Propuestas y soluciones
Rector priísta de UNAM pondrá como sucesor a rector priísta
Los que se rasgan las vestiduras por la posible intervención gubernamental y del PRI en la sucesión de rector en la UNAM parecen olvidar que once de catorce rectores de 1945-2015 militaron en el PRI como universitarios.
En problema con el rector de la UNAM no se localiza en su militancia priísta sino en su papel estabilizador entre el sistema político priísta y la comunidad universitaria.
Por ejemplo, Juan Ramón de la Fuente saltó del gabinete presidencial de Ernesto Zedillo y de su fracaso como aspirante a la candidatura presidencial priísta en el 2000 a la rectoría de la UNAM para avalar la entrada de la policía para detener a militantes del CEU que la habían tomado, a fin de que no interfiriera con la campaña presidencial de Francisco Labastida Ochoa.
Uno de los argumentos más importantes para que el rector provenga del PRI es evitar el error político del rector Javier Barros Sierra, paradójicamente uno de los más venerados por los universitarios por su papel de liderazgo estudiantil en la crisis de 1968.
Sin embargo, Barros Sierra aparece como el responsable de la crisis universitaria que se ahogó en Tlatelolco: salido del gabinete de López Mateos, arribó a la UNAM para contribuir a la estabilización, pero en el 68 prefirió liderar la rebelión estudiantil contra el gobierno y contra el Estado, y la UNAM se quedó sin mediador.
En el fondo, Barros Sierra tuvo un resentimiento con el presidente Díaz Ordaz: en la sucesión presidencial de 1964 que estaba arregladísima para Díaz Ordaz, tres miembros del gabinete se metieron para aprovechar la debilidad de López Mateos por su enfermedad: Raúl Salinas de Gortari, Antonio Ortiz Mena y Barros Sierra. En el gabinete hubo fricciones entre Díaz Ordaz y Barros Sierra, como cuando una vez se toparon a las puertas del despacho presidencial y Díaz Ordaz le cedió el paso a Barros Sierra diciéndole “primero los sabios”; y éste contestó “primero los resabios”. En el 68 no hubo diálogo Díaz Ordaz-Barros Sierra.
Los rectores salen del gobierno a la UNAM o usan la UNAM para catapultarse al gobierno: el rector priísta actual José Narro Robles –que ha laborado en Salud y Gobernación, y fue presidente de la Fundación Cambio XXI del PRI– buscará imponer a un sucesor funcional al PRI; doce de los quince miembros de la Junta de Gobierno que controla el poder en la UNAM fueron colocados por Narro. Por tanto, como en las sucesiones presidenciales priístas en la UNAM rector pone rector.
La UNAM es un factor de estabilidad política y social del Estado priísta y del sistema político priísta. Al finalizar su gestión como rector, Narro Robles dice tener asegurada una posición en el gabinete presidencial priísta. Lo de las propuestas de los aspirantes es una maniobra de distracción porque nadie que busque una gran reforma de la UNAM llegará a la rectoría, debido a que al gobierno priísta le conviene mantener la universidad como está y no reformarla.
En ciencias políticas, economía, derecho, ingeniería y medicina de la UNAM se preparan todavía los recursos humanos para el gobierno priísta. La ruptura de la permeabilidad UNAM-gobierno en el 68 provocó la protesta estudiantil ante el desempleo profesional. El candidato a rector que menos reformas proponga y mayor confianza tenga del PRI y del gobierno será el sucesor de Narro.
Sólo para sus ojos:
Aunque lo disfrazaron de más tiempo, el expediente de la marihuana no cayó bien entre los ministros de la Suprema Corte. El retraso podría estar anunciando el rechazo a permitir siembra personal y consumo.
En Guerrero parece que todo quedará en dardos verbales del nuevo gobernador Astudillo contra su antecesor Ortega porque hay de por medio un pacto federal con el PRD.
No muy bien han caído en Nuevo León el lenguaje de ranchero del gobernador El Bronco, sobre todo porque a veces suenan como a insultos. Y las malas palabras sirven en el rancho pero no en la sociedad. Pero en el fondo ese lenguaje revela la impotencia del gobernante para cambiar las cosas en el gobierno.
Desconfianza en la Secretaría de Relaciones Exteriores en el sentido de que el nuevo cónsul en Barcelona, Fidel Herrera Beltrán, pueda entender la crisis separatista y no informe con prontitud ni con veracidad. Pero el error fue enviarlo cuando ya se veía venir la crisis en esa parte de España.