Teléfono rojo
Sin ser y sin deber ser
En lo que se refiere a los procesos electorales a nivel mundial les caracteriza la polarización social y política trasciende la ideología para instalarse en el discurso status quo vs. antisistema. En México la tendencia es similar solo que parece colocarse en primer plano el dilema entre la permanencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) o el triunfo del populismo, representado por el candidato del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
El fondo es la existencia de un hartazgo derivado principalmente de la percepción de una corrupción endémica que ha prevalecido tanto en los gobiernos federales del PRI, como en los dos períodos (2000-2006, 2006-2012) del Partido Acción Nacional (PAN).
A lo largo de la campaña lo que prevaleció su fueron los discursos anti-PRI confrontado con el anti-AMLO y el punto común y destacado es la ausencia de propuestas pero la confirmación de que los ciudadanos prefieren sacar al PRI del gobierno a que gane AMLO.
El resultado fue que toda alianza en su contra para atacarlo, más que debilitarlo, terminó fortaleciéndolo.
Esa fuerza se nutre del encono social resultado de una corrupción percibida como uno de los principales factores de la desigualdad y que ha gestado un sentimiento de exclusión entre la población.
A simple vista la conclusión es que a diferencia de lo que se consideraba hace algunos años, el verdadero peligro para México ya no es Andrés Manuel López Obrador, sino el PRI. Aquella frase se volvió un bumerang.
Hay factores internos que lo explican, pero en realidad estamos hablando de una variante de la pugna que existe a nivel del mundo: el neoliberalismo, como el Titanic, naufragó y va en picada.
Uno de los factores detonantes que explican la situación actual es que el neoliberalismo buscó la imposición del pensamiento único.
Desdibujó las ideologías y enfatizó el pragmatismo, producto de una necesidad imperiosa de asumir que las leyes del mercado y solo ellas, son a partir de las cuales se construye la interpretación y la praxis en la realidad. La ciencia, la cultura, las artes, todas aquellas expresiones del ser humano, deberían estar alineadas a las leyes del mercado y lo que se aparte constituye un estorbo, un atavismo.
El mercado sin rectoría hace que oferentes y demandantes actúen bajo instintos de depredación. Es la ley de la jungla. Es, de manera intrínseca, altamente concentrador de la riqueza y exponencialmente expansivo de la pobreza. Las leyes de la oferta y la demanda no son esotéricas, son resultado de la acción humana y cuando ésta cancela los criterios de civilidad, se vuelve un catálogo de vileza y depravación.
Ese desdibujamiento de las ideologías explica las recientes alianzas entre fuerzas políticas con ideologías de origen tan distinto como la de Por México al Frente, en la que convergen el PAN (partido catalogado históricamente de centro-derecha), con los partidos de izquierda, Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el de Movimiento Ciudadano (MC), o la del mismo Morena con el Partido Encuentro Social (PES) (partido conservador de derecha) e incluso la de Todos por México que integran el PRI (con una ideario político social como el de la Revolución de 1910, pero una praxis antagónica con el neoliberalismo) el Partido Verde (ecologistas sin principios ecológicos)y Nueva Alianza ( sin definición ideológica) todas sin un proyecto común.
Cuando los partidos políticos dejan de ser atajos informativos para la toma de decisiones, el escenario es la polarización entre candidatos, no entre ideologías. Lo que importa es el voto pro sistema vs antisistema. La lucha partidista ha sido sustituida por una guerra de facciones que está reconfigurando el espectro político de México.
Si no sabes quién eres, no puedes elegir cómo quieres ser, diría la abuela.