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Teléfono rojo
¿Adiós al planeta?
1.- MÉXICO:
Al sentarme a escribir este artículo y ver la “renuncia” de Medina Mora, recordé (chequé por supuesto) los horrores de este tipo, tapadera del PRIAN. Estos son algunos cargos públicos vergonzosos para México que le dieron en el siglo 21, aunque empezó sus transas en el 20 con Carlos Salinas, en un puesto en el TLC.
Pero luego…
Esperemos que ahora sí tenga la 4T los suficientes elementos para enjaular a todos estos y hacerlos devolver lo robado.
2.- MAPAMUNDI
Me disponía a seguir rabiando contra el PRIAN, pero tras leer lo siguiente, no pude seguir adelante:
“Astrónoma advierte que la Tierra está en peligro y la humanidad debe mudarse a Marte antes de que sea demasiado tarde. Entre los peligros que acechan al planeta, de acuerdo con la experta, se encuentran los riesgos de impacto de asteroides y los brotes de rayos gamma y tormentas solares. No una, sino muchas posibles catástrofes se ciernen sobre la Tierra, que está en peligro y por eso los humanos tienen que trasladarse a Marte y otros planetas del sistema solar antes de que sea demasiado tarde, afirmó la científica polaca Weronika Śliwa, del Planetario del Centro Científico Copérnico en Varsovia, en entrevista brindada a Polish Press Agency (PAP)”.
3.- AMAZONIA.
Ay, Verónica, qué susto. No tengo idea de cómo nos iría en Marte. Pero, mira, mi país ya está en buenas manos y no me preocupo, pero sí de la necesidad absoluta de salvar la Amazonia, porque estuve ahí varias veces. Sé cómo es y veo con horror lo que le está haciendo el mega derechista presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien tiene de embajador en Washington a su propio hijo, aún más bruto que él, a juzgar por sus decires. Estoy terminando un libro sobre esa maravilla a la que han puesto en peligro de desaparecer. Te envío aquí unos párrafos y te conmino a enterarte de lo que debemos hacer aquí en la Tierra antes de que nos caiga encima otro pedazo de universo o de que Marte esté listo para recibirnos:
Amazonas es una palabra plural, inconmensurable, porque se trata en realidad de un colosal sistema fluvial de ríos y lagos en esa región conocida como la Amazonia, que se formó al emerger la cordillera de Los Andes. Ocupémonos de la cuenca del Amazonas con sus 6 millones 145 mil kilómetros cuadrados. Políticamente pertenece a varios países, a Brasil en su mayor parte, pero también a Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y las tres Guyanas, entre éstas la francesa (mil 183 kilómetros cuadrados), por lo que es lógico que un presidente francés esté pendiente de lo que ahí sucede. Amazonia, más allá de lo político, es importantísima para el equilibrio ecológico universal, como otras grandes selvas, que influyen y regulan el clima de la Tierra, y es obvio que es un tesoro del propio planeta, algo que no entiende el ignorante presidente Bolsonaro.
De esta realidad se desprende que en cierto momento la gran preocupación de Brasil y del entonces gobierno de izquierda del presidente Lula da Silva era la latente posibilidad de una globalización, na-tu-ral-mente bajo la égida de los países más ricos, Estados Unidos para empezar, esos que mandan su basura plástica a los mares también pertenecientes al planeta y sólo políticamente al cuidado en 300 millas ribereñas de los países costeros. Los países más ricos ya hasta han creado nuevas inmensas islas de desechos provenientes de “la civilización”, con los plásticos, entre otros productos.
Los brasileños saben en carne propia que la dicha globalización no es más que el imperialismo de multinacionales ávidas de toda la riqueza que hay en los países menos fuertes de este planeta. Y la Amazonia es una presa fantástica, no sólo por lo verde, las miles de especies vegetales y animales que ahí encuentran la vida, no sólo por su belleza, sino por sus riquezas mineras. Eso es lo que importa. Pero a otros no. Lo que quieren es extirparle su riqueza minera.
La Amazonia es uno de los mayores tesoros de vida en la Tierra y verla con los propios y deslumbrados ojos, vivirla con la propia piel y respirarla con el propio aliento, es una de las experiencias más mágicas, más alucinantes a las que pueda aspirar un terrícola. Ya no hablemos de sus habitantes originales que tienen todo el derecho de conservar esa patria maravillosa.
Por eso, a los que estamos conscientes que en el Universo infinito fuimos premiados con un planeta magnífico, excepcionalmente bello, de una fascinante diversidad, nos preocupan y nos duelen tanto los crímenes cometidos en su contra bajo el nombre del Nuevo Orden Mundial. Se nos retuerce el corazón con sólo pensar que se pueda seguir dañando a la Amazonia, una selva vital para la Tierra. Las junglas son tesoros verdes que todos los humanos debemos comprender y defender. Y no tendremos tiempo de entender si sigue su destrucción, porque antes desaparecerá el tesoro mismo, supuestamente para ganado, algún cultivo, pero sobre todo para que los ricos vean lo que hay adentro.
Los defensores-adoradores de las selvas no tenemos sólo una percepción romántica y panteísta –que después de todo es la filosofía correcta– sino que poseemos la alarmada comprensión de un peligro inmenso e incesante que acecha al único hogar que por el momento tiene la raza humana y muchas más.