Corrupción neoliberal
Ernesto Guevara de la Serna, 93 años.
Un 14 de junio como ayer lunes, pero de 1928, exactamente 93 años atrás llegaba al mundo alguien que se llamaría Ernesto; Guevara por parte del padre y De la Serna por parte de la madre. Oriundo de Rosario, Argentina, los años le otorgarían después de mucho valor, arrojo y entrega, la nacionalidad cubana y, como él mismo diría, la ciudadanía del mundo entero.
Hombre al que los militares de su patria rechazaron al hacer el servicio militar por sus problemas de asma, médico de profesión, emprendió un viaje montado en una motoneta al lado de su amigo Alberto Granados. Visitó como en visión bíblica un leprosario; humanista irredento, rebelde, eternamente amoroso, poeta, escritor, marxista y revolucionario, eslabón más alto en la cadena humana, según sus mismas palabras.
Conocido mundialmente como El Che, miembro de una generación de hombres y mujeres valientes, vivió muchas batallas, la última si acaso en Bolivia la dio, no cuando cayó en combate sino cuando estaban a punto de fusilarlo, en palabras de su ejecutor con este diálogo:
“Cuando llegué, el Che estaba sentado en un banco. Al verme me dijo: ‘Usted ha venido a matarme’. Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. Yo no me atrevía a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande. Sentía que se me echaba encima y cuando me miró fijamente me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido podía quitarme el arma. ‘¡Póngase sereno —me dijo— y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!’. Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che cayó al suelo con las piernas destrozadas, se contorsionó y comenzó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en un hombro y en el corazón”.
Cumpliría 93 años este 14 de junio de 2021, el hombre al que muchos recordamos o profesamos admiración. Algunos lo ven como un afiche, una playera, otros como un referente político y revolucionario. Ojalá el mundo tuviera no sólo más Ches Guevaras, si no también más personas como Ernesto Guevara de la Serna.