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CIUDAD DE MÉXICO, 13 de julio de 2019.- El gusto por el agua embotellada es relativamente nuevo en México: hacia 1980 era artículo para las élites económicas, y con los sismos de 1985 su consumo se extendió debido a la ruptura de tubos de abastecimiento.
A partir de ahí se generaron políticas públicas de salud que recomendaban hervir el agua antes de consumirla, y en 1991, debido a una epidemia de cólera, además de hervirla se pedía clorarla; esto derivó en la aparición de marcas comerciales que ofrecían un producto seguro.
De acuerdo con Daniel Rocha Guzmán, coordinador ejecutivo del Programa de Manejo, Uso y Reúso del Agua (PUMAGUA) de la UNAM, los hogares capitalinos gastan 4 mil millones de pesos en agua embotellada al año.
A nivel nacional la cifra alcanza los 45 mil millones de pesos anuales, lo que representa el doble del presupuesto de la Conagua en 2019.
El coordinador ejecutivo del PUMAGUA de la UNAM expuso que esta situación tiene que ver con la baja confianza que la población tiene en la calidad del agua que recibe en sus casas.
“El agua de la Ciudad de México es confiable en sí, hasta la toma, pero hay condiciones que la hacen poco apta para consumo humano, como su almacenamiento en cisternas o tinacos; ahí pierde su calidad, y más cuando permanece estancada tiempo prolongado y no se da mantenimiento y limpieza a estos contenedores”, dijo.
Estos factores hicieron que el agua embotellada se popularizara y se cambiaran los hábitos de consumo; además, han surgido campañas que la asocian con la salud.
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