México ante su mayor amenaza
El fantasma de Venezuela
El domingo venezolano mostró la triste realidad de una sociedad dividida, enfrentada, irritada e irreconciliable sin remedio ni salida. Una enconada polaridad entre bandos contrarios, incapaces y sin disposición para dialogar y lograr acuerdos… como la mexicana.
Desde extremos opuestos, ambos bandos se dicen dueños de la verdad absoluta, acusan a los otros de enemigos de la paz y la democracia, y se proclaman defensores de la libertad y representantes de los intereses y demandas de la mayoría.
Desde acá, parece obvio el hartazgo y rechazo de los venezolanos por un modelo político-económico que ya no funciona, que con Hugo Chávez logró aceptación y popularidad, pero que con Nicolás Maduro parece condenado al fracaso o a la represión.
Advierten muchos que si López Obrador gana la elección presidencial, puede convertir a México en otro Venezuela. No lo sé, pero siendo objetivos, si comparamos cifras de violencia, mal humor social y desigualdad económica, pareciera que ya somos como Venezuela… o peor.
Porque los últimos 2 meses en México fueron los más violentos en 20 años, con más de 4 mil asesinatos. En Venezuela, 125 muertos en 4 meses de conflicto.
Cifras que el gobierno mexicano y su canciller no quieren ver o reconocer. Porque nuestro secretario aprendiz de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, a Maduro y su gobierno los critica y condena firme y contundente, como no lo hace ante las agresiones e insultos de Donald Trump y su gobierno. “No viajen a Venezuela”, alerta Videgaray, pues “las condiciones de seguridad son difíciles”. Y menos dice que, así como los niveles de aceptación de Nicolás Maduro en su país son muy bajos, los del presidente Peña Nieto no han sido mucho mejores.
El hecho es que la de hoy en Venezuela, es la crisis violenta entre dos visiones opuestas de grupos contrarios, convencidos de que la única opción posible es la derrota del otro. Ni los simpatizantes ni los enemigos de Maduro están dispuestos a negociar ni sacrificar nada de sus posturas y aspiraciones. Ni su presidente ni la oposición venezolana conciben un futuro en que el contrario tenga espacio y derecho. Se trata de liquidar al adversario y gobernar sin réplica… como en México.
A estas alturas, el peor escenario poselectoral para México será que, gane quien gane en 2018, nos hundamos más en el profundo socavón en el que estamos ya. Porque a juzgar por lo que dicen todas las encuestas, parece inevitable que gane quien gane, tendremos un presidente electo por una minoría, con más rechazo que apoyo. Y aún peor, una sociedad dividida, enfrentada, irritada e irreconciliable sin remedio ni salida.
Nada o muy poco resolverá para los mexicanos un pacto entre políticos sólo para defender sus intereses, y una alianza entre partidos sólo para repartirse el poder.
Y nada o muy poco podrán hacer los mexicanos para impedirlo, si no dejan en claro con sus votos el mandato principal: un cambio para México, pero un cambio verdadero, no sólo de nombres o de partidos.