Sin mucho ruido
Las vísceras del caciquismo en la Costa Chica de Oaxaca y Guerrero
Desde hace algunos años en que nuestra imperfecta democracia abrió una de sus aristas, la competencia electoral apoyada con dinero de los ciudadanos, asistimos al show de la degradación de la política, al desprestigio de sus actores; por otro lado, también a la búsqueda de la dignificación de esta actividad y de los sujetos que participan en ella.
Pienso que el cochinero electoral en que algunos políticos convierten a esta función para fines personales o de grupo está determinada por el nivel de desarrollo ciudadano en la región donde se ejerce y su nivel de putrefacción está dada por el grado de desarrollo de su sociedad civil.
Voy a decir una perogrullada, pero no es lo mismo la actividad política electoral en Oaxaca que en Guerrero, no sólo una frontera geográfica nos separa de lo que ocurre allá, sino una de desarrollo político, allá donde los presidentes municipales que buscan reelección, con todo el apoyo de las autoridades, o al menos así lo presumen los presidentitos, hacen de los recursos públicos su caja chica personal y de financiamiento, sin que pase absolutamente nada.
Esto, mientras las autoridades electorales insuficientes e incapaces dejan hacer y dejan pasar en complicidad con los que los pusieron ahí.
El colmo fue lo que sucedió en Pinotepa Nacional, Huazolotitlán, San Juan Colorado, Huaxpaltepec, todos municipios de la Costa Chica oaxaqueña, en la elección pasada: delincuentes electorales del PRI se robaron las urnas y un día después las abandonaron en las puertas de la oficina del distrito electoral con sede en Pinotepa y las autoridades electorales, en vez de aplicar la ley e invalidar la elección a solicitud de los candidatos no priístas, sin pudor alguno contaron los votos de las urnas violentadas y le dieron la diputación federal al PRI, al capitán Carlos Sarabia Camacho que hoy busca repetir en la presidencia de la Sultana de Costa Chica.
Y en Guerrero, en Acapulco específicamente, he visto cómo los candidatos de todos los partidos, incluido del PRI, se andan cuidando los flancos de la vigilancia casi inquisitiva de las autoridades electorales federales que les cuenta hasta un banderín. Y esto se debe al crecimiento democrático de nuestra sociedad e instituciones que han costado sangre, sudor y lágrimas para su fortalecimiento.
En la Costa Chica de Oaxaca aún el caciquismo es una amenaza para los ciudadanos que quieren ejercer sus derechos humanos. No existen medios de comunicación independientes que vigilen el comportamiento de las autoridades abusivas que someten a la población con violencia de todo tipo, incluso, la eliminación física.
Cualquier ciudadano que cuestione el poder recibe el ataque de la autoridad, el grupo familiar o de secta, como si la prensa tocara “su propiedad privada” en que convierten el ejercicio público sus mezquinas y raquíticas cuotas de poder, una vulgar copia que reproduce el autoritarismo de sociedades del pasado. El gobierno debe someterse al escrutinio público, entiendan presidentitos.
Sin embargo, las organizaciones sociales de aquella región se mueven y van perdiendo el miedo a presidentes municipales, diputados y líderes sociales deshonestos que han venido puliendo los mecanismos de control en donde la oposición aún es de papel.
Un ejemplo de este crecimiento social y político es el ejercicio ciudadano del debate que ya se acostumbra por acá o el encuentro de prensa, sociedad civil con aspirantes a puestos de representación popular para enfrentar el cuestionamiento público.
Un aplauso a los diversos medios de comunicación, que el próximo lunes se reunirán en el hotel Holiday Inn con cuatro de los candidatos con mayores posibilidades de contar con el voto ciudadano que los lleve a la presidencia municipal de Acapulco para realizar un ejercicio que nos acerca un poco más al ideal de democracia.
Ojalá que algún día podamos realizar en los pueblos de la Costa Chica guerrerense y oaxaqueña, ejercicios similares donde se pueda visibilizar las oscuras vísceras del caciquismo que aún vive entre nosotros sin peligro, sin arriesgar la vida.