
Teléfono rojo
No se reúnen con las víctimas, ni siquiera las llaman por su nombre, y, sin embargo, se presentan como representantes del “humanismo mexicano”. La falsaria etiqueta ofende, aunque estemos acostumbrados y llegue a resultar hilarante su demagogia orwelleana de jactarse de ser exactamente lo contrario a lo que sus actos indican, porque el dolor de miles de familias sí es real y la indolencia oficial es un nuevo agravio que las revictimiza.
La imagen de la señora Irma, puesta de rodillas por un comando de hombres encapuchados que la rodean apuntándole con rifles de asalto, grabando el infame video en el que pide a sus compañeros pagar la cuota a la organización criminal para que no acaben como ella, indignó con justa razón al país. La maestra jubilada de 62 años que manejaba un taxi para completar el gasto y fue secuestrada y vejada para intimidar a los demás taxistas extorsionados, apareció muerta a la orilla de la carretera. La gobernadora Rocío Nahle aclaró que murió por “un infarto tras ser violentada”. ¿Por qué no llamarle asesinato al asesinato? ¿Por qué atenuar la responsabilidad de los criminales? ¿Por qué sería menos grave que una secuestrada muera porque se le detuvo el corazón?
La presidenta Claudia Sheinbaum habló del tema cuando le preguntaron directamente en su conferencia matutina. Siguiendo el libreto usado por su antecesor, fue breve y genérica, reiterando los lugares comunes de lamentarlo mucho, decir que está abierta una investigación y adelantar que el gabinete de seguridad responderá las dudas el martes, evitando referirse a ella por su nombre. “Esta persona”, como se refirió a la maestra, se llamaba Irma Hernández Cruz, pero piensan que humanizar a la víctima en voz de la mandataria les perjudica.
En un país repleto de víctimas, les dan la espalda. Es algo que no quieren visibilizar, que prefieren echar debajo de la alfombra para que su existencia no desmienta su grandilocuente narrativa de logros imaginarios. Por eso López Obrador nunca aceptó reunirse con madres buscadoras, ni con padres de niños con cáncer, ni con niños huérfanos por la violencia, en fin, con nadie que contraríe la felicidad del pueblo decretada desde el poder y difundida con bestial propaganda.
Remarcan y replican los datos de homicidios dolosos que han ido a la baja en los datos oficiales, pero ignoran los de desaparecidos que, por el contrario, han crecido significativamente. Las bandas criminales ya saben que les conviene desparecer los cuerpos y, de esa manera, contribuir a la estadística que más le importa al gobierno y no llamar su atención. Pero los familiares, no se diga las madres, nunca dejarán de buscar a su seres amados. Por eso, aunque se quiera ignorar y ocultar, el dolor brota por todos lados, la sociedad está rota y con muchas heridas abiertas.
Además, las maquilladas cifras alegres no cambian la percepción de inseguridad. Videos como los de la influencer Valeria Márquez, asesinada mientras transmitía en vivo, o el de la maestra Irma Hernández que ya comentamos, son más elocuentes que las porras que el gobierno se lanza a sí mismo. Por desgracia, esos desgarradores episodios se repiten con frecuencia y, con independencia de si hay imágenes o no, dejan su dolorosa estela tras de sí. Las fosas clandestinas que encuentran colectivos de buscadores son noticia habitual. En algún momento el país tendrá que confrontarse con esa terrible realidad que se niega desde el poder y hacer el inmenso recuento de los daños.
Lo perverso de no nombrar a las víctimas ni de reconocer la deuda que con ellas tiene el Estado al fallar en su primera obligación, que es proteger la vida y la integridad de las personas que, por mandato constitucional, están bajo su manto, es que evita asumir la responsabilidad política de su incompetencia, mientras su propaganda pinta a un México inexistente y autocomplaciente.
Estos “humanistas” que aplastan lo más humano que es el pensamiento libre, asumiéndose representantes de un pueblo depurado y monolítico que no acepta en su seno al que discrepa y lo combate, han generado la peor crisis humanitaria del país desde la Revolución. Tendrán que hacerse cargo y responder por ello.