
La República de la prosperidad compartida
El horror no acaba. La espiral de violencia continúa con su interminable estela de muerte, destrucción y dolor, cuyas marcas son tan profundas y contundentes que en vano tratan de minimizarlas manipulando cifras. Nada puede borrar que de manera reiterada veamos con impotencia cómo se desprecia la vida humana y se pisotea su dignidad, casi siempre con impunidad.
Las tragedias ocasionadas por la violencia criminal se han vuelto episodios costumbristas, parte de un tétrico paisaje al que, en mala hora, nos hemos acostumbrado. Ojalá el terrible golpe de realidad con al imagen de los zapatos amontonados en el campo de exterminio en Teuchitlán, uno de tantos, sirva para revertir el camino andado hacia la perdición.
Hay historias que hielan los huesos y cuesta asimilar que la maldad en estado puro que ahí se manifiesta esté tan cerca, acechando a la vuelta de la esquina, en cualquier lugar y a cualquier hora porque nadie puede estar seguro con un Estado de derecho endeble, cárteles poderosos y autoridades pasmadas o rebasadas, cuando no coludidas, que reaccionan mejor ante la amenaza de aranceles que al llamado de auxilio de víctimas que se multiplican.
Ayotzinapa no solo es promesa incumplida de justicia, también inmejorable oportunidad perdida. Ese terrible acontecimiento debió llevar al país a un punto de quiebre sin retorno para depurar al Estado de sus vínculos con el crimen: mediante acuerdo entre fuerzas políticas y sociedad poner a fin a la impunidad y establecer mecanismos de rendición de cuentas y controles efectivos contra la penetración delincuencial de las instituciones. Ocurrió lo contrario.
Los 43 jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa que policías entregaron a asesinos despiadados fueron utilizados políticamente por una opción electoral que no solo les dio la espalda, exacerbó las condiciones que hicieron posible el deleznable crimen. El esclarecimiento de los hechos chocó con el Ejército y ahí se quedó. No podía ser de otra manera tras la militarización exacerbada que llevaron a cabo quienes antes la cuestionaban. Aunado a ello se decidió evitar la confrontación con las principales organizaciones criminales, dejar hacer y dejar pasar bajo la consigna de “abrazos, no balazos” y el pretexto de “combatir las causas”, abriendo las puertas a su empoderamiento sin precedentes.
Mientras a los opositores les dedicaba los peores calificativos, López Obrador siempre mostró deferencia, comprensión y empatía con los criminales. A los primeros los contraponía con el pueblo, a los segundos los reconocía como parte de él. La participación electoral de los cárteles se hizo descarada: lo mismo amenazan y atentan contra candidatos -asesinaron a 40 y obligaron a renunciar a 7,400 en la última elección- que operan el día de la jornada. Por eso, y por su auge económico y extensión territorial, fortalecieron su influencia política en los tres órdenes de gobierno. En muchas administraciones cobran cuota, meten gente a nómina y dirigen la policía.
La Guardia Nacional reportó el 10 de agosto 2019 que había encontrado restos humanos calcinados en Teuchitlán, precisamente en la delegación La Estanzuela, donde se encuentra el rancho del horror. Cinco años después, en septiembre de 2024, ingresó a dicho predio, aprehendió a 10 sospechosos y confiscó armas y vehículos, pero no vio las evidencias de lo que ahí sucedía. Tampoco la Fiscalía estatal que lo resguardaba. Fue la organización Guerreros Buscadores de Jalisco la que, después de escuchar testimonios de sobrevivientes, ahí descubrió y documentó los zapatos, prendas, mochilas, hornos hechizos con restos humanos calcinados, cuadernos, etc.
Era un frenesí dantesco. Reclutaban jóvenes con mentiras, ofreciéndoles trabajo, y los secuestraban para entrenarlos como sicarios. Podían ser obligados a pelear hasta la muerte con sus compañeros o lanzados a chiqueros para ser atacados por cerdos hambrientos. A los asesinados ahí y en otros lugares eran cremados en hoyos.
Desde que López Obrador tomó posesión hay 60 mil desaparecidos, casi la mitad de los 123 mil registrados desde 1954. Sheinbaum pide que se le deje en paz al ex presidente… la que no tienen quienes buscan a sus seres queridos.