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TLAPA, Gro., 20 de agosto de 2014.- El Consejo de Jornaleros Agrícolas de La Montaña (CJAM) colocó mantas en puentes peatonales con mensajes de exigencia a las autoridades federales y estatales para que atiendan las problemáticas de dichos trabajadores del campo, tanto de los que se registran en la Unidad de Servicios Integrales (USI) de Tlapa, así como de los que están más desprotegidos y se van a su suerte.
Después de que una comisión intersecretarial para la atención a migrantes se reunió el año pasado, prometiendo entre otras cosas despejar un área para que autobuses que brindan servicio a jornaleros se estacionen sin estorbar, mejorar las condiciones integrales de los jornaleros desde antes de su partida, promover nuevas instalaciones y atención a la educación de niños jornaleros, muchas de esas propuestas se han quedado en palabras al no existir una verdadera propuesta de colaboración entre autoridades federales y estatales para atender a la población migrante jornalera.
Guerrero ocupa el quinto lugar de migración al extranjero y el primero a nivel nacional de migrantes internos. Según un informe de Tlachinollan, en los últimos cinco años se ha vuelto una entidad receptora de migrantes centroamericanos.
Por su parte los jornaleros agrícolas ocupan los estratos más bajos de la población mexicana. Reciben los menores ingresos y generalmente debajo del salario mínimo oficial; 40 por ciento de los jornaleros agrícolas son indígenas.
De los 19 municipios de la Montaña son ocho los que expulsan a mayor número de jornaleras y jornaleros; Metlatónoc, Cochoapa el Grande, Tlapa, Copanatoyac, Atlixtac, Xalpaltáhuac, Alcozauca y Atlamajanlcingo del Monte.
Durante la temporada de migración de septiembre de 2013 a enero de 2014, el Centro de Derechos Humanos de la Montaña, así como el CJAM detectaron que 97 por ciento de las personas registradas en la Unidad de Servicios Integrales (USI) son indígenas.
Las jornaleras han sido un sector en aumento pero vulnerado, sufren exclusión y goce limitado o nulo de sus derechos humanos, solo por el hecho de ser mujeres.
Las mujeres indígenas que trabajan como jornaleras viven en extrema pobreza tanto en su lugar de origen como en los lugares de destino.
Muchas de ellas hablan solamente una lengua y presentan altos índices de analfabetismo, altos niveles de desnutrición y están sujetas a distintas formas de explotación y discriminación.
Tlachinollan en su más reciente informe remarca que las mujeres indígenas de la Montaña realizan los trabajos más pesados y su percepción económica es igual o menor que la de sus esposos.
Una situación también crítica es la de los niños y niñas migrantes quienes no concluyen sus ciclos escolares, son víctimas de enfermedades, un bajo nivel de vida e incluso accidentes en el área de trabajo que les provocan la muerte.