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CIUDAD DEL VATICANO, 26 de abril de 2014.- En el testamento de Juan Pablo II, firmado en marzo de 1979, dejó como encargo a su secretario personal durante cuarenta años, Stanislaw Dziwisz, quemar sus notas personales. Pese a la petición el cardenal arzobispo de Cracovia no cumplió la petición.
Según información publicada en el portal Te Interesa, los cuadernos personales de Wojtyla han salido a la luz este mes en un libro “Estoy en tus manos. Cuadernos personales 1962-2003” (Planeta) que recopila sus apuntes inéditos. Para todos los que lo culpen de traición, Dziwisz se justifica ya en el prólogo: “Seguí fielmente su Santa voluntad después de su muerte, en 2005, y distribuí todas sus posesiones, especialmente sus recuerdos personales. Sin embargo, no tuve el valor de quemar los cuadernos que había dejado tras él, porque contenían importantes informaciones sobre su vida. Los había visto sobre su escritorio pero nunca los había abierto”. Lo que no explica es por qué ha callado hasta ahora.
A través del cuaderno personal recorremos 40 años de meditaciones y oraciones profundas y también de los desvelos que ocupaban los pensamientos del Papa, entre ellos, las divisiones en el seno de la Iglesia, el celibato de los sacerdotes o los retos de la evangelización. Los escritos nos revelan, al mismo tiempo, la parte más humana del Pontífice.
“Son la llave que da paso a su espiritualidad, es decir, la parte más íntima de cada ser humano. Las notas parecen revelar otra cara del hombre al que conocíamos como el Arzobispo de Cracovia y de Roma, sucesor de San Pedro, pastor de la Iglesia católica”, dice el cardenal Dziwisz.
Un auténtico diario papal, en el que apreciamos una evolución desde sus primeras reflexiones, a los apuntes escritos ya en los últimos años de su vida. Un recopilatorio de citas, propias o extraídas de la Biblia, y escritas con desorden, que van conformando al Papa más íntimo, el que acababa descubriéndose siempre: el Wojtyla niño que creció bajo el asedio nazi a su querida Polonia, que tuvo que enfrentarse a la muerte demasiado temprana de su madre. A través de la lectura de estos cuadernos, descubrimos también a un Papa escéptico a la unidad de las iglesias y que miraba con cierto recelo el Islam:
“Iglesias orientales: apego a los Padres. Ortodoxos y católicos: devoción a la Virgen, también los musulmanes. ¿Tendrá la Providencia un plan particular para estos pueblos? ¿Para estas Iglesias? (:::) Significado del Concilio. Diálogo con el Islam dificil. Celo religioso de los musulmanes; Harán falta siglos para el acercamiento con los cristianos por medio de la fe en un solo Dios, pero confiamos en la acción de Espíritu Santo”, se puede leer en uno de sus apuntes.
Recorremos también algunos de sus pilares. Dios, como centro de todo, “Lo importante es que hagamos del Señor nuestro centro de gravedad”, escribe, y más adelante añade, “Al atardecer de tu vida te examinarán de amor”. También, su profunda creencia en el perdón. “También pertenecen a la Iglesia los pecadores, la Iglesia es Madre llena de misericordia”.
Y sus reflexiones sobre el controvertido celibato: “el sacerdote no se escapa ni se salva del nervioso ritmo de la vida de hoy. Para hacer frente a esto y conservar el estilo santificador del ministerio sacerdote, sobre todo hace falta oración, meditación para la Palabra de Dios…(…) el celibato posee un sentido antropológico”.
También medita en varios momentos sobre las fracturas en la Iglesia y sus grandes amenazas. «Problema de la vacuidad en el fundamento de las defecciones de sacerdotes. El obispo sabe qué amenaza a los sacerdotes hoy (neomodernismo, Bultmann, Küng), materialismo práctico, pesimismo (“la vida temporal no es el valor más alto”, en palabras del padre Kolbe). Falta oración, pasión por el studium; el obispo sabe que a los sacerdotes les hace falta unidad, amor mutuo, apertura al mundo. (La Iglesia siempre debe reformarse)».
Y recoge sus sentimientos tras su elección como Papa, vinculándolo a un hecho doloroso:
“El 13 de octubre de 1978 mi querido amigo el obispo Andrzej Deskur sufrió inesperadamente un ictus que le causó una parálisis parcial. A pesar del tratamiento en el Policlínico Gemelli, y más tarde en Suiza, la parálisis no retrocedió. El 14 de octubre visité a Andrzej en el hospital, yendo hacia el cónclave que debía elegir un sucesor tras la muerte de Juan Pablo I (26 de agosto-28 de septiembre de 1978). No me es difícil relacionar el hecho de que el 16 de octubre fui elegido para ser ese sucesor con el acontecimiento que precedió tres días a esa elección. El sacrificio de Andrzej, mi hermano en el episcopado, me parece como una preparación para este hecho”
El de Juan Pablo II no es el único diario papal que conocemos. Los apuntes personales del Papa Juan XXIII, que mañana será también canonizado, se hicieron públicos también tras su muerte, descubriendo a un hombre que confiaba en el ser humano por encima de todas las cosas y apostaba firmemente por una Iglesia abierta al mundo.