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CANCUN, QRoo, 10 de mayo de 2021.- Mi mamá está bajo tierra. Sus huesitos tan delgados y su cabello, que nunca fue cano del todo, es quizá lo único que perdura en su ataúd.
En ese ataúd que nunca vi porque no pude estar en su velorio ni en su entierro –creo que no lo hubiera soportado–, no saben cuánto me arrepiento de eso.
Pero sé muy bien que eso es solo lo físico, que –como ella me lo dijo días antes de morir — una madre nunca se va del todo. Y sí, porque la siento viva muy viva en mí y en esa foto que está cerca de mi cama y a veces me ve sería y a veces como sonriente y no, no estoy loca.
Esta mañana desperté con una emotiva felicitación, pero no, no la de mi hija adolescente, que seguía dormida.
La de un amigo, que seguramente es un gran hijo, porque tiene una gran mamá, que le hace extender ese amor a las demás, Pepe.
Luego –así como somos de solidarias las mujeres– llegó la felicitación de Ginna, de Diana, de Sandy, de Lore, de Estrella, de Claudia, de Zoy… de Yeni, una maestra que es toda una mamá en clase y de Oyu, porque el 10 de mayo sirve también para refrendar la amistad ¡qué caray!
Y claro que hay que felicitar a todas, más allá de la parafernalia y de los no consumistas greench, que dicen que a las madres se les debe festejar todos los días.
Con todo y semáforo naranja por este Covid 19, que seguramente lo que menos tiene es tener madre.
La nota aquí.