Regresan guerrerenses tras laborar 6 meses en campos agrícolas en Jalisco
CHILPANCINGO, Gro., 15 de julio de 2014.- Un estudio de la Facultad de Psicología de la UNAM que tomó como muestra la secundaria Caritino Maldonado, situada en el puerto de Acapulco, reveló que la violencia se metió hacia las aulas. Alumnos de tercer grado cobraban derecho de piso a sus compañeros de primero.
Los maestros que ignoraban “de que clase de gente podrían ser hijos”, no sancionaron ni castigaron, por el contrario, decidieron no reprobarlos.
Los alumnos agredidos perdieron toda la confianza en sí mismos y tenían problemas para establecer cualquier tipo de relación. De acuerdo al estudio, el tejido social estaba completamente roto y en su lugar había sido remplazado por “lazos sociales de carácter perverso”.
Un test de identificación había demostrado que entre las figuras más admiradas por los alumnos se hallaban los marinos, los miembros del Ejército, los médicos y los sicarios, de acuerdo a información publicada en Notimundo.
La secundaria reproducía el modelo social existente en la colonia Progreso, uno de los barrios de mayor riesgo de Acapulco y la cual regularmente supera los índices de violencia registrados en el resto de las colonias conflictivas del país.
La Subsecretaría de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Gobernación la ha incluido entre los puntos de mayor riesgo, no solo de Acapulco, sino de la república.
En esa zona, el secuestro, el narcomenudeo y la extorsión se viven a diario, además de que hay una lucha a muerte entre los grupos criminales que emergieron tras la caída de Arturo Beltrán: La Barredora y el Cártel Independiente de Acapulco.
En agosto del año pasado, la Facultad de Psicología de la UNAM echó a andar un proyecto piloto de investigación en la colonia Progreso.
El objetivo era atender al sector más vulnerable en climas de violencia: los adolescentes tempranos. “La intención era averiguar si era posible sustituir el tejido perverso por otro más solidario, más amigable”, explica la doctora Berta Blum, responsable del proyecto.
Un grupo de investigadores se trasladó al puerto. Su informe indica que el ambiente de paranoia que se vivía en la escuela los contagió.
Aquellos niños de entre 11 y 15 años habían vivido historias inimaginables. Al padre de un alumno lo habían quemado vivo en un camión. A otro lo habían descuartizado frente a los ojos de su hija, una alumna de segundo grado. Una profesora “levantada” logró salvarse sólo porque su secuestrador la reconoció: el año anterior había aprobado al hijo de éste.
Los investigadores rindieron un reporte desolador que puede ajustarse a cientos de secundarias del país. La autoestima de los maestros estaba por los suelos. Muchos habían sido amenazados por los padres. Ninguno se atrevía a castigar, a poner límites.
Los padres declaraban su angustia cotidiana: nadie sabía si volvería con vida a su casa. A esto se agregaba la violencia intrafamiliar, una de las epidemias de la colonia Progreso.
Después de 6 meses, el tejido social fue notablemente reconstruido con las estrategias y modelos de cooperación y solidaridad que permitieron que los alumnos se dieran cuenta de los problemas de sus compañeros y así formaran grupos en base en sus coincidencias.
El estudio de la UNAM revela lo que viven los adolescentes de las ciudades más violentas de México. De acuerdo con Blum, todavía es posible suturar.