Teléfono rojo
Hacia adelante
Enrique Peña Nieto es el presidente de México con menor aceptación desde que se dan a conocer dichos sondeos de opinión, no obstante haber triunfado en las pasadas elecciones presidenciales con la suficiente ventaja sobre Andrés Manuel López Obrador como para que este pidiera un conteo voto por voto y se desgañitara protestando por un supuesto fraude, aunque el proceso electoral, como es costumbre en México, se manchara con esas prácticas antidemocráticas que son nocivas en los partidos políticos, nocividad que hace deleznable el sistema político-electoral, que está urgido de una reforma de fondo, que empiece con la disminución del número de legisladores, pase por el recorte de las “prerrogativas de ley” de los partidos políticos y concluya con la instauración de la segunda vuelta, al menos, en las elecciones presidenciales.
Peña Nieto perdió popularidad y aceptación cuando la mayoría de los mexicanos corroboraron la escasa cultura del mexiquense y se enteraron por los medios impresos y electrónicos, aún libres, del montaje de Televisa que hizo posible su candidatura: la boda con Angélica Rivera, actriz de televisión para dar ambiente de una gran historia de amor, que hiciera de la “pareja presidencial” una telenovela con tintes imperiales, algo así como Francisco José e Isabel de Baviera (Sissi).
Empero, la “Sissi mexicana”adquirió una residencia fastuosa, “La casa blanca”. El vendedor, resultó un constructor que trabajó con su esposo cuando este gobernó el Estado de México.
Angélica Rivera declaró que compró la residencia con lo que Televisa le pagó como liquidación de su contrato. Los ecos de las carcajadas retumban aun a lo largo y a lo ancho de nuestro país. Cierto, la operación de compra-venta se canceló, pero de allí brotó como géiser la poca aceptación y popularidad de Peña Nieto y de allí, también, la pérdida del raiting de los noticiarios de Televisa.
La segunda vuelta en las elecciones presidenciales daría mayor consistencia al sistema político mexicano, fortalecería nuestra democracia, y haría de los partidos políticos menores la fuente del voto útil.
Francia, con el reciente triunfo electoral de Emmanuel Macron nos dio una forma de atisbar confusamente y de forma imprecisa el futuro electoral mexicano. Cuando se abra la ostra de una reforma, lo veremos con claridad. México es un país que requiere de una renovación general. Nos hemos quedado a la zaga y hay que acelerar el paso para colocarnos como punteros en la carrera de la modernización. Estamos en el siglo XXI, en un tercer milenio que no arrancará en México hasta que los mexicanos veamos hacia adelante y con el ánimo alto de cambiar el estado de cosas.