El presupuesto es un laberinto
Elegir sin opción
Las candidaturas para la renovación de los niveles de gobierno estatal y municipal en Guerrero están por quedar definidas. La cantidad de nombres o suspirantes va reñida con la calidad políticos que puedan hacer una propuesta diferente al electorado. Esto es resultante de la descomposición en que se encuentra el sistema partidista tanto en el estado como en el país.
Si atendemos a la procedencia de muchos de ellos, son producto de una oligarquía y no de un trabajo político con la población.
Una ley de hierro de la oligarquía establece que cuando los partidos, carecen de instancias de juegos políticos internos, devienen en estructuras oligárquicas que dominan sus decisiones.
La estructura oligárquica implica que un grupo domina las decisiones y los partidos carecen de mecanismos internos de ampliación de las participaciones. Así por ejemplo, en el PRD gobierna una tribu y excluye a las demás, en el PAN decide a capricho el presidente en turno, en el PRI no hay más mando que el del presidente de la república en turno y en Morena el caudillo es López Obrador.
En teoría, los partidos políticos debieran ser el cauce de participación de la sociedad. El problema se está viendo en la actualidad: la aparición de candidatos independientes es producto del manejo oligárquico de los partidos políticos al decidir por la voluntad de la oligarquía dirigente; al no encontrar forma de competir por candidaturas, los aspirantes buscan espacios fuera, aunque no hagan más que enredar más el sistema de representación política.
El sistema de partidos como forma de expresión democrática ha derivado en un modelo de partidocracia oligárquica. Y esta situación ha llevado a una crisis de legitimidad: existe una mayoría que protesta en las calles y en las redes porque dentro de los partidos no existen condiciones de participación social.
Lo malo es que en el modelo de democracia representativa son los partidos el único mecanismo de intervención de la sociedad en los asuntos de la polis y constituyen la instancia fundamental de representación de la sociedad en la presentación de demandas al interior del sistema político para transformarlas en políticas públicas.
Esta situación ha llevado a la necesidad de una gran reforma política y del poder que comience por abrir los partidos a la sociedad; si no, cada vez más una minoría se impondrá sobre la mayoría que seguirá reventando el sistema en las calles y en las redes.
Cuando el PRI era el todopoderoso partido de Estado, una buena parte de los militantes de partidos y organizaciones de oposición tenían muy claras sus convicciones políticas e ideológicas. Pertenecer a un partido distinto al tricolor y a los satélites que lo rodeaban, era estar convencido de una causa. Ser militante entonces generaba muchos más riesgos que beneficios. Y orgullo.
Quienes formaban parte de la verdadera oposición, tanto de izquierda como de derecha, no obtenían beneficios económicos de su militancia. Por el contrario, aportaban dinero de su bolsa.
Los militantes de los partidos estudiaban, pasaban horas discutiendo no sólo quién tenía que ocupar el liderazgo del grupo, sino en torno a asuntos ideológicos. Se formaban en sus idearios políticos. Muchos de ellos fueron perseguidos, encarcelados e incluso baleados. Pero estaban convencidos de que había que luchar por transformar el país.
Y cuando México avanzó un poco hacia la democracia vino la gran paradoja. La posibilidad real de acceder al poder transformó a los partidos de oposición y a buena parte de sus militantes en el mismo PRI con banderas de otro color.
El pragmatismo, la lucha por el dinero y por los puestos de poder diluyeron las convicciones ideológicas, desdibujaron los proyectos políticos y degradaron lo que había de posturas éticas.
El llegar al poder y mantenerse en él se convirtió en la premisa básica. El poder no como medio para construir un proyecto de nación, de estado o de municipio, sino como un fin en sí mismo. De ahí que los partidos se alíen unos con otros no en función de su afinidad política o ideológica, sino en función de los cálculos electorales.
Especialmente vergonzosas han sido las alianzas del PRI, del PAN y de Morena con el Partido Verde Ecologista de México, cuya premisa es simple: aliarse con quien esté en el poder. Y aquí no hay quien se salve. PRI, PAN, PRD, Morena, Movimiento Ciudadano practican la promiscuidad política entre sí y con los partidos rémora que viven de juntarse con los poderosos, según lo que convenga en el momento. Aquí no hay principios, sino intereses.
Luego entonces iremos a un proceso electoral sin opciones de cambio.
El poder va siempre deslizándose gradualmente de los muchos a los pocos, porque los pocos son más vigilantes y constantes, diría la abuela.