Teléfono rojo
No es lo mismo, pero es igual
“A mí no me gusta esto de que tenemos el gobierno que merecemos”, comentó Carlos Juárez al referirme al polémico aforismo, durante la grabación del primer debate que organizamos en Óra que Cosa (OQC), a propósito de las reacciones de gobiernos estatal y municipal, y sociedad civil acapulqueños, por el terremoto del 7 de septiembre. En seguida, explicó: “Prefiero pensar que los gobiernos que tenemos son un reflejo fiel de la sociedad que somos tiene el gobierno que se merece”.
Obviamente, coincidí y coincido casi totalmente con mi broder y compañero de OQC.
Primero. Porque respeto lo que Carlos sabe, piensa y hace sobre estos temas. No por nada es director en México del Instituto para la Economía y la Paz, una red mundial compuesta de líderes y personas “dedicadas a solucionar problemas, quienes ven un planeta en que las personas se unen y toman acción para generar un cambio perdurable en el mundo, sus comunidades y en sí mismos”.
Segundo. Porque también me incomoda harto aceptar lo que dijo el filósofo Joseph de Maistre, en el siglo XVIII, “cada pueblo o nación tiene el gobierno que merece”.
Ergo, tercero. Porque me cuesta creer que hayamos hecho tan mal, para merecer gobiernos tan deatiro como casi todos los habidos.
Digo, sin ganas de ofender a los que se pudieran sentir aludidos, pero con toda franqueza, no sea necesita ser contralor ni fiscal, para ver y enlistar errores, desatinos, incumplimientos, opacidades, omisiones y despropósitos cometidos, unos peores y otros no tanto, pero todos, en sus principales compromisos.
Y cómo no coincidir totalmente con Carlos, particularmente sobre el terremoto, si la reacción de los gobiernos evidenció todas las debilidades institucionales, de servicio, de respuesta, de planeación.
Pero casi.
Porque después, al repasar las reacciones de la ciudadanía tras el sismo, los de la mesa de OQC reconocimos flaquezas y omisiones que no dejan mejor parada. Como dijo mi ex vecina Jimena Escobar, también parte de esa mesa: “Estamos muy descolocados como ciudadanía”.
Tanto, que el mismo Carlos lamentó: “como siempre, estamos en la hamaca, quejándonos del gobierno porque nadie no hace caso”. Seguro lamentó, sin decirlo, pues al final, lo que prefiere pensar resulta tan incómodo que lo que no le gustaba, “esto de que tenemos el gobierno que merecemos”.
De hecho, la misma idea que otro filósofo francés, André Malraux, modificó un siglo después. No es que “los pueblos tengan los gobiernos que se merecen, sino que la gente tiene los gobernantes que se le parecen”.
Como trovaba don Silvio, no es lo mismo pero es igual. Suena más decente pero resulta igual de trágico.