguró que los padres de familia y los futbolistas sobrevivientes “darán la lucha” para “que no mueran del todo” y sigan siempre juntos como equipo.