Hoja verde
El cumplimiento de un reclamo social
No hace mucho un joven emprendedor rentó un local (una cortina) en una céntrica calleacapulqueña e invirtió todo su capital (ahorros de su salario como empleado y préstamos obtenidos de sus familiares) para ser “su propio patrón” en una taquería bien montada y decorada. “Una taquería de Primer Mundo”, decía a sus amistades, y recalcaba: en un sector de la ciudad (en el primer cuadro, cerca del zócalo) en donde los tacos se expenden por los comerciantes ambulantes o en figones insalubres, con fritangas de carnes de dudosa calidad.
El soñador neo empresario unos días antes de inaugurar su negocio recibió la visita de unos enviados de los extorsionadores de “la maña”, como se identifican estos delincuentes. Le pedían una fuerte cantidad como “permiso” de operación, con la amenaza de ser asesinado si no acataba la instrucción de esa rama del crimen organizado.
Nunca abrió la taquería. Le puso candados a la cortina metálica y se mudó de ciudad, dejando todo el mobiliario al propietario del inmueble como pago del contrato anual que nocumpliría.
Historias como estas hay muchas. No sé si cientos o miles. Pero hay una cosa extraordinaria y sorprendente que confirma lo que escribimos: los locales cerrados con el letrero de “Se renta” por todos los rumbos de la ciudad, y lo preocupante, hasta en el Bulevar de las Naciones, en plena Zona Diamante, en donde la extorsión a restaurantes, bares y comercios está a la orden del día.
Pocos se salvan. Basta que se instalen sobre una banqueta a vender cualquier cosa e intentar paliar la pobreza, para recibir a los cobradores de cuota.
En el Fraccionamiento Costa Azul, otrora una pacífica zona habitacional para la clase media-alta acapulqueña, han matado neveros, vendedoras de jugo y etcétera por resistirse a la extorsión, sin que las fuerzas policiaca de los tres niveles de gobierno resuelvan ese grave problema que convierte a Acapulco, como al resto del estado de Guerrero, en un pueblo sin ley.
El problema no se resuelve con las estadísticas “alegres” utilizadas por el gobierno: “Julio fue el mes con menor índice de criminalidad”, dicen con tono festivo, lo que no se refleja en una sociedad crispada, temerosa y desanimada, que como el joven empresario que decidió no abrir su taquería para no pagar la extorsión y huir de Acapulco, hay muchísimos dispuesto a hacer lo mismo.
Ya lo escribimos en esta columna: la mentira nunca se convierte en verdad por más que se le repita, y si se pretende volver a los tiempos del “Orden y paz” remitiéndonos a los tiempos de Porfirio Díaz rogándole al tiempo que vuelva, lo que es un imposible, sería encerrarse en la falacia: en el hábito de emplear falsedades en daño de la sociedad
Díaz fue un gobernante decidido a pacificar a México para industrializar y dotar de clase media a una nación convulsa por las sucesivas guerras civiles, y además fue un dictador europeizado. Lo logró, en parte, pero fue defenestrado por las fuerzas progresistas apoyadas por los Estados Unidos, que veían con temor a un gobernante que otorgaba concesiones de explotación de yacimientos petroleros a los países europeos en detrimento de las compañías gringas, sobre todo cuando se sabía que la Gran Guerra estaba próxima a iniciar y con dicha conflagración los petroleros harían el negocio del joven siglo XX.
Sr tiene que actuar, sin nostalgia alguna que convierta al gobierno en un ente retrógrado. El pasado es conocimiento, decía Tucídides, para no repetir los errores.
Los mexicanos clamamos por volver a ser un país seguro, y hay que iniciar, en serio, y no demagógicamente, la lucha para satisfacer ese reclamo social.