Teléfono rojo
Unidad de fotografía en una boda priísta
Gracias, Face, por existir. Navegando por la vida pública del espacio digital me encontré estos datos, que me dije: yo quiero compartir con mis fieles seguidores.
Como sabemos, después de las elecciones del primero de julio, los priístas acapulqueños se dispersaron, lamiéndose las heridas. Muchos se fueron al privado a llorar la derrota, a la depresión, etcétera.
Otros, como el sapo, a hacer fuerza para salir del charco y buscar sobrevivencia, incluso, halagando al vecino, al nuevo poderoso y potencial nuevo rico. Hasta “comer mierda”, dice un priísta que en la política conoce de este menú.
Pero basta de teorizar y hacer sociología tropical. El sábado pasado, un evento social reunió a este pueblo disperso por el tsunami Andrés Manuel López Obrador.
Fue la boda de una hija de la regidora Naty Rodríguez, que en su muro escribe su apellido sin acento, y sí, porque donde dice estudios, presume que estudió “en el en Instituto de la Vida”, y pues, bueno, uno puede pensar muchas cosas porque vida, vida, hay muchas, hay quien tiene más que un gato.
O a lo mejor es un humilde reconocimiento, porque cuando se utiliza este concurrido recurso retórico muchas veces es para bachear el accidentado camino de la vida, mecanismo de defensa por no tener currículum académico, cuando otros cínicos te refriegan posgrados comprados u obtenidos en escuelas locales, o en el peor de los casos, en instituciones del charco de Patolandia.
La boda se realizó en el salón de fiestas que el hermano de Evodio Velázquez, de nombre Iván, tiene en Costa Azul.
Hasta ahí llegaron los de la foto, que estuvieron juntos sólo cuando fueron llamados para la instantánea que diera un mensaje de unidad. Y aún así, dice una fuente, no dejaron de darse patadas en la espinilla bajo la mesa, hacer malas caras y hasta darse espalda, como lo hicieron las señoras. Porque todos llevaron parejas.
La unidad de fotografía fue confirmada cuando tajistas y añorvistas, agua y aceite, fueron colocados en mesas separadas y hasta con porras propias.
— Que pase a bailar el senador de la República, Manuel Añorve Baños, dijo el maestro de ceremonias, como si se tratara de destacar la presencia hegemónica de este grupo, que ya hace gimnasia electoral para dentro de tres años.
Del otro lado, Ricardo Taja, y sus fans, con discreción, pagando aún el costo de la derrota que ahora le cobran los añorvistas, que también acusan al primero de no haber superado aún la crisis pos primero de julio.
Bailaron, bebieron. Dicen que hasta lágrimas hubo, estimuladas por los tragos y, obvio, la añoranza del poder.
Cuentan que alguien comentó, no precisaron en qué mesa: “¡Compadre, creo que ya nada será igual!”. Y alzaron los vasos de whisky para brindar por un futuro tan incierto, como el de la Cuarta Transformación en Acapulco.