Dejan un decapitado y otro muerto con torniquete en periferia de Acapulco
CHILPANCINGO, Gro., 31 de enero de 2014.- Una centena de militares fuertemente armados, policías estatales, federales y antimotines, así como un helicóptero del Ejército Mexicano recibieron al contingente de pobladores de Ocotito que pretendía participar en la Marcha por la paz.
Los pobladores vestían de blanco, portaban banderines del mismo color y palomas de papel en señal de paz. Llegaron en camionetas viejas de redilas.
Los militares y policías portaban armamento de alto poder; sus camionetas blindadas fuertemente artilladas estaban estacionadas estratégicamente, apuntando a la población.
* El contingente
A las 12:00 horas, cientos de habitantes de los ocho poblados que integran el Valle de Ocotito partieron a la capital a bordo de varias camionetas.
Se les unieron habitantes de la comunidad de Xaltiaguis, municipio de Acapulco.
Banderas, globos y vestimentas blancas, carteles y mantas en las que se exigía el cese a la violencia: el objetivo era participar en la Marcha por la paz.
El contingente recorrió sin problemas la carretera federal Acapulco-Chilpancingo, pero al llegar a la entrada de la capital, un helicóptero del Ejército Mexicano los sobrevoló repetidamente a baja altura.
Metros adelante, a la altura del hotel Parador del Marqués, se toparon con una centena de militares fuertemente armados, vehículos artillados apuntando hacia la población, policías estatales, antimotines y federales que ocupaban los cuatro carriles de la entrada al boulevard.
El Ejército y los policías impidieron el paso, el reloj marcaba las 13:30 horas.
Los pobladores descendieron de las camionetas y pacíficamente se apostaron frente a los cuerpos de seguridad, extendieron sus pancartas, sacaron las banderas blancas y gritaron al unísono: “¡Queremos paz!”.
* La orden vino de arriba
El promotor de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), Cresenciano Ramírez López se acercó a los mandos militares para preguntar el motivo por el que les impedían el paso a la capital.
Con el rostro cubierto por unos lentes negros y una gorra de camuflaje verde, el coronel Espinoza se limitó a contestar: “La orden vino de arriba”.
“¿Cuál es el delito del que se nos acusa?, ¿por qué nos niegan el libre tránsito?”, cuestionó nuevamente el promotor de la UPOEG.
“Es por seguridad, la orden viene de arriba, es sólo una pequeña revisión, primero los revisamos y luego les garantizamos su derecho de tránsito”, respondió el coronel.
Ni el fuerte ruido de las torretas y del helicóptero que sobrevolaba la zona apagaron el grito del pueblo: “¡Si soldado tu fueras con el pueblo estuvieras!”.
“Somos parte del pueblo”, respondió el militar en un susurro casi inaudible.
“¿De qué lado están?, ¿del lado del pueblo o de los delincuentes?”, insistió el promotor Cresenciano Ramírez López.
“La intención es que no vaya a pasar alguien armado, vamos a revisarlos y si no traen armas se pueden pasar”, le explicó a el coronel a los civiles, mientras varios elementos del Ejército sostenían sus rifles, apuntando al piso, pero con el dedo en el gatillo.
El comentario enardeció a los manifestantes que llegaron a la capital para exigir un alto a la violencia, armados únicamente con banderillas blancas, palomas de papel, globos y pancartas con mensajes de paz.
Entonces, le recordaron a los militares la falta de resultados positivos en el combate a la delincuencia e inseguridad.
* Pioquinto, bandera del movimiento
Metros adelante, aún había pequeños trozos de vidrio, evidencia del ataque a balazos que sufrió el empresario Pioquinto Damián Huato, el martes 28 de enero por la noche.
El ex presidente de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) promovió el ingreso de la Policía Comunitaria en Chilpancingo y acusó públicamente al alcalde Mario Moreno Arcos de colaborar con la delincuencia organizada.
La última vez que se vio de frente con el alcalde fue en una asamblea en el poblado de Ocotito, donde lo llamó bribón, mentiroso y reiteró en público la acusación de “narco” que sostuvo desde semana atrás.
Minutos después, al regresar a Chilpancingo, su camioneta recibió una lluvia de balas que mataron a su nuera e hirieron a su esposa e hijo.
“¿Por qué cuando pasó Pioquinto por aquí ustedes no estaban vigilando que no ingresará gente armada a la ciudad?”, gritó uno de los pobladores al coronel Espinoza.
“Pasen por la derecha para la revisión, agilicemos el movimiento”, fue la única respuesta del mando militar.
“¡Háganse a un lado ustedes!, ¡recuerden que el uniforme y las armas que traen son del pueblo!”, sentenció otro poblador.
Acercarse al coronel Espinoza fue sencillo, pero al abordarlo, un militar acercó una cámara fotográfica con la que retrató el rostro de la reportera.
“¿Quién dio la orden de impedir el paso a la población?”, se le preguntó.
“No doy entrevistas”, fue su respuesta.
Dio media vuelta y se retiró del lugar para hacer una llamada telefónica.
El sonido de las sirenas y el estruendo del helicóptero incrementó.
El coronel nuevamente se acercó a la zona de conflicto, momento que aprovechó el promotor Crecenciano Ramírez López para abordarlo una vez más.
“Coronel… ¿Vas a realizar esta vigilancia permanentemente en Chilpancingo para garantizar la seguridad de la ciudadanía, o es solamente para aplacar al pueblo que se manifiesta?”, le inquirió.
“Eso no tiene nada que ver, estamos tratando de garantizar la seguridad, en tanto se dejen revisar van a poder pasar”, contestó.
La respuesta molestó a la multitud que comenzó a rodear al mando militar.
“¿Por qué no se dirigen a la sierra, a Acapulco, a Tierra Caliente, a la región Norte, allá donde los necesitan, donde hacen falta, donde hay víctimas y muertes?”, cuestionó al coronel uno de los manifestantes.
“Pasan camionetas con gente armada frente a ustedes, con rifles de alto poder y para ustedes eso es legal”, gritó otro de los pobladores.
“Permítanme hacer la revisión rápidamente y podrán pasar, es la única condición, para que esto sea rápido no obstaculicen la revisión”, se limitó a contestar el mando militar.
“¿Quién les dio funciones para asumir funciones de seguridad pública en Chilpancingo?”, preguntó un reportero.
Entonces, el coronel Espinoza dio dos pasos hacia atrás, giró su cuerpo y emprendió la retirada.
Minutos después, el coche de un reportero fue objeto de revisión por parte de los militares.
“¡Trae bombas!, ¡nos mandaron los talibanes!”, gritó sarcásticamente un periodista.