Sin mucho ruido
Empresarios armados… ¿la sociedad hacia el estado de naturaleza?
Ante la ola imparable de violencia diferentes grupos sociales han intentado formas de protegerse que van desde el activismo pacifista, hasta empuñar las armas.
Unos, como el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad emprendido por el poeta Javier Sicilia, lo hicieron mediante foros y manifestaciones pacificas que se llevaron a cabo por todo el país.
Organizaciones comunitarias han intentado llenar el hueco dejado por el Estado en la protección de sus familias, como las autodefensas en Michoacán, y en Guerrero, la CRAC, la UPOEG, el FUSDEG, la Comunitaria Tecampanera y los civiles armados de Zotoltitlán en Apango, hartos de secuestros y extorsiones.
Ahora los empresarios de la Coparmex, al buscar se les otorgue una licencia para portar armas se suman de facto a ese tipo de acciones, que no son sino la manifestación más desesperada de una sociedad que clama por una solución al tema de la seguridad.
Ellos, los hombres de empresa que llamaban a las organizaciones comunitarias a respetar la Ley, a no tomar la justicia en sus manos, y a no espantar la inversión, ahora se ven obligados a pedir la portación de armas. Con la autorización del Estado, sí, pero finalmente armarse para protegerse a ellos, a sus familias y a su patrimonio, como lo haría cualquier campesino. El crimen no respeta estratos sociales.
Las licencias de portación de armas a particulares, tanto a personas físicas como morales, son permitidas por la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos por circunstancias especiales del lugar donde tengan su domicilio.
En este caso, las circunstancias especiales son más que evidentes en el estado que ocupa el primer lugar nacional en homicidios, y que tiene como polo de desarrollo a la cuarta ciudad más violenta del mundo. De hecho, empresarios de seis municipios han comenzado a tramitar sus licencias.
La situación es crítica, pero más preocupante es el hecho de que los ciudadanos de bien deban o pretendan portar armas para defenderse.
Thomas Hobbes afirmó en su libro Leviatán que “durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos”, lo que se conoce como estado de naturaleza.
Voltaire afirmó en su Tratado sobre la tolerancia que la perversidad del hombre es tanta que siempre necesita un freno.
John Locke en su obra Tratados sobre el gobierno civil afirma que el estado de naturaleza es gobernado por la ley de la razón, que enseña “que ninguno debe dañar a otro en lo que atañe a su vida, salud, libertad o posesiones”.
El freno al que se refiere Voltaire es la religión, pues habla de que los hombres necesitan supersticiones a las cuales temer para normar su comportamiento hacia los demás; el poder común al que alude Hobbes, estaría representado por el Estado, y la razón de Locke, quien considera el estado de naturaleza como el más libre, no se encuentra por ningún lado en esta brutal actualidad que se vive en casi todo el país.
La sociedad es víctima de grupos criminales que no tienen ningún temor ni a Dios ni al Estado. Una parte cada vez más creciente de la sociedad trata de llenar el vacío que observa en las capacidades del gobierno para darle seguridad a cambio de sus impuestos; pero además, rompe con los dogmas religiosos que le prohíben hacerse justicia por su propia mano.
Ya hemos visto como en las organizaciones comunitarias se han dado confrontaciones internas por los liderazgos como ha sucedido en la CRAC, o entre organizaciones como la UPOEG y el FUSDEG.
¿Cómo pensar que la razón sería mayor entre los empresarios, como para no terminar enfrentados entre ellos cuando la única que encuentran ahora es la de portar un arma? ¿Qué los hace diferentes como para que esto no termine en una guerra de todos contra todos?
Esta es una seria llamada de atención de la sociedad guerrerense hacia el Estado Mexicano. Ya lo dije antes y lo repito ahora, si Ciudad Juárez, Chihuahua que fue la ciudad más violenta del mundo ya no figura siquiera en esa lista, ¿por qué no se puede hacer lo mismo con Acapulco, o con el estado de Guerrero que transitan desde hace tiempo del estado de indiferencia, al estado de naturaleza?