México ante su mayor amenaza
Los ¿méritos? de Nazarín Vargas
Conocí a Nazarín Vargas Armenta, el recién designado presidente del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Guerrero, en la Universidad Pedagógica Nacional Acapulco a mediados de los ochenta cuando apenas iniciaba la incursión del charrismo sindical del SNTE en la toma de decisiones en las unidades del estado a la que se resistían pequeños grupos académicos, los que por diferencias internas terminaron por arrear las banderas, hacer alianzas con el enemigo, cerrando finalmente cualquier posibilidad de desarrollo académico.
En las tres unidades, Acapulco, Chilpancingo e Iguala, estos pequeños grupos académicos eran profesores que habían pertenecido al Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM), seguidores del maestro Othón Salazar y en algunos casos militantes del Partido Comunista Mexicano.
Todos ellos alentados por un oxigenante movimiento sindical democratizador que ocurría en la unidad Ajusco de la UPN, corazón del charrismo sindical, en el que participaban jóvenes profesionistas provenientes de diversas universidades públicas y que habían ingresado por la vía del concurso de oposición, bandera de la izquierda académica de aquellos años.
Allá en la Unidad Central los líderes de este movimiento eran un grupo plural integrado por hombres y mujeres feministas, permeados por el humanismo, el rock, la literatura, la tolerancia, el trotskismo, la anarquía, la poesía y unas chingadas ganas de hacer el amor y la revolución.
El líder de la sección democrática dentro del SNTE era premio Nacional de Economía, compañero egresado de la universidad, la UAM, y además guitarra y cantante del grupo Radio Carolina, fundado al calor de la lucha sindical en la UPN, él era Prudenciano Moreno, ahora cargado de doctorados, de libros de su autoría y de canas.
Obviamente, Nazarín Vargas, no era de este grupo, más bien era la antítesis en todo: joven pero viejo, vestía casimir barato, nosotros mezclilla; cabello corto, nosotros melenas; él hablaba de control, nosotros de libertad; él hablaba de Vanguardia Revolucionaria, nosotros de democratización; él hablaba de ventas de plaza, nosotros de concursos de oposición; él tricolor, nosotros rojo y negro.
El hoy presidente del IEPC ingresó a la UPN enviado por el SNTE y protegido por el profesor Buenaventura Santana, charro de tiempo completo, bohemio, nunca académico pero buen compositor, autor del famoso son El Toro Meco, tema musical, que le dio apodo de por vida y para siempre.
Creo que ya entonces el susodicho Nazarín ya era licenciado por la entonces UAG, en la escuela de Ciencias Sociales. Estando trabajando en la UPN, lo mismo que muchos maestros vanguardistas, se cargaron de maestrías y doctorados de escuelas patito para sacarle tajadas a la carrera magisterial e incrementar sus ingresos. Este grupo de normalistas hicieron cursos de verano en una (a) Normal de Guanajuato.
Afuera de la UPN los grupos prodemocratizadores hacían lo suyo, a través de organizaciones sociales campesinas y urbanas. La sociedad civil comenzaba a moverse, se construía una prensa nueva, los grupos progresistas buscaban vías rumbo a una sociedad nueva.
Vino la primera elección en el estado donde el PRD ganó en Acapulco las dos diputaciones federales al desgastado priísmo por los sucesos de Aguas Blancas.
El día de elecciones hubo una llamada telefónica a la Redacción del periódico donde trabajaba, de un ciudadano que denunciaba que en la colonia Rodríguez Alcaide (feudo del líder de comerciantes ambulantes Antonio Valdez Andrade, asesinado años después con armas de alto poder) se organizaban cuadrillas de votantes, los famosos carruseles, para impedir el triunfo de la oposición.
Fuimos hasta ahí dos reporteros, y no fuimos bien recibidos por un nutrido grupo de golpeadores que rodeaban a Toño. No hubo necesidad de identificarnos, el líder nos conocía bien. El grupo de golpeadores que rodeaban a Toño y al entonces representante del PRI, Nazarín Vargas, comenzó a exigir violentamente que abandonáramos el lugar o nos iba ir mal. Ni Toño ni el representante del PRI, quien además era mi conocido y había sido mi compañero maestro en la UPN hicieron algo por impedirlo.
A empujones, cuesta abajo y a mentadas de madre, nos expulsaron por la puerta principal de tubos y encadenada por donde se accedía a este feudo de la intolerancia.
Pasaron los años. El boom del PRD ascendía y los oportunismos también. Alejado del priísmo, y del añorvismo, su filosofía, en una conferencia de prensa me encontré al ahora doctor Nazarín Vargas como miembro de una corriente perredista cercana a Félix Salgado Macedonio. Ahora vestía el uniforme negro y amarillo y construía su discurso con clichés democratizadores y anti autoritarios. Para izquierdistas auténticos, el doctor Nazarín y su grupo, no eran más que infiltrados del añorvismo en el felixismo.
Años después ya era miembro del partido de la maestra Elba Esther. Luego miembro destacado de la burocracia universitaria que sigue al grupo del rector Javier Saldaña. De ahí al IEPC. ¿Y después?
Tal vez por todos esos ¿méritos? fue colocado frente al Instituto Electoral. Tal vez ahí se requiere una persona que hable con todos, que se entienda con todos. Y sobre todo, que le guste sobresalir, negociar.
En ese mundo raro, yo digo no tan raro, del que habla José Alfredo Jiménez, anda el doctor Nazarín. Un mundo donde nadie nos juzgue, donde no haya justicia, ni leyes, ni nada, nomás el interés personal por sobre toda ideología, convicción y nuestro interés general.
Playa Revolcadero…
Tiempo al tiempo. Ya veremos su desenvoltura en 2018. De lo que haga o deje de hacer, lo contará la historia de esta entidad. Bienvenido, a esta vitrina que es el IEPC.