Teléfono rojo
Culpar al INE por lo que ocurra en la consulta de ratificación de mandato es norma del grupo gobernante. Las reglas en comunicación y publicidad que ellos mismos definieron y ahora reclaman al órgano electoral por hacerlas cumplir es parte del absurdo, como también el pretender que el Tribunal Electoral o el Congreso las anule. El espectro que preocupa es la poca participación y que la baja votación por el sí ratifique la vulnerabilidad del grupo en el poder en la elección de 2024.
La jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, ha sido la voz más activa en el intento de curarse en salud porque es la más expuesta, es quien tiene más por perder. Frente a una actitud de desafío a la ley, reclama al INE que le dé marcaje personal. Se trata de victimizarse ante el eventual incumplimiento de las metas de votación comprometidas con López Obrador.
La situación se complica porque no existe motivación para la participación electoral. Competencia e incertidumbre son las que mueven a los ciudadanos a asistir a las urnas, y el resultado de la consulta está cantado. La propaganda y el acarreo de votantes serán insuficientes para garantizar la afluencia que conceda legitimación al proceso y muestre el músculo del oficialismo para mostrar salud plena ante los desafíos electorales venideros. Los números serán poderoso mensaje e inequívoco testimonio.
El Presidente ha asignado cuotas a Morena y a los gobernantes afines. La referencia es la elección de 2018. De antemano se descuenta el umbral de 40 por ciento para que el ejercicio tenga validez. López Obrador esperaría poco más de 30 millones. Claudia deberá acreditar 2 millones 609 mil votos; misión imposible para ella y muchos otros gobernadores.
El piso son los números de 2021. Para Sheinbaum es bajo, toda vez que con esos se perdió buena parte de las alcaldías de Ciudad de México, además la participación electoral fue 10 puntos menor al promedio nacional. 2021 representa el peor resultado de la izquierda desde 1997, cuando se ganó el derecho ciudadano a votar por sus gobernantes locales. El desastre obligó a López Obrador a anticipar la sucesión presidencial y apuntalarla como la favorita. Aún así, la meta no es fácil, el sí deberá sumar más de 1 millón 577 mil votos.
La ratificación de mandato será un fiasco para las pretensiones políticas que la inspiran. La fiesta del 10 de abril habría de tornarse en desastre y poner al descubierto la debilidad del gobernante de cara a la elección presidencial de 2024. Las cifras tendrán consecuencia. Lo mejor para Sheinbaum será que todos incumplan a manera de eludir el marcaje personal del Presidente. Sin embargo, irse en el montón poco servirá. Más allá del intento de culpar anticipadamente al INE, los números de la ratificación de mandato son para ella ineludible prueba de ácido.
Federico Berrueto
@berrueto
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