Protesta Cipog-ez en Chilpancingo; exige obras y justicia por crímenes
CHILPANCINGO, Gro., 14 de abril de 2015.- Nadie sabe cuántos hombres murieron el 30 de marzo de 2014 en San Juan del Reparo. Algunos dicen que siete, pero se rumora que son más. Nadie lo sabe.
Lo cierto es que la muerte camina por las calles del pueblo y espera, paciente, bajo la sombra de la cancha techada, frente a la comisaría.
El sol arde al medio día y el viento arrastra grandes cantidades de polvo. El ambiente es tenso. La muerte ronda por el lugar, se respira, se presiente. Dos grupos rivales mantienen sus armas con el tiro arriba, a 50 metros de distancia el uno del otro.
Desde el 30 de marzo se abrieron las puertas del infierno en San Juan del Reparo, un poblado de apenas 2 mil habitantes en el municipio de Juan R. Escudero.
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El 25 de marzo de 2013, un grupo del crimen organizado asesinó a balazos a Guadalupe Quiñonez Carbajal, quien se desempeñaba como comandante de la Policía Ciudadana (PC), de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG). Su cuerpo fue hallado al día siguiente en Tierra Colorada, cabecera municipal de Juan R. Escudero.
Este homicidio fue el detonante para que la UPOEG ingresara a Tierra Colorada y tomara en sus manos la seguridad del municipio. En menos de un año, los comunitarios erradicaron por completo a la delincuencia organizada.
Un año después, el 26 de marzo de 2014, la población de Juan R. Escudero y centenares de policías ciudadanos de la UPOEG marcharon en Tierra Colorada, para conmemorar su ingreso al municipio y recordar al comandante Quiñones.
Este año no hubo desfile, ni fiesta popular, ni conmemoración. La UPOEG se fracturó y el grupo disidente integró una autodefensa, bajo el nombre de Frente Unido por la Seguridad y el Desarrollo del Estado de Guerrero (FUSDEG).
Juan Quiñones Hernández, el padre del comunitario asesinado, no quiso que la fecha pasara desapercibida.
El 30 de marzo organizó una reunión para recordar a su hijo; el encuentro estaba previsto para las 9 de la noche, le daría de cenar a los comunitarios de la UPOEG y a la gente del pueblo y además, discutirían algunos temas en asamblea popular.
Don Juan nunca pensó que la fiesta en memoria de su hijo se convertiría en una noche de terror en la que perdería todo.
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La casa de la familia Quiñones Carbajal se distingue, no sólo por el azul brillante de sus paredes, sino también por los impactos de bala en las puertas, las ventanas y los muros.
Juan Quiñones, de 73 años, anda con paso firme y veloz, pero de repente inclina el cuerpo y se abraza las costillas. Le duele, pero no se queja.
“Mire, ahí está un impacto y mire allá, hay otro, también en la ventana y en la olla de la comida”, señala con el dedo índice mientras camina hacia la cocina rústica, consistente en ollas de barro, fogones de leña y una mesa de madera. Su esposa lo sigue de cerca, pero detrás, prudente, sin emitir comentario.
“Ese día yo invité a la gente a una reunión porque era el aniversario de mi hijo, pensé en darles de comer aunque sea. Yo nunca me imaginé que vinieran los del FUSDEG a tratar de matarnos”, relató don Juan.
Ese día, el FUSDEG también organizó una reunión en la cancha techada de San Juan del Reparo, a las 4 de la tarde; la asamblea de la UPOEG, convocada por Juan Quiñones, sería hasta las 9 de la noche en el mismo lugar.
A las 9 de la mañana, Don Juan prestó su camioneta para que un grupo de comunitarios de la UPOEG fuera al crucero, sobre la carretera federal, a esperar a la perredista Nelly Pastrana Santaella, promotora de la organización.
El policía ciudadano Naín Ponciano Calvario fue uno de los que acudieron a recibir a Nelly Pastrana.
El comunitario relató que después de que llegó la perredista, también llegaron algunas camionetas pintadas de camuflaje tipo militar y rotuladas con las siglas FUSDEG. En ellas iban los autodefensas, armados con rifles de uso exclusivo del ejército.
Nelly Pastrana grabó un video con su celular, el cual fue difundido por la UPOEG, en el que se observa el momento en que llegan los autodefensas del FUSDEG y se confirma el armamento prohibido y las camionetas de lujo en que viajaban. En el video incluso se escucha la voz de la perredista: “Pásenle compañeros, bienvenidos”, les dice.
“Ellos se bajaron y nos rodearon, como éramos poquitos y traían armas buenas, traían cuernos de chivo y R15, después llegó la Policía Federal”, contó Naín Ponciano.
Pero el comandante de la Federal se dirigió directamente con el líder del FUSDEG, un hombre al que sólo identificaron como “Chava”.
“Sólo te pido que no los jalonees mucho”, le habría dicho el federal al comandante del FUSDEG según relataron varios testigos, en referencia al posible enfrentamiento que se avecinaba.
La UPOEG mantuvo el punto de revisión en el crucero y tiempo después pasó una urvan con 18 hombres armados, con uniforme del FUSDEG.
La UPOEG detuvo la urvan porque les pareció sospechosa, ya que estaba rotulada con el nombre de Mohoneras, un poblado perteneciente al municipio de Chilpancingo.
“Nosotros no les permitimos el paso porque Mohoneras no pertenece a nuestro muicipio. Se bajaron se la urvan y se sentaron en la banqueta, los desarmamos e hicimos una relación de las armas que traían, para guardarlas y entregarlas después. Ellos nos dijeron que no sabían ni a lo que venían. El chofer de la urvan dijo que andaba de vacaciones, que no pertenecía al FUSDEG y que nada más lo habían invitado a una reunión. Los traían engañados”, comentó el comunitario Naín Ponciano.
Los autodefensas del FUSDEG que ya se encontraban en la reunión de San Juan del Reparo se enteraron de que la UPOEG había retenido a la urvan en la que viajaban sus compañeros, por lo que se movilizaron al entronque para tratar de liberarlos.
“Llegaron cinco camionetas del FUSDEG. Traían puro cuerno de chivo y para que no pasara nada nosotros pusimos a los retenidos del FUSDEG adelante, para que sus propios compañeros no nos fueran a disparar, pero a ellos no les importaron sus compañeros y comenzaron a tirar por encima de ellos. Hubo muertos de ellos y dos de nosotros, uno de Chacalapa y otro de Las Mesas”, recuerda Naín. No supieron cuántos del FUSDEG cayeron.
“De ellos no los pudimos contar, pero sí tuvieron más muertos de gente que traían pagada de otros lados. Pero esos muertos ellos no los reportaron, a esos no los presentaron porque no pertenecen a su organización”, asegura el comunitario de la UPOEG.
Los policías ciudadanos, que eran menos que el FUSDEG, se retiraron hacia Chacalapa. Después volvieron para dirigirse hacia San Juan del Reparo, pero los autodefensas del FUSDEG los esperaron en el crucero y los recibieron a tiros.
“Lo que hicimos con el comisario de Chacalapa fue salirnos de la camioneta porque le dieron un balazo en la llanta y la poncharon. Entonces nos lanzamos a correr hacia el monte. Otra vez hubo muertos. De nosotros hirieron a un compañero que todavía sigue en el hospital”, relata.
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A las 9 de la noche se abrió el infierno en San Juan del Reparo. Varios pobladores ya habían llegado a la cancha techada del centro del pueblo, frente a la comisaría, para acompañar a Juan Quiñones en el segundo aniversario luctuoso de su hijo.
“Ya estaban sirviendo la cena”, recuerda don Juan, “seguía llegando la gente, había unas 100 personas”.
Él estaba en la casa, ayudando a las mujeres que servían la cena. Fue entonces que irrumpieron las camionetas del FUSDEG. “Traían gente del 30, de otros lados, según para que nos mataran a todos”, recuerda don Juan. También escuchó como el comisario del pueblo, Omar Santiago Salmerón, dio la orden al FUSDEG de desarmar a todos los comunitarios de la UPOEG.
Fue entonces que comenzaron los balazos. El FUSDEG disparó contra la comandancia de la UPOEG y contra la casa de Juan Quiñones. Doce días después, aún hay casquillos tirados en la calle y en las casas. Son calibre .45 ACP (Automatic Colt Pistol), de uso exclusivo del Ejército.
Después, los autodefensas del FUSDEG detuvieron a 12 mujeres, las amagaron con los rifles de alto poder y las encerraron en la comisaría. Por un momento amenazaron con llevárselas, pero finalmente decidieron dejarlas ahí, sólo se llevaron a una.
“Dispararon sobre los civiles y sobre su misma gente. Nosotros estábamos adentro de la casa y los balazos se oían por todos lados. Entonces entraron a la casa y nosotros decidimos entregarnos, porque ya habían agarrado a las mujeres y las estaban golpeando con las pistolas. Por eso nos entregamos, para que no les hicieran nada a ellas”, cuenta don Juan Quiñones.
A él y a otros 44 hombres, entre pobladores de San Juan del Reparo y comunitarios de la UPOEG, los llevaron a la comandancia del FUSDEG en Tierra Colorada.
“Nos llevaban amarrados, nos jalaron de los pies para que cayéramos de la camioneta, nos golpearon, nos tiraron en la tierra, así en montón y nos rociaron con algo, yo creo que era agua, pero nos decían que era gasolina y que nos iban a quemar vivos. Después nos metieron a unos cuartos y nos encerraron, pero estábamos muy golpeados, a uno de Chamizal lo golpearon tanto que ya no reaccionaba, les dijimos que se estaba muriendo, que lo llevaran a un hospital, pero no nos hicieron caso hasta el otro día, casi hasta el mediodía. Él ya no podía hablar ni ver por los golpes. El comisario de Petaquillas, un gordito, nos decía que nos iban a matar”, relata don Juan.
“Yo lo saqué cargando como niño chiquito, se quejaba como becerro. Era uno del Chamizal”, comentó un joven de Tierra Colorada que en esos momentos estaba detenido por el FUSDEG y fue testigo de la golpiza que le dieron a los 44. “Los golpearon a culatazos con los cuernos de chivo”.
Días después los liberaron, previa negociación de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos (Coddehum), a cargo del ombudsman Ramón Navarrete Magdaleno.
Antes, el FUSDEG obligó a los detenidos a firmar un documento en el que se comprometían a dar la espalda a la UPOEG e integrarse con ellos.
“La mera verdad sí firmamos para que nos dejaran ir, pero no vamos a irnos con ellos”, sostiene don Juan, quien afirma que, a pesar de haber perdido a un hijo por trabajar con la UPOEG, todo ha valido la pena.
“Yo digo que sí valió la pena, porque Tierra Colorada se liberó de la delincuencia, también fuimos a liberar a Xaltianguis, al Ocotito, Mazatlán. Nosotros allá anduvimos todo eso. Es muy triste que ahora nos paguen de esta forma”, lamenta Juan Quiñones mientras se limpia las lágrimas. “Pero yo no tengo miedo, porque ya andamos en esto y no nos podemos salir. Si nos salimos nos matan”, advierte.
A doce días de la lluvia de balas, en San Juan del Reparo aún ronda la muerte. El FUSDEG se instaló en el pueblo, a unos metros de la comandancia de la UPOEG, casi frente a la casa de don Juan Quiñones. Su esposa, Margarita Carbajal Valadez, llora cuando los mira. “Tengo miedo”, reconoce.
Las armas listas, el tiro arriba. Dos grupos armados en el mismo pueblo, a unos pasos de distancia. La muerte camina en San Juan del Reparo.