Médula
Sabina sobrevive a su leyenda
“Para la poesía siempre hay tiempo. La poesía no envejece”, le respondí a mi hija menor después de escuchar su respuesta despiadada y desilusionante a mi invitación a un concierto.
— Esa es música para viejitos, me dijo la reguetonera en flor.
Dos o tres meses antes del concierto de ayer 9 de diciembre en el Auditorio Nacional le informé que había adquirido tres boletos preferentes para escuchar la propuesta poética musical, como si la poesía no fuera también música, de Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat y que ella sería mi invitada especial con su madre a esa cita con el destino.
Llegó la noche. Una ciudad invernal con un mar de gente me abrió las piernas en el coso de avenida Reforma. Afuera, la vendimia de los más insospechados objetos que pretenden detener en la memoria del circunstante el enésimo show de estos simpáticos gachupines, adultos mayores que vindican la juventud eterna a la altura de los genitales, que beben tequila, le cantan a México, cantan rancheras, como José Alfredo y una tal Chavela.
El pabellón reúne un poco menos de 10 mil devotos sabinescos que corean todos los estribillos de una antología de canciones seleccionadas por el Dylan español.
Más seguidores de Joaquín que de Serrat, me dice el unísono de este coro que niega cualquier Babel y legitima al español como lengua de la poesía esta noche de música y rock. Un tema en catalán de Serrat lo interpretan a dúo, Joan, arrastrando la voz que se apaga, mientras Sabina raspa sus acordes como magnífico intérprete hasta de los temas ajenos.
“No hay dos sin tres”, es el nombre de la gira que ha recorrido España, ha caminado a salto de mata por algunas capitales sudacas sacudidas por la esperanza de utópicos movimientos sociales o golpeado por la terca realidad del conservadurismo neoliberal que sacó sus fauces de policía hambrienta de sangre en La Paz. La gira con su programa, viejas canciones y diálogos divertidos, inteligentes, sarcásticos, sobre anécdotas de una larga amistad entre los cantautores, no le da la vuelta a los asuntos de la vida cotidiana de Europa y Latinoamérica.
Es también un homenaje merecido a la migración y a los migrantes que dejan enterrados y ahogados sus sueños en el mar, en busca de mejores condiciones de vida. Las imágenes coloridas sobre pantallas gigantes son el background de un tablado que se acondiciona de acuerdo con lo que va ocurriendo en el escenario con propositiva plástica que no sólo complementa, sino que enriquece el diálogo entre cada uno de los actores del performance.
“Ni ángel con alas negras/ni profeta del vicio/ni héroe en las barricadas/ni ocupa, ni esquirol/ni rey de los suburbios/ni flor del precipicio/ni cantante de orquesta/ni el Dylan español”, fue uno de los muchos temas revisitados por Sabina, que ya sus seguidores le reclamamos, le exigimos un concierto con un escenario para él solito. El tiempo apremia para todos, para él y para nosotros.
Sin pretender negar nada, Serrat con un chorrito de voz que administra muy bien con dos coristas extraordinarios que lo rescatan como ángeles de Machín en el tránsito de las notas altas, revistó sus temas conocidos por la concurrencia.
Mi invitada especial, mi hija, que aceptó sólo reconocer los dos o tres temas de este “vendedor de humo” que han saltado a la fama mediática nacional, se declaró esa misma noche de anoche, admiradora para siempre de esto, pirata cojo “Con pata de palo,/con parche en el ojo,/con cara de malo,/el viejo truhan, capitán/de un barco que tuviera: por bandera/ un par de tibias y una calavera…” Y pidió afiliarse a la congregación de esta iglesia de creyentes en la música y la palabra de Sabina.
Para los incrédulos, quizá sea más de lo mismo. Y sí, más de lo mismo que escuchamos todos los días, “La leyenda del suicida/y la del bala perdida/la del santo de oro….”
Él que siempre en sus canciones nos han contado su vida….aunque ahora nos diga que lo niega todo. A mí, no me ha defraudado aún. Yo también lo asumo: lo niego todo.