Sin mucho ruido
La espera continua
Tanto a nivel local como nacional, el proceso electoral se ha centrado en la permanencia o no de la candidatura de Félix Salgado Macedonio a la gubernatura de Guerrero por parte de Morena. Pero hay dos factores que están pasando soslayados: la confrontación entre AMLO y el INE y las reformas cuyas iniciativas ya fueron entregadas a al Poder Legislativo.
El primero de los factores ocurre en el contexto de un embate contra todos los organismos autónomos y se conecta el segundo factor. Existen dos iniciativas para una reforma tanto al Poder Judicial, como a la Constitución además de las que puedan presentarse para modificar las facultades de los organismos autónomos.
En ese contexto las recientes declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre que en el INE “están convertidos en el supremo poder conservador, ya deciden quién es candidato y quién no”, podrían generar un clima de polarización política que podría desembocar en brotes de violencia.
El riesgo mayor radica en la imposibilidad de democratizar a la sociedad mexicana una vez más. Y es que no podría darse un proceso de democratización cuando los institutos que conforman el sistema partidista en México no nacieron para ejercer la de democracia.
La democracia interna en un partido político consiste en que se cumplan los mecanismos institucionales que respeten su forma de organización y se actúe con base en sus propias normas y procedimientos.
Se basa en el derecho de participación de los afiliados y el derecho de autoorganización de los partidos, normando su funcionamiento interno en reglas democráticas que se plasman en el reconocimiento de derechos y atribuciones propias de quienes se adhieren al proyecto partidista y se comprometen con él.
Una de las formas de expresión democrática, que no la única, consiste en la renovación periódica de sus cuadros directivos mediante procesos electivos, apegados a sus estatutos, sin que se generen conflictos, y en que se reconozcan los resultados sin ser cuestionados.
De esta forma se puede concluir que existen al menos cuatro elementos para identificar si un partido es democrático o no:
El respeto y la garantía de los derechos fundamentales en el partido.
La organización y los procedimientos internos.
Las corrientes en el seno de la organización.
Los órganos de control de su vida interna.
El incumplimiento de cualquiera de los cuatro elementos o bien de todos nos podría llevar a configuración contraria que es la oligarquización.
Se trata de un proceso que consiste en la apropiación de los puestos de dirección por grupos de interés en su interior. La lucha interna por el poder en cada partido en busca de su dirección produce fricciones y rupturas entre las corrientes que lo conforman, reduciendo su democracia interna y grado de institucionalización.
Es decir, los partidos del sistema político son agrupaciones oligarcas o terminan siéndolo.
La democracia fue pensada para proteger en buena medida los derechos de la oposición, la disidencia, los críticos, las minorías políticas y los gobernados en general, y de ahí los equilibrios institucionales y los contrapesos al poder.
Tras una larga hegemonía del PRI en México, se creó la idea de que los partidos de oposición, que buscaban y luchaban por abrir espacios democráticos, se comportarían desde el gobierno de manera consecuente, e incluso ayudarían a expandir y fortalecer la democracia. La realidad ha sido muy diferente.
El PRI accedió desde 1989 a abrir la democracia electoral, por su pérdida de credibilidad, aunada a una presión ciudadana cada vez mayor. Además, en la agenda de organismos financieros y acuerdos comerciales comenzó a figurar el tema de la alternancia en el poder y fue más preciso con la firma del TLC.
El PAN había tenido una larga historia de lucha democrática, pero al llegar al poder en el año 2000, no fue tan consistente con esa trayectoria. Descuidó algo que había prometido siempre; el combate a la corrupción y el fin de la impunidad. Y en ciertos momentos, tampoco mostró mucho compromiso con la democracia electoral.
El PRD, transformado en Morena y ahora en el gobierno, no deja claro el compromiso en materia política y electoral: Clientelas electorales a partir de programas sociales sin reglas de operación; super-delegados que pueden hacer precampaña en sus estados (como en Baja California); embate a instituciones autónomas que estorban. Y no modificará la cláusula de sobre-representación electoral que tanto criticó desde la oposición.
Y es que la democracia obstruye y limita en cierta medida a los gobiernos. Por lo cual, una vez en el poder, esos mismos partidos tendrán la tentación de restringir los contrapesos y reducir políticamente a sus rivales si le es posible.
El demócrata desde la oposición suele tornarse antidemócrata en el gobierno.
La diferencia entre una falsa democracia y una dictadura es que en la primera puedes votar antes de obedecer las órdenes diría la abuela.