Teléfono rojo
Financiamiento a partidos… ¿Ya se les olvidó Abarca?
Ante la inseguridad e impunidad en México, vale la pena hacerse las siguientes preguntas:
¿Si se elimina el 100 por ciento del financiamiento público a los partidos políticos de dónde obtendrán el dinero para su operación y sus campañas?
¿De las aportaciones de los militantes? ¿Las de sus cuadros distinguidos que buscan algún cargo para el retorno de su inversión? ¿De empresarios que esperan recibir a cambio contratos de gobierno? ¿Del crimen organizado?
Y vale la pena hacérselas en el contexto del “bondadoso” gesto de renunciar a prerrogativas y dineros electorales a unos meses de las elecciones, para destinarlo a la reconstrucción de los estados afectados por el terremoto del 19 de septiembre, principalmente la capital del país de la que sobraría destacar su importante padrón electoral.
Sigue la competencia por ver quién renuncia a más del dinero público con el que se paga la burocracia partidista en México, cuando el principal riesgo dadas las condiciones de inseguridad en el país está, según dicen los expertos y la realidad nos lo ha demostrado, en el financiamiento privado a las campañas políticas.
La experta en seguridad Lucía Dammert así lo expuso el mes pasado en Acapulco durante su participación en un foro sobre seguridad ciudadana organizado por el diputado Ricardo Mejía Berdeja.
En esa ocasión, la peruana ex asesora del gobierno chileno en materia de seguridad recordó algo que ante las afectaciones por el sismo los mexicanos hemos olvidado: mediante el financiamiento privado es que gente como el ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, se cuelan al poder.
Es cómodo para la clase política, llámese PRI, Frente Ciudadano, Morena, etcétera, despojarse del dinero público fiscalizable, cuando tienen la posibilidad de acceder a fuentes de financiamiento no tan fáciles de monitorear, y aparte hacer alarde de generosidad con el dinero de los mexicanos.
Politizar el tema de la reconstrucción con una guerra de ofertas no ayuda en nada. Hay que separar el agua y el aceite. Si los partidos quieren aportar a la reconstrucción que lo hagan con su dinero, el de sus dirigentes y sus integrantes.
En lo que respecta al multimillonario presupuesto público para su operación y las elecciones, se debe dar paso ya a una reforma electoral urgente y de gran calado que haga austera, transparente e igualitaria, la manera de elegir representantes en este país.
Mientras tanto la desgracia está siendo encapsulada en un falso debate que en nada cambiará el estado de las cosas en nuestra nación, en una simple competencia por ver quién paga el menor costo político y la mayor raja posible de la tragedia que enlutó a México.