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La IA y la muerte de las preguntas
Michael Ende, autor de “Momo”, habla en su novela de los contrabandistas de tiempo, en una denuncia, por demás, encantadora, de las falacias del progreso.
La trama está enmarcada en la definición más utilizada de “progreso” que se resume en el avance de la rapidez y el acortamiento de las distancias, es decir, en la fórmula: si es más rápido, y más corto,hemos progresado.
Así, la magia de la nueva tecnología seduce con la rapidez y desdeñala riqueza de la tranquilidad, la meditación y la paciencia, lugares donde las preguntas se acunan y se amamantan del misterio.
Saber rápido; caminar rápido; llegar rápido; gozar rápido; “¿amar?” rápido.
Demasiada prisa tenemos; tal vez porque sabemos que somos efímeros y erróneamente pensamos que cuanto antes demos un paso, habremos vencido parte de nuestra finitud.
Vistaa detalleesa es,en realidad, la razón por la que nos seduce, particularmente en el campo de la comunicación, la inteligencia artificial; -contrabandista del tiempo que decía Ende. Realmente inexorable y artificialmente manipulable.
Embozada en una capa de eternidad e inmortalidad, la IA, se pasea al modo de los dementores de la novela de Rawlkin para absorber la historia de sus usuarios y hacerles creer que han vencido al tiempo.
Sin embargo, ayer, hoy y mañana, el tiempo es materia prima con la que se confeccionan las preguntas. Preguntar es parte de la condición humana y gracias a la pregunta, el ser humano no permanece en las cuevas de Altamira; gracias a la pregunta no se arrodilla ante el trueno; gracias a la pregunta puede tomar una aspirina para mitigar el dolor, puede beber cerveza; enviar un mensaje a kilómetros de distancia, y puede recibir un trasplante de médula.
Pero hay, dice Ortega, dos tipos de preguntas: las pragmáticas y las profundas.
La IA, es cómplice y señora de las preguntas pragmáticas;en tanto las preguntas profundas paulatinamente van siendo sepultadas
En efecto, las preguntas pragmáticas nos permiten hoy encontrar una respuesta en los avances antes inimaginables de la genética y de la medicina, en general. Nos ofrecen una expectativa de vida más prolongada y con menor sufrimiento. Benditas respuestas.
Pero, miro al joven y al adulto acudiendo a las redes y a los “buscadores virtuales” para resolver dudas, manteniendo una actitud pasivacon lo que esas redes les aportan, y me pregunto si estamos progresando. Porque, no nos engañemos, en esta sociedad globalizada, es mucho más bajo el porcentaje de los actores que generan respuestas, que de los espectadores que consumen en la economía de la búsqueda.
Decía Antonio Caso, hace más de 80 años, que la economía es un banco que nos permite alcanzar las galletas y una vez alcanzadas desechamos el banco.Estamos invadidos por los banquitos que nos permiten alcanzar las galletas.
La Inteligencia artificial está enfocada en darnos esos bancos. Y los utilizamos sepultando día a día la riqueza que implica hacer una pregunta profunda.
La pregunta es esencia de nuestra condición humana.¿Por qué ese afán de cancelarla? Si nos fijamos bien, la oferta de la Inteligencia Artificial se sintetiza en respuestas que cancelen las preguntas. Y no, no se trata de mirar con ojos fatalistas y melancólicos la marcha de la historia: mejor dicho, es mirar el avance de la historia sin cerrar los ojos y siempre alertas al canto de las nuevas sirenas; a las nuevas sombras de la Caverna de Platón con el fin de no ser seducidos por la promesa de una vida mejor sin que nadie sepa lo que eso significa.
En el mito de la caverna, de espaldas a la luz, los presos veían las sombras proyectadas en el muro. Las sombras no eran la verdad, aunque lo parecían. En el mito de la caverna participan los que manejan a las marionetas y las hacen aparecer con vida, aunque no la tengan. En el mito de la caverna solo se atreven a mirar la luz los arriesgados y quienes asumen que la verdad no es cómoda, que compromete y abre más preguntas. Solo escapan de la caverna quienes renuncian a la comodidad.
“Es un hecho -dirán los defensores irrestrictos de la inteligencia artificial”.“No hay marcha atrás. Nos toca a adaptarnos”.
Para lo cual hay tres respuestas:
1. No es un hecho; es la construcción de varios hechos; algunos en pañales
2.Sí hay marcha atrás; hacia el origen de las preguntas; antes de que las respuestas no tengan manera de ser cuestionadas.
3. No, no nos toca adaptarnosa menos que decidamos permanecer en la esfera del espectador que anhela llegar más rápido, estar más cerca y disminuir las distancias; es decir, desaparecer los caminos, sin darse cuenta que ese anhelo es, en realidad, la cancelación paulatina del espacio en que vive su libertad ypor ende, donde respira el misterio de su trascendencia.
Como en la novela de Momo,la gran incógnita es: una vez que hayamosahorrado los tiempos, ¿en qué invertiremos lo ahorrado?