Teléfono rojo
La Selección y las elecciones
Después de más de 90 minutos al borde de un ataque de nervios durante el partido de futbol entre las selecciones de México y Suecia entiendo mucho mejor el alma sufridora nacional y encuentro una razón más del por qué somos la patria del melodrama y por qué se nos da tan bien uno de sus subgéneros más aclamados, la telenovela mexicana.
No es sorprendente que la empresa más cínica de este país, Televisa, sustente sus negocios más productivos en la industria de los sueños, el control político, la educación, la manipulación. En el binomio telenovela y futbol.
El partido de hoy, dicen los conocedores –la mayoría de los mexicanos que cada cuatro años nos convertimos en estrategas de balompié– hizo que la Selección Mexicana se ubicara en su real nivel, crecido como la cantidad de espuma de cerveza que se ingiere durante estos encuentros, después del triunfo sobre la máquina alemana, y que la feligresía tricolor ingiriera la dosis exacta de Ubicatex. Un medicamento que los mexicanos recomendamos cuando un compatriota se despega del suelo.
A partir de este resultado en que la suerte muy Guadalupana nos coloca en esta lotería del deporte donde el futbol, siendo para otros, estrategia y poder, para nosotros pasión y desmadre, quiero plantear algunos interrogantes.
¿Habrá algún partido político que reivindique la merecida derrota de México, igual que lo hicieron con los triunfos anteriores? ¿Habrá candidato a la presidencia de la República que insista en usar a la Selección Nacional de Televisa como estandarte para llevar votos a su causa en la elección del domingo?
¿Habrá quien intente usar a los impotentes jugadores nacionales como voceros para llamar a votar a favor de su propuesta política?
¿Será determinante el cuarto partido de futbol de la Selección Nacional en el resultado del proceso electoral del próximo domingo?
Seguramente habrá muchas respuestas y diferentes.
Lo que sí es claro es que los dos candidatos, el del PRI José Antonio Meade y el del Por México al Frente Ricardo Anaya, los más esperanzados en usar la justa deportiva y los alcances de la oncena nacional a su favor, pueden ir pensando en otros recursos para detener el inalcanzable paso del candidato puntero Andrés Manuel López Obrador.
Porque esta vez, hasta el domingo que abran las casillas, van a fincar su triunfo en el resultado del otro, como lo hicieron millones de mexicanos esperando un empate o un triunfo del representativo de Corea.
Bajo esta lógica los 90 minutos de juego próximo serán insuficientes, incluso, ni con un abultado tiempo adicional, para alcanzar al puntero. Ni con jueces parciales, ni con un VAR electoral, INE amañado. Ni con telenovelas ni futbol. La suerte está echada para el país como el futuro de nuestra selección.
Un escenario inédito e impredecible el del próximo domingo: ¿Qué será mejor? ¿Salir a votar antes del partido? ¿Esperar los resultados para ir a sufragar? ¿La victoria o la derrota determinará el resultado?
Sorprendente la cultura de masas, en su vertiente futbolera. Insisto, la Selección Nacional y sus resultados son nuestros. Es un reflejo de lo que somos.
Por ello los hinchas de la Selección, consciente e inconscientemente, para celebrar la derrota, no fueron al Ángel de la Independencia como se acostumbra, fueron a dar las gracias a los ángeles de nuestra dependencia; ni a la Villa de Guadalupe, fueron a la embajada de Corea para festejar la derrota siguiendo un guión tragicómico y melodramático de la mejor canción de José Alfredo Jiménez: “Tú me das un balazo si quieres, yo, aunque quiera pegarte no puedo”.
¡Viva México cabrones! Y ante los resultados nadie le gritó, en ningún momento, al portero sueco nuestro grito de batalla considerado por la FIFA como homofóbico. Tal vez ahí fue el inició de la derrota anunciada del equipo y del machismo nacional mexicano.