Propuestas y soluciones
Este debate lo dimos en el seno de la Dirección Estatal del PRD allá por el 2006, cuando el zeferinato corrompía, digo, gobernaba Guerrero. Había quienes –la historia conoce los nombres– argumentaban que en Guerrero se vivía ya una transición democrática que auguraba un “Guerrero mejor”, cuando en ese periodo no se daba ni por asomo una alternancia en el poder. En su ejercicio, en las principales posiciones se privilegiaban cabezas priístas, tecnócratas, mentes ajenas totalmente al movimiento social, y los pocos dirigentes de una izquierda social estaban acotados, amarrados de las manos, y como en el caso de mi amigo Armando Chavarría (QEPD), aparte de todo eso, rodeado de quienes respondían a los intereses del gobernador de marras.
La izquierda nunca gobernó Guerrero ni en esa ocasión ni con el triste y corrupto gobierno de Aguirre Rivero.
Si bien es cierto que el PRD jamás fue el heredero puro de la izquierda, quienes recuerdan su formación saben que lo que quedaba de las izquierdas se diluyó al amparo de la sombra de los priístas que se incorporaron a la formación del partido del sol azteca, siguiendo un proceso de liquidación que los llevó en 2018 a ser comparsas del PAN, la ultraderecha mexicana, y en 2021 a ser un sector más del PRI en Guerrero y de ambos partidos a nivel federal, lo que constituyó un fracaso político total, una declinación ideológica aberrante y su prácticamente extinción como organización política. Después de 2024 los veremos integrarse como socios de Calderón en la ultraderecha y/o como cargamaletas de Alito en los tricolores.
Si contaba este partido con el privilegio de ser considerado como el beneficiario de la lucha social y política de la izquierda, lo cierto es que jamás pudo impulsar una política de este tipo en Guerrero. Lo que nos lleva a considerar que jamás hubo una real alternancia política en el gobierno del estado y menos se pudo impulsar una transición democrática.
La ultraderecha panista al servicio de los interesas más rancios de la política en México, y el priísmo más negociador al servicio del mejor postor, al servicio del que le genere ganancias, han pretendido endilgar el fracaso de este tipo de gobiernos al sector geopolítico de la sociedad mexicana identificado como izquierda. Incluso, al gobierno de Andrés Manuel López Obrador lo han querido encasillar como un “gobierno socialista”, y mas allá, “comunista” cuando el mismo López Obrador ha sido cuidadoso de no meterse en “camisa de once varas” en esos conceptos y ha preferido encuadrarse en el humanismo para calificar el enfoque de su gobierno.
El prianismo confunde las épocas cuando espantaban a la sociedad con sus gritos de “comunistas come niños”.
Guerrero sigue la línea en términos generales de no iniciar una real alternancia en el poder y mantiene todavía a sectores importantes de priístas buenos para el negocio y las ganancias en los más altos niveles de gobierno; la izquierda no gobierna ni gobernará por un buen periodo de tiempo al estado.
Cierto, Morena no se autodenomina un partido de izquierda. Una investigación o una encuesta realista, objetiva, honesta, arrojaría que, del total de militantes de este partido, acaso un 5% tendría un origen izquierdista, y peor aún, de quienes hoy gobiernan este país, encontraríamos que, si acaso el 1 o 2% de la burocracia mexicana tiene raíces de izquierda, lo que nos lleva a pensar que, en efecto, no hay alternancia política en el gobierno.
Si no se da la alternancia, mucho menos se puede dar la transición democrática, a menos que, como en el ámbito federal se cuente con una necia voluntad como la del presidente de la República, que busca a toda costa cambiar las reglas de una democracia secuestrada en beneficio de unos cuantos, y quiera dejarle a México condiciones de participación más justas y parejas. Porque debemos reconocer que los gastos que se generan en el INE, suntuosos y despreciables, no son estrictamente necesarios. La democracia no es la costosa, lo costoso lo generaron los partidos que, para ganar o mantener el poder empezaron a pervertir la democracia. Hoy que el presidente busca hacer eco de lo que todos los mexicanos anhelamos, “reducción de diputados y senadores, menos financiamiento a partidos e institutos electorales, menos propaganda física y en medios de comunicación, menos tiempo de campaña”, etcétera, los que levantan la voz son aquellos que están perdiendo la simpatía de los electores o que ya no pueden comprar los votos.
Guerrero necesita una transición de esa naturaleza. Se necesita un líder político, hombre o mujer que se atreva a tocar los intereses propios y extraños y eleve a la sociedad guerrerense a un nivel superior de democracia.
Recordemos que la democracia no empieza ni termina “cuando gano yo”, sino cuando utilizamos el poder para dar piso parejo a todos y todas. Eso todavía falta en Guerrero.
Que el 2023 sea el año de la transición a la democracia, aun y cuando en la alternancia nos quede a deber.
*El autor es delegado del gobierno de Guerrero en la región Centro del estado.