Propuestas y soluciones
De culpas ajenas y propias
“Casi es imposible un acuerdo o alianza de, ya no todos, algunos sectores de la sociedad”, lamentó un amigo-lector en mi muro de Facebook la semana pasada, a propósito de lo que escribí ahí, sobre la necesidad de participar todos en la solución del problema de la polarización social.
El pesimismo implícito, un poco cínico del citado, rebotó en mi cabeza durante varios días, tantos que fui incapaz de pensar en argumentos razonablemente inteligentes para debatir su comentario. De hecho, al escribir esto sigo en las mismas, pero mi omisión me pareció displicencia por eso respondo con esta entrega, aunque precaria.
Primero, aclaro que califiqué de cínico el pesimismo de mi amigo-lector con todo respeto, pero también con franqueza, pues no lo considero un pecado personal suyo, sino colectivo y aprendido por los mexicanos del nuevo milenio.
Con eso en mente, agrego que seguí pensando y pensando en más argumentos razonablemente inteligentes pero… nada. De hecho, de tanto pensar el tiro me salió por la culata.
Particularmente, en la coyuntura del debate electoral sobre la narcoviolencia y el crimen organizado. Me explico, si uno piensa en las posibilidades reales de un acuerdo o alianza de y con todos, o algunos sectores de la sociedad, más temprano que tarde uno encuentra hartas imposibilidades, casi absolutas, de que eso suceda.
Y es que, ¿quién se atreve a negar o discutir algo tan evidente y visible? Tá’ cabrón, ‘tamos jodidos, divididos, enfrentados, distantes, desconfiados y/o coludidos por, en, y con casi todo. ¿Así cómo se construyen acuerdos y alianzas para cualquier cosa? ¿A qué y con quién convocar consensos, cómo y por qué despertar la participación social?
Ta’ cabrón, porque particularmente en este tema, todos o casi todos culpan y responsabilizan a los de enfrente de la bronca, sin el menor intento de diálogo ni ánimo autocrítico. Y porque, aunque sin duda los políticos y sus partidos son principalmente culpables y responsables, no sólo son ellos.
Por dar un ejemplo, los ciudadanos culpamos y responsabilizamos a los gobiernos y sus policías de la violencia criminal, ‘porque no pueden, no hacen, se corrompen, simulan, se coluden, se desentienden’. No hay duda, es evidente, lo que se ve no se juzga.
Pero, ¿y los ciudadanos? Tampoco reconocemos culpas ni cumplimos responsabilidades propias. Todos los sicarios, hasta los más crueles y desalmados, nacieron y crecieron en familias y comunidades nuestras, aparentemente normales. Todos los chavos atraídos y contratados por bandas criminales son hijos de madres y padres que debieron guiar, educar, proteger y formar.
¿En serio pensamos que la única responsabilidad es del gobierno y sus policías? A pesar de que cada día más jóvenes menores de 25 años engrosan las nóminas del crimen organizado, y las listas de detenidos y muertos de hechos violentos, ¿seguimos pensando que la culpa exclusiva es del gobierno y sus policías?
Obviamente, a los partidos y sus políticos les acomoda esa percepción colectiva. Por eso alientan el desafane civil, por eso manipulan a su favor la ingenua pasividad agresiva de las acusaciones ciudadanas, con retórica electoral.
Por mencionar el ejemplo más recurrente: si las cifras de homicidio registradas en lo que va de este sexenio muestran un incremento de 150 por ciento frente a los números de Vicente Fox, o de 208 por ciento a los de Felipe Calderón, o 99 por ciento a los de Peña Nieto, es lo de menos. ¿O acaso las cifras sirven a cualquiera de los mencionados, para presumir buenas cuentas?
Si le preguntan a este humilde escribidor, diría que todos confirman el fracaso de la política de seguridad del Estado mexicano, independientemente de partidos políticos.
Si la sociedad sigue ese juego, los gobiernos y sus policías seguirán simulando y fracasando como siempre; si los ciudadanos seguimos enganchados en esa narrativa, los políticos y sus partidos seguirán ganando mucho y perdiendo poco.