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Médula
Octavio Navarrete y sus Perfiles sin prejuicios
Quiero comenzar esta intervención, polemizando con el autor de la obra que hoy nos convoca, a quien tuve el magnífico privilegio de recibirle sus colaboraciones en infinidad de ocasiones en la Redacción, y por –supuesto leerlas primero.
–¡Grande y terrible! –me decía invariablemente al anunciar su llegada cuando cruzaba la puerta, para casi siempre agregar: “Aquí te traigo mi ensayo”.
Sin ninguna duda, Octavio Navarrete Gorjón, economista, analista, brillante intelectual oriundo de Coyuca de Benítez, de la más alta estatura en todos los sentidos, es también un extraordinario ensayista.
Nada más que en esta ocasión, la obra que nos presenta no es precisamente una recopilación de sus mejores ensayos, como aquí se les clasifica, sino de sus mejores perfiles.
Perfil es el arte de dibujar con palabras a una persona.
El perfil, como género periodístico, busca retratar la realidad de una persona, en todas las dimensiones posibles.
Hay quienes dicen que incluso, el perfil se aproxima a la biografía.
Se cree que un buen perfil, que se aborda desde todas las dimensiones posibles, puede estar a un salto del trabajo biográfico.
Pero la envergadura de esta obra, que recopila algunos de sus artículos publicados en distintos medios impresos, coloca al maestro Navarrete Gorjón en la ruta de un Plutarcoguerrerense, que deja constancia de hombres y mujeres que lo han marcado en diferentes momentos de su vida.
Pero Perfiles (Navarrete, 2015) va más allá del afecto y admiración personal, pues se trata del retrato de una veintena de personajes de talla de alcance universal, en ocasión de su partida eterna.
Destaca el extraordinario texto sobre el escritor y activista político del comunismo mexicano José Revueltas; y otros como el del despiadado centurión de la represión Mario Arturo Acosta Chaparro; del primer gran novelista de la guerrilla rural en México Carlos Montemayor; del ajedrecista inglés de la época Victoriana Howard Staunton.
También del fundador de la Universidad-Pueblo y gigante de la izquierda mexicana Rosalío Wences Reza; del único estadounidense que derrotó a los soviéticos en el campeonato mundial de ajedrez en plena Guerra Fría Bobby Fisher; de la compañera de lucha del profesor y comandante guerrillero Lucio Cabañas, la profesora Hilda Flores Solís; del gran compositor de Coyuca de Benítez, Ethel Diego Guzmán, entre otros.
Un rasgo característico en estas Vidas paralelas (parafraseando a Plutarco) es sin duda su estilo directo, de redacción pulcra y prosa impecable.
Sus costeñismos y palabras propias, como “encompadrar” y “trifurcar”, así como su característico paréntesis después del punto, aportan y engrandecen su trabajo.
Pero sobre todo, el principal rasgo que atesora esta obra, es que retrata a sus personajes sin prejuicios.
Por ejemplo, sin alejarse de sus profundas convicciones ideológicas, el autor propone entender la personalidad de una figura tan siniestra como la de Acosta Chaparro y la guerra sucia de los setentas en Guerrero, desde el entorno mexicano de la época.
Un contexto de ausencia de democracia, inexistente separación de poderes, caciquismo, violencia guerrillera, contrainsurgencia y la sumatoria trágica de todo ello: una sociedad paralizada por el miedo.
No se trata de una justificación ni mucho menos de una defensa del gran victimario que personalmente lanzaba al mar a los guerrilleros y a los sospechosos de ser guerrilleros, desde aeronaves militares.
Lo que advierte Navarrete Gorjón es que “en ese entorno y a contraluz hay que ubicar las tácticas y tradiciones del Ejército mexicano y también la relación con Rubén Figueroa Figueroa, así como la formación de éste y su propia historia familiar” (p. 19).
En el rigor del analista frío, sin perder el idealismo apasionado, se extiende en su argumento contra el maniqueísmo de la historia solemne y unidimensional:
En todos los casos, nos dice, el rencor, sentimiento legítimo de los ofendidos, no ayuda a explicar y mucho menos a construir. Resulta difícil pedir ecuanimidad al adolescente que no conoció a su padre porque otro ser humano le quitó la vida; pero aunque sea un sentimiento de justicia lo que mueva la pluma y el pensamiento, los analistas estamos obligados a escudriñar la racionalidad y la lógica de estos fenómenos sociales. (p. 19).
Esta búsqueda del análisis imparcial, donde no cabe, insisto, la visión maniquea de héroes y villanos, es tan difícil de asumirla cuando el culto a la “Historia de bronce” llega a extremos delirantes.
Una “Historia de bronce” que en México practicamos con fervor y que santifica a los “buenos” y sataniza a los “malos”.
Este punto de vista, que comparto con el autor, no impide que en esta obra de retratos individuales, asuma una postura crítica y comprometida sobre cada contexto y época de sus personajes.
Más cuando se trata de abordar generalmente los asuntos sociales y políticos de nuestro país, particularmente los que se registran en un estado como el de Guerrero.
Y esta es otra de las grandes virtudes de la obra del maestro Octavio Navarrete Gorjón: que las historias, aunque pueden leerse de manera separada, cuentan con el hilo conductor de una realidad de represión, injusticia y derrota, hasta cuando se habla del ajedrez.
Como una voz profética, de autoridad, premonitoria, uno de los textos incluidos, escrito en el año 2000, sentencia que Guerrero tiene en sus desaparecidos “una tragedia permanente”.
Pero como son desaparecidos, unos por aquí por la Costa, otros por allá en la Sierra, “y no muertos de machete, pistola o puñal”, son historias que hasta hace un año no ameritaban llegar al cine como la de San Miguel Canoa, que llevó a la pantalla grande Felipe Cazals.
Hasta hace un año…
Porque la tragedia de los 43 jóvenes estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, la noche del 26 de septiembre de 2014 y la madrugada del 27, confirmó lo que el autor recuerda como “la hipótesis de trabajo de la mayor trascendencia” en Guerra en el paraíso, de Montemayor.
Y es, que “durante décadas, el gobierno mexicano ha resuelto cada uno de los conflictos sociales en términos represivos. En ningún caso se propuso negociar pacíficamente”. Una cita que, por cierto, encontramos en la obra de Navarrete Gorjón en la cabalística página 43.
Así lo volvimos a ver en Guerrero este miércoles 11 de noviembre en el libramiento Tixtla-Chilpancingo, en otro ataque de represión contra normalistas de Guerrero y otros estados, por parte de una policía estatal que por reacción sistemática le dispara a estudiantes, con una desproporción que no es vista siquiera frente a la delincuencia organizada.
El punto, me parece, no es que sean vándalos ni que roben gasolina o secuestren camiones, aunque sus acciones, en efecto, son ilegales.
Lo que preocupa e indigna es que sean tratados con tal violencia por el gobierno, cual peligrosos delincuentes cuando se sabe que esa respuesta deriva siempre en peligrosos enfrentamientos con funestas consecuencias.
El diálogo es precisamente otro de los hilos conductores en la obra del maestro Octavio Navarrete Gorjón.
Un diálogo franco, inteligente y sensible, con el lector y con cada uno de los personajes que dibuja.
Personajes que, como el autor nos propone, son escudriñados sin prejuicios, como debieran ser escudriñados todos los líderes políticos, sociales y estudiantiles.
Estamos pues ante una obra que nos ratifica que la palabra clara y sin prejuicios, es más poderosa que las balas, que la represión y la injusticia.
La recomiendo ampliamente.
* El autor es director de Quadratín Guerrero. Texto leído en la presentación del libro Perfiles, el viernes 13 de noviembre de 2015, en el Instituto Internacional de Estudios Políticos Avanzados Ignacio Manuel Altamirano.