La superioridad moral
Había estado esperando ver Emilia Pérez en los cines desde hace más de seis meses, todo porque, cuando supe que Selena Gómez estaba trabajando con Zoe Saldaña, me emocioné, me dije “es una buena oportunidad para que ella haga algo bueno”, no sabía nada más de la película, porque, como he dicho, al cine se va sin expectativas (aunque debo admitir que sí tenía algunas, por lo menos, esperanza) De alguna manera, me involucré con comentarios de ella en las redes sociales, todos asociados a buenas críticas e incluso vi por curiosidad algunos fragmentos de su interpretación en TikTok, no me atreví a juzgar la película o su actuación porque aún no la había visto.
Hace solo unas semanas, ocurrió algo que me obligó a verla a toda costa. Eugenio Derbez criticó la actuación de Selena Gómez y, al día siguiente, ella respondió en ese vídeo defendiendo su trabajo. Busqué en Google “Emilia Pérez en Cuevana…” y aunque tuviera una baja calidad, la vi, alternando entre los videos musicales en YouTube que están en HD. La película se estrena para México, en febrero. Así que la vi, y lo peor de todo no es la decepción, sino es el enojo, el repudio, y el miedo que me provoca que esto tenga más premios. Cualquier comentario que trate de defenderla me resulta inverosímil; creo que me la tomé personalmente. De hecho, voy a admitirlo: me la tomé muy personal.
¿Recuerdan el artículo de la semana pasada? Hablamos sobre wicked, y me gustaría discutir un poco sobre una de las líneas que redacté:
“como latinoamericanos que consumimos productos occidentales, cabe preguntarnos: ¿qué implica consumir un cine que, en ocasiones, se burla de nosotros? Existe una línea muy delgada entre la ética y la falta de conciencia sobre cómo estos productos nos asimilan y nos representan”.
Emilia Pérez (un musical) narra la historia de un narcotraficante llamado Manitas del Monte (Karla Sofía Gascón), quien decide hacer una transición de género. Contrata a Rita (Zoe Saldaña), una abogada mexicana que la ayuda con todo lo administrativo. Rita tiene ambición pero no muchas oportunidades, lo que la lleva a ceder. Cinco años después, Emilia (antes Manitas) contacta a Rita porque quiere recuperar a sus hijos, los cuales había abandonado durante todo ese tiempo, ya que los extraña. Rita viaja a Estados Unidos para traer a los hijos de Emilia y su exesposa Jessi (Selena Gómez), con la promesa de que tendrán una vida mejor en México, junto a su tía Emilia, la prima de Manitas. Una vez allí, Emilia sufre una revelación moral: de ser el narcotraficante que fue, se convierte en una mujer altruista que ayuda a miles de familias a encontrar a sus desaparecidos (los mismos que, siendo él, asesinó).
No entiendo por qué el director Jacques Audiard decidió realizarla. Es un cineasta francés que no habla ni inglés ni español (los dos idiomas principales de la obra) y, además, reconoce lo poco que estudió sobre México para hacerla. Esto, en principio, resulta indignante, y lo es para cualquier espectador que espera que un trabajo sea fiel a lo que se está llevando a cabo, especialmente cuando se trata de un tema que erosiona la vida en México. El tema de los y las desaparecidas no es un nicho aislado; es algo que ha afectado a una gran parte de la población y de lo que tú o yo podríamos ser víctimas, también, en un porcentaje dolorosamente alto.
¿Qué quiere contar la historia? ¿Es sobre lo que significa la renuncia al género? ¿Es sobre lo que implica la transición de género? Bien, entonces, ¿es una película sobre la experiencia trans? Respecto a esto, tengo algunas preguntas: ¿cómo se convirtió Emilia en una persona altruista? ¿Fue a raíz de su cambio de género? Porque, si es así, ¿no sería esto estigmatizante tanto para las mujeres como para la comunidad LGBT? Es decir, ¿las mujeres somos buenas por naturaleza? ¿No existen mujeres malas o criminales? ¿Un cambio de sexo implicaría también un cambio en tus valores y ética?
Además, los hijos que ahora ama son los mismos a los que abandonó durante cinco años, a los que les hizo creer que había fallecido. Y, sobre todo, los narcotraficantes que tienen una familia lo hacen porque precisamente el padre ausente es una figura totalmente normalizada. Como él en su momento, eso justificaba y afirmaba su poderío como hombre. ¿Por qué le interesaría recuperar parte de una vida a la que renunció? ¿Se trata entonces de eso? Es que, de ser así, nunca queda claro en ningún momento; nunca sabes realmente de qué va la película, porque todo el tiempo cambia.
Además, no es solo la trama lo que me resulta insoportable, sino también las canciones del musical, que son horribles. Cada una parece forzada, sin alma, como si intentaran llenar espacios vacíos en lugar de añadir algo relevante a la historia. La música, lejos de emocionar o conectar con el espectador, solo enfariza la falta de profundidad en lo que estamos viendo.
Mi amigo, el Doctor Guillermo Fernández Ampié, coincide conmigo en esta parte señalando que “La película parece que se propuso llevar al extremo esa idea tan promovida por los textos de ayuda personal, que insisten en que para cambiar la sociedad debes primero cambiar tú mismo, que el cambio está en ti. Así, Manitas, para cambiar y dejar atrás el mundo del crimen y la violencia en el que está inmerso, decide…. ¡cambiar de sexo! Es quizás el cambio más radical que podría proponerse una persona. De manera que el mensaje que transmite el filme pareciera ser: si quieres ser buena persona, cambia de sexo. Mejor aún, conviértete en mujer”
Asimismo coincidimos en lo que significa el rol de Rita, porque la protagonista ni siquiera es el personaje principal de Emilia, es Rita, la abogada, una mujer sin coherencia narrativa. El argumento inicial es que se trata de una mujer precarizada, entra de manera obligada a ser el apoyo legal de Manitas, pero al darse cuenta del beneficio, sus valores éticos no existen. Cuando Manitas la busca siendo Emilia, parece que ella de repente está enfadada con la forma ilicita en que se hizo del dinero y apoya la causa “altruista” de su amiga.
Por otro lado, y como mi primera motivación para verla, está el personaje de Jessi (Selena Gómez), una mujer que parece estar enfadada por la situación; tiene que irse a México por instrucciones de Rita, pero no quiere hacerlo. Una vez allí, no le quedan opciones más que obedecer, busca a un exnovio con quien le fue infiel a su marido y con quien planea casarse. El personaje no tiene mayor profundidad, y los diálogos que le dan son absurdos. No soy actriz y me resguardaré mis opiniones sobre si lo hizo bien o mal. Creo que no quiero centrarme en esa discusión, sino en que aquí me parece que recae lo más problemático de este filme: el personaje es soso, nunca explican que es una estadounidense aprendiendo español y, por ende, se le dificulta tanto. No tiene un pasado más que el de Manitas. Eugenio Derbez criticó la actuación de Selena, y ella brincó a defenderse con el siguiente alegato: “Entiendo tu punto de vista… Lo siento, hice lo mejor que pude con el tiempo que me dieron. No quita cuánto trabajo y corazón puse en esta película”.
No es que yo quiera defender a Derbez, sino que creo que su comentario refleja una estrategia de marketing conveniente: poner a una actriz incriticable. Esta actriz, que proyecta una imagen de bondad y sufrimiento, se ha beneficiado de una narrativa que la posiciona como intocable. Y esto no es algo pequeño, ya que el público mexicano debería sentirse ofendido por una película que retratar una caricatura burda de lo que somos, en vez de defender a una actriz que afirma haber hecho lo mejor que pudo con su español, cuando hace apenas tres años sacó un disco en el que su español se escucha perfectamente fluido (¿No es evidente cómo el español, en el caso de México, se convierte más en un negocio que en una verdadera identidad cultural, algo que debería respetar e importar realmente a ella?).
No sé cómo expresarlo sin que se ofendan, pero la película además solo utiliza a la comunidad trans por los mismos motivos que contrata a Selena Gómez, y a aquí está el problema: si cualquiera cuestiona esto, se convertirá en un excluido del Internet, aunque sus argumentos sean lógicos. Por eso Derbez tuvo que pedir disculpas. Y ahora, una película que se burla de nosotros, está ganando premios prestigiosos en Estados Unidos.
Las redes sociales y las estrategias de marketing no solo afectan a las figuras públicas, sino que también construyen narrativas que nos impactan como espectadores. A través de estas narrativas, se crea una imagen “intocable” alrededor de ciertos proyectos o personas, a pesar de que lo que se presenta en la película sea fiel a la realidad. Estas campañas tienen el poder de moldear nuestra percepción, otorgarles reconocimiento, dinero e, incluso, una “armadura impenetrable” que les permite decir y hacer lo que quieran sin rendir cuentas, aunque eso signifique burlarse de problemas sociales reales, como la crisis de desaparecidos en México. Y lo más preocupante es que, en lugar de cuestionar estos proyectos, como Emilia Pérez, muchos terminan premiándolos, reforzando aún más el daño.
Para mí, fue humillante imaginar que esa idea pudiera ser real, y que, al igual que en el final de la película, existiera un pueblo que, sin saberlo, estaría siendo ayudado a encontrar a sus desaparecidos por la misma persona responsable de sus muertes. Y lo peor: que le hiciéramos una marcha, con una manta donde casi la santificamos, para agradecerle su “trabajo”. ¿No será que, si Rita fuera una persona con ética, siendo mexicana, se revolcaría de asco y vergüenza por engañar a su propio pueblo?