México ante su mayor amenaza
El horror tiene permiso
¡Terrible! ¡A lo que hemos llegado! ¡Cada vez más desquiciados!
Tronaron con estruendo las redes sociales con la noticia de un hombre que clavó un cuchillo en la cabeza de otro, luego de discutir por el espacio de estacionamiento en una plaza comercial de Veracruz.
Un estruendo impostado con forma de hipocresía, amnesia selectiva para olvidar lo que incomoda y compromete. Porque hace mucho decidimos la conveniencia de callar, de mirar para otro lado, de cerrar los ojos, para evitar el peligro evidente o aparente, real o imaginario, de quedar atrapado entre las garras de la violencia.
Desde que alguien sugirió el final de las mentadas de madre y los cortes de manga contra el prójimo automovilista, porque “ya no sabes con quién te puedes topar”, y a la mayoría la sugerencia le pareció razonable, útil y pertinente.
Desde que comenzamos a decir “¡qué horror!”, un poco en guasa, un poco en serio, un poco con indignación, miedo y, poco a poco, por costumbre, hasta que la expresión se volvió resignación, indiferencia, aletargamiento con tufo de indolencia cínica. “¡No somos nada!”, lamentaba con agobio paródico el Vaya–vaya de Héctor Suarez.
A pesar de situación y motivos tan propicios y costumbres tan arraigadas en la cultura popular del mexicano, el ‘chinga tu madre pendejo’ desapareció de pronto. “Nel, pa’ qué rifarse el pellejo, por muy de malas que ande uno. Nel”, Ganó el sentido común y el instinto de sobrevivencia.
“¡Qué nos está pasando!, ¿Por qué tanta atrocidad?”, preguntaron muchos con asombro e incredulidad impostada y olvidadiza.
Brinca espontánea la duda. ¿Qué nos sorprende? ¿Qué nos confunde?
¿No recuerdan que decidimos callar, mirar para otro lado, cerrar los ojos a la violencia? ¿No sabíamos que con silencio y pasividad lo incorrecto se normaliza, se vuelve aceptable, ordinario, norma de conducta?
¿Porqué tanto escándalo, si ya vimos hartas noticias dignas de escándalos mayúsculos? Decapitaciones, cuerpos desmembrados, jóvenes desollados. Niños sicarios, asesinos seriales nivel Satanás, con 10, 15, 30, o quién sabe cuántas víctimas. Torturas monstruosas, batallas sangrientas, secuestros, desapariciones, ultrajes, barbarie, salvajismo. ¿Porqué tanta agresividad, ira, belicosidad, odio, violencia?
En pocos años, perdimos inocencia y capacidad de asombro, aceptamos lo más inaceptable, nos acostumbramos a lo inimaginable.
¿Qué nos pasó? ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Quién le abrió la puerta al diablo?
Con todo el respeto y afecto que merecen, y espero les merezca, no me salgan ahora que no lo vieron venir, no pregunten a estas alturas, ¿y nosotros qué vela teníamos en los entierros?, ¿qué hicimos para provocar el auge de los violentos?
¿De verdad no sabemos?