Sin mucho ruido
Pre supuesto y visión de futuro
Todos los países incluyen las vulnerabilidades internas de sus economías, así como amenazas externas de los mercados globales en sus agendas de riesgo. En el caso de México, los indicadores financieros están en alerta amarilla.
Es verdad. No estamos en recesión. También es cierto, hay indicadores que se mueven en sentido contrario al ambiente de bajo dinamismo económico
Pero lo que está presente es que México puede estar entrando en una fase recesiva, lo que no implica que estamos en crisis.
Sin embargo, hay un coctel de variables de riesgo económico y político que se están mezclando y que pueden convertirse en una bomba molotov si no se atienden con seriedad.
El proyecto de López Obrador tiene dos motores principales: una creciente producción petrolera de Pemex y las posibles inversiones que lleguen con las reglas del nuevo tratado comercial de Norteamérica, el T-MEC.
En ese contexto, en el transcurso de la semana, se llevará a cabo la segunda fase de la disputa por el presupuesto de egresos 2020.
Hasta ahora el pleito presupuestal tiene de fondo el factor electoral y no tanto lo productivo. De hecho, la argumentación apela a la voluntad política e ignora el problema de caja que presenta la economía nacional.
En ese contexto el gobierno federal argumenta que los recursos públicos deben canalizarse a corregir las desigualdades sociales y desarrollar los proyectos prioritarios que a futuro fortalezcan la economía. Pero mantiene la visión de controlar el presupuesto como un ejercicio de poder político-electoral.
Sin duda hay que poner en el centro la necesidad de contar con un sistema que mejore las condiciones de vida de la mayoría, basado en cerrar la enorme brecha de desigualdad y ampliar el rango de oportunidades que tenemos en el país.
Para eso se requiere más que asistencialismo social, integrar a la economía a los sectores sociales que terminan aplastados por el actual modelo de desarrollo. Se necesita pues una economía que funcione.
México se desarrolló mediante el capitalismo de cuates que hizo historia. Pero nunca podremos desestimar la consideración ética que debería prevalecer en las acciones financieras; sin embargo, lo que verdaderamente ha funcionado en los países que envidiamos es la constitución de instituciones sólidas, honestas, transparentes, que ayuden a regular a los mercados, sin ahogarlos.
El capitalismo de cuates solo pudo implantarse mediante instituciones débiles o de simulación, donde el estado de Derecho termina siendo retórica y no una realidad.
Independientemente de que estemos de acuerdo o no con los modelos de desarrollo que han proliferado a lo largo de la historia, el punto común es que su desarrollo económico ha tenido líderes confiables, visionarios y enfocados en sentar bases sólidas para el futuro; un Estado de derecho real; instituciones fuertes para las que no hay excepciones a las reglas adoptadas por la mayoría, y ciudadanos que cumplen con sus obligaciones y ejercen sus derechos. No ha sido al cien por ciento, pero sí con mayor preponderancia.
No es tanto el caudillismo sino voluntades colectivas coincidentes en una visión de futuro. Que hay casos en que esos colectivos son minorías que se imponen a una mayoría, también es cierto.
El gobierno de la 4 T pretende relanzar ese ideal de transformación, pero requiere de una sociedad que lo abrace para convertirlo en un objetivo pleno y también de un liderazgo menos sustentado en decisiones personales sino en estrategia de un proyecto de Nación. En acciones congruentes con el discurso. En un marco legal mucho menos caprichoso y segmentado como el que hemos vivido.
La ansiedad y las falsas promesas no construyen el futuro, diría la abuela.