
Genio y figura
Regresando al pasado
La visión patrimonialista y la generación del poder por el poder, son elementos que agudizan la crisis que vive el sistema político mexicano. No es reciente. Esta crisis se inició desde el 2000, cuando el proceso de democratización de la sociedad mexicana se redujo a la alternancia en el poder.
Lo ocurrido durante el festejo del cumpleaños de Rubén Figueroa Alcocer no es una anécdota sino un claro ejemplo de la crisis en que vive la clase política nacional.
El 4 de noviembre estuvieron presentes en el festejo Ángel Heladio Aguirre Rivero (PRD), René Juárez Cisneros (PRI) ex gobernadores; Héctor Astudillo Flores actual mandatario estatal; Florencio Salazar Adame (priista, panista priista) Manuel Añorve Baños, aspirante a la gubernatura, Mario Moreno y las respectivas huestes.
Una primera de la lectura de la reunión es que el festejo no se hizo en Huitzuco, capital del figueroismo. Pero el elemento más significativo radica en el discurso Figueroa Alcocer.
El llamado enérgico a la unidad, para poder enfrentar la próxima contienda electoral del 2020 y aunque, como ocurrió después del 2000, en que el PRI se escondió atrás del Verde Ecologista, esta vez se cobijará con el PRD, se evidente que el báculo del tricolor en Guerrero lo lleva Figueroa Alcocer.
Este es otro elemento clave de la crisis política. La izquierda inicialmente visualizó que la democratización de México tendría que pasar por el desmantelamiento del partido-estado que se construyó en el post revolución. El PRI nació desde el poder y fue construido para garantizar la perpetuidad en sus manos. El PRI no nació para la democracia, fue instrumento construido desde y para el ejercicio autoritario del poder.
La Revolución Democrática, como ideario de las agrupaciones que se aglutinaron en el Sol Azteca tuvo claridad sobre aquello que constituía la distancia con el PRI. Pero la supuesta izquierda radical guerrerense no y se entregó amorosamente, entregó el PRD al proyecto personal de poder Ángel Aguirre Rivero que hoy busca la alianza con el PRI.
Tanto contradictorio como cuando el PRI aceptó el ideario de Carlos Salinas de Gortari que era antagónico a los principios de la Revolución Mexicana sobre los cuales el tricolor se sintió siempre el dueño absoluto. En ese periodo de mando, el PRI adoptó el neoliberalismo salinista sin modificar su plataforma ideológica.
Durante los últimos 20 años, la cultura política mexicana ha dejado ver pocos avances, en cuanto a una participación autónoma y propositiva que ayude al éxito de la democracia, a pesar de las transformaciones políticas que han ocurrido en el país.
Esto propicia que sigan prevaleciendo rasgos autoritarios como el clientelismo y el corporativismo, los cuales debilitan la democracia. Los pequeños cambios culturales se han dado en el ámbito electoral, donde no sólo hay una gran aceptación a la pluralidad y competencia entre los partidos políticos: ahora los ciudadanos consideran el voto ya no como un derecho sino como un arma política y de utilidad económica. Se le dio al voto un valor monetario más que de instrumento de poder.
Todo régimen democrático necesita de una cultura política que le sea congruente, que pueda promover la participación y fortalecer sus instituciones. Los principales actores del sistema político mexicano no están impulsado una cultura democrática.
Esta incongruencia puede conducir tanto a retrocesos en el ámbito institucional como a recrudecer las viejas formas de participación verticales y no autónomas.
Esa es la otra lectura del discurso de Figueroa Alcocer. De espaldas al electorado guerrerense y el padrón priista, repartió cargos de poder, desplazó al mandatario actual que tradicionalmente es el primer priista del estado y se asumió como el gran elector. Muy en el estilo de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.
Otro signo más estuvo en Ángel Aguirre Rivero, dos veces gobernador de la entidad y quien afirmó: “y si se apendejan lo voy a ser tercera vez.” Más que como un chistorete, habría que darle la seriedad debida de que el PRI no renuncia a su naturaleza antidemocrática.
La reunión del rancio priismo nos indica que no han descifrado los mensajes que ha envía el electoral particularmente en la elección del 2018. Tampoco han puesto atención a los estallidos que se multiplican en el resto del mundo donde la advertencia es clara: un hartazgo de la democracia simulada, de un modelo concentrador y excluyente de la riqueza nacional, que condena a las grandes mayorías a la sobrevivencia.
Pero en escenario, asoma la violencia irracional, el revanchismo y la ausencia de un proyecto de nuevo orden político social. La consigna que se expande es muy clara: ”ni de izquierda ni de derecha, somos los de abajo y vamos por los de arriba.” Pero los priistas no entienden, y lo peor es que no entienden que no entienden…
La rabia contenida por los agravios, es la madre de la violencia sin control, diría la abuela.