El presupuesto es un laberinto
López Obrador, Anaya y Meade en campaña
Este domingo, el primer día efectivo de las campañas por la Presidencia de la República, quedó de manifiesto que la contienda se desarrollará entre los proyectos de oposición encabezados por Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya Cortés, que ocupan el primero y el segundo lugar en las encuestas.
Frente a la pujanza de ambos proyectos, similares en algunos aspectos y encontrados en otros, flota en el limbo, a la deriva, la débil voz del aspirante del PRI, José Antonio Meade, incapaz de romper sus ataduras con el gobierno de Enrique Peña Nieto para escapar del tercer lugar en el que ha permanecido desde su nombramiento hace cuatro meses.
Ayer, mientras el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia (Morena, PT y PES) y el de la coalición Por México al Frente (PAN, PRD y MC) abrieron el debate con temas de ardiente interés público, y con planteamientos que sacuden al gobierno del PRI con el solo hecho de exponerlos, Meade se mantuvo fiel a la ortodoxia priista con promesas que solamente dan vueltas a la noria, sin llamar por su nombre a las cosas y sin causar ni la más ligera brisa que pudiera alterar el orden establecido.
En Jalisco, el candidato del PAN recordó el drama de la inseguridad pública y dijo que durante 2017 en ese estado desapareció una persona cada dos horas. Dijo también que en los últimos dos años aumentaron 70 por ciento los feminicidios en el país. Son asuntos que afectan e interesan vivamente a la población. En los días anteriores, Anaya había prometido que, de ganar la Presidencia, reducirá el IVA y el precio de la gasolina en la franja fronteriza con Estados Unidos, una propuesta que también ha formulado López Obrador caso en los mismos términos.
Más tarde en Celaya, Anaya reiteró las fuertes críticas que suele hacer contra el gobierno de Peña Nieto. “Hoy el gobierno del PRI no va por el camino correcto, tenemos a nivel nacional más corrupción que nunca, uno de los gobiernos más corruptos en la historia del país. Ha aumentado la desigualdad, la pobreza, hay violencia en prácticamente toda la República Mexicana. Por eso yo le pregunto a Guanajuato si les vamos a permitir otros seis años”.
López Obrador aprovechó su primer día de campaña para delinear nuevamente desde Ciudad Juárez el eje de sus propuestas, que es el combate a la corrupción, y con claridad absoluta reiteró su objetivo de cancelar la construcción del nuevo aeropuerto en la región del Lago de Texcoco.
“La corrupción se ha institucionalizado”, dijo López Obrador, y prometió cortarla de tajo en la esfera gubernamental. Sobre el nuevo aeropuerto insistió en su propuesta de llevarlo a la base militar de Santa Lucía, en el estado de México. “Vamos a construir dos pistas en la base aérea militar de Santa Lucía para resolver el problema de la saturación del actual aeropuerto de la Ciudad de México”, expresó. Continuó: “Dicho de otra forma, se suspenderá la construcción del Nuevo Aeropuerto en el Lago de Texcoco y, con ello, ahorraremos más de 200 mil millones de pesos”, sin aludir a la advertencia que en días anteriores hizo pública el presidente Peña Nieto, quien dijo que cancelar este proyecto significaría para el país una pérdida de 120 mil millones de pesos. El candidato de Morena tuvo el cuidado de señalar que “este proceso se llevará a cabo con estricto apego a la ley, buscando siempre el acuerdo con las compañías a las cuales se les han adjudicado contratos; garantizando el pago de bonos y protegiendo las inversiones de las afores; es decir, se actuará con legalidad, y se dará certidumbre, sin corrupción”.
No es preciso estar de acuerdo con López Obrador o con Anaya para hacer notar la fuerza de sus planteamientos, en lastimoso contraste con el discurso de José Antonio Meade. Aunque el candidato del PRI hizo alusión ayer en Mérida a la corrupción, es evidente que tiene encima una camisa de fuerza que le impide hablar, en ese y otros temas, con la soltura y determinación que se le requiere a un aspirante presidencial de verdad.
Por ejemplo, sobre la corrupción, materia en la que el actual gobierno ha escenificado abundantes casos, Meade dijo que “los mexicanos estamos hartos de la corrupción, seré implacable para combatirla. Ser honesto a prueba de todo, es el primer paso para lograrlo, yo lo soy”. En esa misma línea dijo que encabezará “un gobierno de gente decente, como lo somos la mayoría de los mexicanos, un gobierno en el que el único privilegio sea ser mexicano, no habrá fuero para nadie, seré el primer Presidente sin fuero”. Pero ese vago mensaje contra la corrupción carece de crédito, pues la única razón por la cual fue designado candidato son sus vínculos estrechos con Peña Nieto, condición estructural que lo ancla a este sexenio y sus escándalos de corrupción.
Algo parecido le sucede a Meade con el tema de la violencia y la inseguridad. Dijo ayer que combatirá tanto al crimen como a sus causas, pero no ofreció ningún diagnóstico sobre el estado actual en esa materia, ni se atrevió a mencionar las escandalosas cifras de muertos acumuladas en el sexenio. Como en el tema de la corrupción, mostrarse crítico en el tema de la inseguridad pública equivaldría a darle de patadas al gobierno del cual fue parte y admitir el fracaso de Peña Nieto en esa delicada materia.
Era más cómodo, y así lo hizo Meade en su primer día de campaña, ir a lo seguro y ofrecer seguridad social a las trabajadoras domésticas, incrementar el número de guarderías de tiempo completo, crear casas para adultos mayores, aumentar de 25 mil a cien mil las escuelas de tiempo completo, ampliar el número de becas para jóvenes, dotar de equipamiento y medicinas a los hospitales públicos, dar un aumento al salario de los maestros o declarar que en su gobierno ningún bebé nacerá en pobreza extrema. Todo lo cual suena bien, pero evade los grandes problemas que agobian hoy al país y no responde al interés de la sociedad por los problemas que hoy la hieren, como la inseguridad pública. Ni pensar siquiera en que el ex secretario de Hacienda pudiera ofrecer una reducción en el precio de la gasolina, pues fue él quien instrumentó el gasolinazo que tantas protestas levantó en enero de 2017. Quizás sea por eso que Meade no ha podido salir del tercer lugar en las encuestas, y que López Obrador y Anaya protagonizan la lucha por el poder.