Teléfono rojo/José Ureña
Peña Nieto, el negro de feria
Al presidente Enrique Peña Nieto, y al PRI, su partido, les está lloviendo sobre mojado. “Cuando no es Juana es Chana”, y esa lluvia, ácida, como si hubiese subseguido a una detonación nuclear, lo ha mermado, cuando menos en la aceptación popular…y en su credibilidad.
Todo empezó cuando en las redes sociales – el quinto poder, que amenaza ascender al cuarto- una de las hijas del entonces candidato tildó de “nacos” o algo por el estilo a los que no apoyaban las aspiraciones presidenciales de su padre. De niña tonta y rica no la bajaron los críticos acerbos, y los tuiteros y feisbuqueros pagados por los partidos de oposición y los poderes fácticos para hacer de Enrique Peña Nieto el negro de feria al que hay que destrozarle la cara a pelotazos.
Don Enrique, cierto, no es un hombre de gran cultura, como no lo han sido algunos de los mandatarios mexicanos que lo antecedieron. Álvaro Obregón era autodidacta, un gran memorista, y gustaba de comer y tomar café con intelectuales. “Mucho tengo que aprender de ellos”, dicen que comentaba con sus allegados. Como Secretario de Educación Pública del “manco”, José Vasconcelos, el Maestro de América, inundó el país con sus ediciones de los clásicos griegos y latinos, que fueron repartidas a lo largo y a lo ancho del territorio nacional. Los muros de las oficinas públicas e instalaciones universitarias fueron pintados por los grandes artistas nacionales…Empero, Enrique Peña Nieto, el actual presidente, ha soslayado la cultura, pues le falta la chispa de un Adolfo López Mateos que hizo del teatro clásico la portada honrosa del Instituto Mexicano del Seguro Social, o de un José López Portillo, hombre frívolo pero de una cultura extraordinaria, cuyo primer secretario de Gobernación, José Reyes Heroles, que escribió una obra gigantesca sobre el liberalismo mexicano del siglo 19, esplendía…y por si fuera poco fue el autor de la Reforma Política que llevó a las cámaras a los representantes de las izquierdas extremistas y moderadas, logrando así la distensión de un país que unos cuantos años antes era una olla de vapor a un punto de explotar.
A Pela Nieto no le ha ido muy bien con sus reformas, pero donde le ha ido muy mal, es en el pleito que tiene con un sector muy importante de los ricos mexicanos, como Carlos Slim Domit. Estos, están bajo sospecha de ser quienes pagan cierto movimiento dizque social y que no tiene otro fin que desestabilizar al país. No le ha ido muy bien por sus colaboradores, que ostentan títulos universitarios, maestrías y doctorados pero que en la práctica no funcionan. La prueba de esto es el estado desastroso de la economía nacional.
La llamada “Casa Blanca”, significó el derrumbe. Una enorme mansión, que sin ser el antiguo palacio de Mustafá Atartuk en Estambul, su lujo y costo ofende a la pobreza extrema de más de cincuenta millones de mexicanos.
Ahora, con el indiscutible plagio de gran parte de su tesis de licenciatura, la lluvia, ácida, como en líneas superiores comentamos, sigue cayendo sobre mojado sobre la figura presidencial. ¿Qué puede hacer Enrique Peña Nieto? ¿Pedir perdón otra vez? ¡¿Quién lo sabe?!
Hay que esperar a secarse, y evitar un resfriado que mal pudiera convertirse en pulmonía. Reconocer los errores cometidos, ¿y por qué no?, arreglar sus diferencias con Carlos Slim, pues como lo estamos viendo, Televisa sólo es un escudete endeble incapaz de defender “a su presidente”.