Las elecciones en Estados Unidos y su repercusión en México
Saltos y conveniencias
A lo largo de la reciente semana se concretaron migraciones de grupos o de personajes en los partidos políticos que contienden en la elección para la alcaldía porteña. Algunos los llaman chapulines, saltimbanquis, entre otra serie de nombres con sorna.
No se trata de un simple salto de instituto político. Los motivos son importantes. Una cosa es cuando las inconsistencias ideológicas obligan a la migración y otra cuando la causa es el reparto de candidaturas. Entonces lo que ocurre es un transfuguismo.
Se trata de una práctica riesgosa y electoralmente costosa: los militantes del partido de origen criticarán duramente al desertor, y quizá con justa razón, mientras que los miembros del partido de destino verán con recelo al nuevo integrante. Pero además, los votantes que simpatizan con el partido receptor también pueden desconfiar, con justa razón, del otrora adversario.
No se trata de un fenómeno reciente. Se hizo más frecuente desde que en la década de los 80 el Partido Revolucionaria Institucional dejó de ser el hegemónico. La posibilidad de ganar con un partido diferente impulsó el fenómeno. En otras condiciones terminarían diciendo “me disciplino a las decisiones de mi partido.”
El nivel de transfuguismo observado hasta el momento evidencia un sistema de partidos no consolidado. Los reproches y acusaciones que se han lanzado así lo ponen de manifiesto.
Se trata de un acto de oportunismo y pragmatismo motivado por un cálculo individual por parte del tránsfuga según el cual podrá mejorar su estatus, sus privilegios, sus intereses, sus posiciones, etcétera, en un ejercicio donde las convicciones o la congruencia ideológica del implicado es lo que menos importa.
Y es que en todos los casos, no se hace una propuesta de gobierno en el caso de las alcaldías o de legislación en lo referente a diputados locales y federales o senadores. Existen ideas aisladas y hasta descabelladas prometiendo enfrentar un problema que en algunos casos está fuera de sus facultades como posible autoridad.
En realidad se trata de ambiciones personales y no de proyectos políticos. El objetivo es apropiarse de los recursos públicos y no desarrollar ejercicio alguno de gobierno.
El transfuguismo también podría ser evidencia de un proceso secular de fragmentación partidista en el que cada partido político nuevo necesita buscar nuevos cuadros, o bien, importarlos de sus rivales.
El transfuguismo no sólo se explica por la ambición de los tránsfugas, sino que responde a una descomposición paulatina de un partido y la falta de una vida democrática en su interior.
La prospectiva que plantea es de un crecimiento incontrolable del fenómeno del transfuguismo político el cual tiene muchas veces el efecto perverso de contribuir al descrédito de la clase política en general y de desalentar la participación política de los electores en las urnas.