En el juego
Entre musicales y realidades: reflexiones sobre lo que vemos
Recuerdo al profesor de apreciación cinematográfica y el consejo más importante que me dio para disfrutar del cine: para ver una película, se va sin expectativas. Quizás ese consejo trasciende las pantallas, porque a todos lados hay que ir así: a un empleo, a una relación, a un sueño, a un lugar. Las expectativas, incluso del plan de nuestro día a día, pueden verse rotas.
¿Cómo podemos ir al cine sin expectativas en una época donde las redes sociales prácticamente nos han contado la historia a través de todos los canales de comunicación? A esto se suma que solemos prejuzgar un trabajo dependiendo de las narrativas de cada persona involucrada en él. Si bien el cine sirve para contar una historia y cada director elige cuál es y cómo hacerlo, hoy en día los propios actores y actrices, en ocasiones, han ocupado un terreno que busca volver su trabajo incuestionable.
Si un actor o actriz hizo un comentario que no nos gustó sobre la comida inglesa, si no comparten nuestra banda favorita, si alguno de ellos opinó en Instagram sobre nuestro partido político, o incluso si parecen haber sufrido bastante en una relación sexoafectiva —de la cual no conocemos realmente los detalles—, decidimos tomar un bando entre dos personas desconocidas. Esas opiniones personales terminan, muchas veces, definiendo nuestro gusto por el cine.
Y aquí surge algo que debemos cuestionar:entiendo que existe una campaña válida para no respaldar el trabajo de alguien que sea racista, clasista o misógino. Eso no es una “cultura de la cancelación”, sino un tema de ética personal.Sin embargo, ¿qué sucede si defendemos o apoyamos un proyecto simplemente porque nos agrada excesivamente alguien que participa en él? ¿No estaremos afectando nuestra perspectiva como espectadores? Incluso ¿Dejar de ser exigentes no implica que nos den productos incluso menos provechosos?
Pero, sobre todo, como latinoamericanos que consumimos productos occidentales, cabe preguntarnos: ¿qué implica consumir un cine que, en ocasiones, se burla de nosotros? Existe una línea muy delgada entre la ética y la falta de conciencia sobre cómo estos productos nos asimilan y nos representan.
Este mes han llegado dos historias especialmente discutidas en redes sociales: Wicked y Emilia Pérez. Primero hablemos de Wicked valorada por diferentes discusiones entorno a las dos protagonistas Elphaba (Cynthia Erivo) y Glinda (Ariana Grande) y aquí te presento una tabla para entender cuál ha sido la discusión fuera de pantalla de ellas:
Wicked
Esta historia plantea la permanente discusión entre Locke y Hobbes: ¿la gente es mala por naturaleza o son las instituciones las que la corrompen? En lo personal, me parece hermoso que se haya tomado la figura de una bruja “buena” que nace con la piel verde y es discriminada, lo que eventualmente la vuelve “malvada”. Pero, sobre todo, resulta significativo que la protagonista sea una mujer genuinamente poderosa, lo suficiente como para que el Mago de Oz —un hombre sin verdadero poder— busque manipularla. Él comprende que, para ganar, siempre debe encontrar un enemigo en común.
Es una gran historia. Incluso su coprotagonista, una mujer ambiciosa, determinada, inteligente, fuerte y astuta, brilla como una estrella. Esa es, sin duda, una gran historia. Una que toma el camino del héroe —ese que puede ser interpretado de maneras diversas en el cine o literatura— y lo utiliza para discutir uno de los debates políticos más antiguos de la humanidad.
Por eso no deja de sorprenderme que, detrás de cualquier proyecto, deba existir una mente maestra que entienda la publicidad y un mercadólogo que prevea la discusión. A veces suele ocurrir que pasamos ingenuamente de largo que el cine es un negocio.De por sí, la película está pensada para ser un éxito: es una inversión poco riesgosa porque proviene de un musical exitoso que, además, ya tiene por sentado que es una buena historia.
Sin embargo, las actrices y las narrativas personales tienen mucho que ver con sus personajes. Cynthia Erivo, quien interpreta a Elphaba es una mujer negra en un país racista y asume un papel tradicionalmente interpretado por mujeres blancas. Recientemente criticó el cambio entre los pósteres de la película, pues el original —el de Broadway— comunicaba la complicidad entre los personajes, mientras que el nuevo no expresa lo mismo. Su queja fue vista como una sobrerreacción, pero también como una postura sobre identidad y racismo. ¿No vive Elphaba esa misma narrativa siendo su piel de color verde?
Ariana Grande, en cambio, vivió una polémica distinta. Tras su divorcio, se habló de su relación con su coprotagonista, Ethan Slater, quien estaba casado en ese momento. Frente a las especulaciones, lanzó la canción “yes, and?”. Lo que en su momento demostró cinismo, afronta y la capacidad de demostrar la base sólida de fans que tenía, es decir, el enredo amoroso no causo ni un apice de diferencia sobre su éxito. Sobre el papel, ella misma ha dicho que este papel significa mucho para ella y que su preparación incluyó cambios en su peso y tono de voz, lo que ha generado críticas sobre su apariencia y bienestar.
¿Ven las similitudes? Me parece que incluso está bien hecho el trabajo de marketing de este proyecto, más allá de su mera difusión.
En la discusión popular sobre Wicked, surgen preguntas inevitables: ¿a quién le pagan mejor?, ¿por qué Ariana Grande parece tener más protagonismo si la verdadera protagonista es Elphaba? Sin embargo, hay un aspecto que me importa destacar: la voz en español de Elphaba, interpretada por Danna Paola, actriz y cantante mexicana.
Danna, quien ya dio vida al personaje en el teatro musical, realiza un trabajo excepcional en la película. Su interpretación logra algo fundamental: no escuchamos a la actriz que conocemos de la televisión o las redes, escuchamos a Elphaba. El vibrato, el sentimiento y la técnica hacen que el personaje brille con luz propia. Por otro lado, Ceci de la Cueva, una actriz menos conocida pero igual de talentosa, también sobresale al dar voz a Glinda. Su interpretación está a la altura del protagonismo que, por personalidad y fama, Ariana Grande proyecta. Es decir, el tiempo en patanlla fue mayor al que tenía en brodway, y eso permite a Ceci lucirse aún más en su interpretación.
Al igual que Ariana Grande, Danna ha tenido una discusión rondando por su cuello, el físico, porque la gente está muy interesada en preocuparse por gente que no conoce, pero si su amiga del trabajo adelgaza porque no le alcanza para pagar la renta, lo pasan totalmente por alto. Pues siempre estamos más enfocados en la vida de quienes lo que ruegan es que nos enfoquemos en su trabajo. Me pregunto entonces, por qué acá en vez de sentirnos representados por su voz, nos hemos concentrado en discutir su apariencia. Cuando ves Wicked con su voz, no escuchas a Danna, escuchas a Elphaba ¿no es eso lo que queremos? No es la actriz ni la niña que reconocemos en la televisión o en las redes sociales, es, de verdad, el personaje.
Aquí surge una reflexión interesante: las expectativas. Como público, debemos ser exigentes, no porque esperemos que quienes están en pantalla sean sobrehumanos, sino porque podemos reconocer el esfuerzo, la dedicación y el crecimiento de los artistas. Aquellos que hemos seguido la trayectoria de estas actrices hemos visto su evolución tanto en la actuación como en el canto.
La película, además, respeta a los fans y al producto original de Broadway. Se nota la inversión y el cuidado en cada detalle: la coreografía es extraordinaria, la fotografía es de calidad, las actuaciones son sólidas y el guion está bien trabajado. No es una película apresurada ni mal hecha, como suele ocurrir con proyectos que buscan simplemente generar ganancias. Este filme entiende lo que significa Wicked para los fans y lo que merece el público en general: respeto.
¿Por qué me importaría cuánto bajó de peso una actriz o si Ariana Grande tuvo un conflicto personal para juzgar su trabajo? ¿Por qué fijarme en nimiedades en lugar de ir al cine a VER la PELÍCULA? Wicked está tan bien hecha que logra integrar discusiones modernas como el capacitismo (a través de la hermana de Elphaba), jugando con colores vibrantes y alegres que, debajo de esa capa de rosa, esconden una reflexión profunda y desagradable.
Esta arriesgada y ambiciosa propuesta fue todo lo que no esperaba, pues, como neófita en el mundo de Oz, no es que no me hubiera interesado, pero nada había despertado tanto mi curiosidad como la oportunidad de comprender este estreno que estaba dispuesta a disfrutar. Fui al cine sin expectativas, pero sí con la saturación de los comentarios malintencionados y las discusiones interiorizadas que, más que sobre el proyecto, proyectan las inseguridades de los propios espectadores.
Es importante recordar que, como espectadores, el poder está en nosotros. Pagamos la entrada, elegimos los canales y, al final, nuestra crítica también pesa. Tal vez estamos tan acostumbrados a que nos vendan productos mediocres que olvidamos nuestro rol como público. Este proyecto, sin embargo, tenía que hacerse bien, y se hizo de manera extraordinaria.
En busca de Emilia Pérez
Por ello es que me sorprende cómo el mismo público que no se enfoca en valorar una buena película, salga a defender una interpretación en Emilia Pérez que deja mucho que desear, especialmente cuando desdibuja un tema tan serio como el de nuestros desaparecidos en México. Mientras tanto, una película como Wicked, que está bien hecha, se critica por aspectos irrelevantes, y se defiende la interpretación de otra película solo por la narrativa detrás de los actores. ¿Acaso estamos viendo cine, o simplemente nos dejamos llevar por lo que rodea a los intérpretes?
Pero de ese musical, hablamos la próxima semana…
Verónica Cervantes Maciel: politóloga.