Teléfono rojo
Los cadáveres en el tráiler de Jalisco que han sido motivo de justificado enojo e indignación nacional e internacional son una cruenta metáfora de un país, el nuestro, donde los muertos de la delincuencia se desbordan y rebasan la capacidad institucional para enfrentar esta siniestra realidad.
Ante la falta de espacio en las instituciones forenses para dar cabida al cuantioso número de cuerpos insepultos que son objeto de investigaciones criminales, a los responsables de los servicios forenses tapatíos, Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF), cuyo Titular fue destituido lo mismo que el Fiscal General de Jalisco, no se les ocurrió otra alternativa que “colocarlos” en un camión preparado con refrigeración, causando horror y repudio, en un caso que dio la vuelta al mundo.
Lo cierto, sin que sea una mínima justificación para atenuar esta acción infame, es que las instalaciones de los Servicios Médicos Forenses están rebasadas y no se ha puesto atención en el tema, ocasionando este tipo de medidas reprobables. El elevado número de cuerpos de asesinados de los últimos meses y años, producto de la violencia imparable y los presupuestos limitados para su atención, han provocado estas escenas dantescas.
No sólo es el caso de Jalisco, en otros estados como en Guerrero, los Semefos tienen sobrecupo de cadáveres, no hay infraestructura adecuada, los restos humanos son tratados, por negligencia, irresponsabilidad e incluso a consecuencia de la saturación, con falta de dignidad y del mínimo respeto, provocando asimismo molestia entre la ciudadanía o empleados públicos por los malos olores y falta de higiene adecuada.
El incremento exponencial de los homicidios ha provocado diversas consecuencias de esta barbarie, por un lado ha desnudado la falta de seguridad, la pésima procuración e impartición de justicia, la ausencia de justicia para miles de víctimas y, también, como quedo de manifiesto estos días, el horror de los servicios forenses.
Además de estos incalificables hechos, otra terrible situación es el elevado número de fosas clandestinas en nuestro país, donde los criminales entierran los restos de sus víctimas después de someterlas a un calvario. En estas fosas se encuentran sin duda muchas personas que han sufrido desapariciones forzadas, y también personas que han sido asesinadas por los grupos de la delincuencia organizada que pretenden dejar sin rastro a sus víctimas.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos ha llevado el seguimiento de los fosas clandestinas en todo el país, y es una conducta criminal que lejos de disminuir sigue en ascenso. Estos hallazgos son uno de los eventos más cruentos del reino del terror que vivimos.
El común denominador de estas situaciones, los Semefos saturados y el incremento de fosas clandestinas, es la impunidad que provoca que los criminales actúan con métodos de infinita crueldad, cometiendo homicidios, secuestros, extorsiones y asaltos, a sabiendas del sistema corrupto que los cobija y la falta de una respuesta eficaz por parte de la fuerza pública.
La impunidad mata, la creciente y desbordada impunidad es el aliciente de los criminales y el principal obstáculo para construir un genuino Estado de Derecho. No puede haber paz con impunidad, con impunidad la aparente tranquilidad es simplemente la claudicación del Estado al poder de facto de la delincuencia.
Con impunidad seguirán apilándose los cadáveres y nuestro país será cada día un cementerio clandestino más grande. Para acabar con la impunidad es preciso que exista, de entrada, la voluntad para enfrentar con decisión e inteligencia a los criminales, sin ninguna consideración ni perdón, perdón que ni quieren ni buscan quienes han desangrado a la sociedad.