El agua, un derecho del pueblo
Pandemia: la contrainsurgencia del capitalismo
La gente común, a veces no tiene información de primera mano y de calidad que le explique los fenómenos sociales, pero sobre todo el día a día. Y por el contrario, está cargada de contenidos insulsos con los que bombardea la televisión.
Pero tiene a su favor dos factores que determinan su existencia cotidiana: la experiencia que dan los años, y el sentido común, que dijera el lugar ídem, es el menos común de los sentidos.
Mi padre tiene arriba de 90 años de edad y parece un viejo roble de hojas tristes y ramas colgadas por el peso y por el aire de la vida. No se ha enfermado de nada grave más que de gripes, cuando no eran padecimientos de preocupación, que sólo mataban a los animales de corral, que lo tumban por días en la cama pegado a un bote de alcohol y con las fosas nasales taponeadas de VapoRub, los que no paraba de aspirar hasta que ahuyentaba a la enfermedad.
Aún se anima a salir a “darle una vuelta a sus animales”, vacas y yeguas sin pedigrí a las que cruza con burros manaderos, para obtener mulares que año con año lleva a vender a los mixtecos que bajan de la sierra a la fiesta de Tata Chú, en el Cuarto Viernes de Cuaresma de Huaxpaltepec, Oaxaca.
Años atrás manejaba su camioneta. Ahora paga un chofer con todo y vehículo para que lo lleve a su rancho que se encuentra ubicado en un fértil terreno bañado por las aguas salitrosas del río de La Arena, a un lado de un poblado habitado por negros que se llama El Jiote —la gente de allá le dice El Fiote— dentro del municipio de Huazolotitlán.
Al otro lado del río, frente al rancho se encuentra Collantes, ya en la demarcación del municipio de Pinotepa Nacional. Más abajo, La Boquilla; luego, Puerto Minizo (Lago del Venado, en mixteco) donde desemboca el río que baja de la Sierra del Sur.
Le hablo por teléfono con relativa frecuencia para saber de su estado de salud. Antes de la contingencia, me comuniqué con él, obvio, y entre incredulidad y temor me preguntó sobre el coranavirus que aún no tenía nombre científico como hoy lo conocemos SARS-CoV 2 , ni tampoco la enfermedad que provoca el Covid 19.
Me dice:
—Misa ¿Será cierto eso de la enfermedad? O es política, cosa del gobierno para hacer algo que no quiere que sepamos?
El viejo, toda su vida vivió la dictadura del PRI y aprendió a no creerle a los que gobernaron aunque votaba por ellos.
No supe contestar con contundencia. Sólo me atreví a decir: “Todo indica que es real”.
Ya con la pandemia en México y en Fase 2, con carreteras cerradas a extraños, a familiares y visitantes a lo largo de la Costa Chica de Guerrero, mis explicaciones a mi padre salen sobrando. Él, como yo, encerrados por diversas razones médicas y de salud, estamos viviendo el miedo que nos provoca lo desconocido.
Sin embargo, no he dejado de documentarme para despejar al menos mis interrogantes personales y que ya compartiré con él cuando lo vea. ¡Cuántas ganas tengo ya de abrazar a los míos, apretarlos, hacer una fiesta, bailar, comer! Y que termine todo esto, que nos permita ser iguales como antes. Me temo que no será así, pero tampoco pierdo la fe.
Un amigo me envío una revista extraordinaria, Sopa de Chuâng, que reúne a un grupo de intelectuales de izquierda chinos y de otras partes del mundo y que se llama Chuân (un ideograma que que representa la imagen de un caballo atravesando una puerta. Significado: Liberarse, atacar, cargar, atravesar, forzar la entrada o la salida, actuar impetuosamente. (chuangguan): ejecutar un bloqueo. (chuangzuò): asistir a una fiesta sin ser invitado).
Leí con interés un artículo, un poco menos de 80 páginas, en el que se reflexiona sobre la pandemia titulado “Contagio Social. Guerra de clases microbiológica en China”.
Inicia con una serie de interrogantes que incluye la duda razonable de mi padre: la enfermedad como invención estatal, claro, intelectualizada, con historia y conocimientos sobre las diversas pandemias que han azotado el mundo como transferencias zoonóticas y afirman que la Covid 19 es un ensayo de contrainsurgencia mundial del Estado capitalista contra el proletariado.
“Este momento, aunque lleno de temor, ha hecho que todos se hagan simultáneamente algunas profundas preguntas: ¿qué me sucederá a mí? ¿A mis hijos, a mi familia y a mis amigos? ¿Tendremos suficiente comida? ¿Me pagarán? ¿Pagaré el alquiler? ¿Quién es responsable de todo esto? De una manera extraña, la experiencia subjetiva es algo así como la de una huelga de masas, pero una que, en su carácter no-espontáneo, de arriba hacia abajo”. Contundente el inicio y todo el texto.
Saqué dos o tres párrafos que me parecieron de interés y que hoy comparto. Para todos aquellos que quieran leer la revista, se las podría enviar por PDF.
“La muerte del Dr. Li Wenliang, uno de los primeros denunciantes de los peligros del virus, el 7 de febrero, sacudió a los ciudadanos encerrados en sus casas en todo el país. Li fue uno de los ocho médicos detenidos por la policía por difundir «información falsa» a principios de enero, antes de contraer el virus él mismo. Su muerte provocó la ira de los ciudadanos y una declaración de arrepentimiento del gobierno de Wuhan”.
Para cerrar la columna les dejo una de las conclusiones del trabajo que no es nada optimista sobre el futuro que ha trazado la sociedad capitalista, el neoliberalismo, para los pobres del mundo. Sistema social, económico y político responsable de esta pandemia y de las que vienen.
“Tales crisis sólo se harán más comunes. A medida que la crisis secular del capitalismo adquiera un carácter aparentemente no-económico, nuevas epidemias, hambrunas, inundaciones y otros desastres ‘naturales’ se utilizarán como justificación de la ampliación del control estatal, y la respuesta a esas crisis funcionará cada vez más como una oportunidad para ejercer nuevas herramientas no probadas para la contrainsurgencia”.
¡Ánimo!