Hoja verde
¿Dónde está su solidaridad?
Éramos pocos y nos parió la abuela, dice el refrán que ilustra bien la situación que vivimos todos estos días en Acapulco y el país entero.
Nunca antes había visto en el puerto lo que mis ojos capturan. Y hablo del puerto, porque aquí hago mi vida mayormente, entre cortos viajes a la Costa Chica donde aún se vive la pesada normalidad que provoca el tedio como en Macondo de los Cien años de soledad.
Playas de multitudes hoy vacías, mar contaminado hoy azul, playas como basurero hoy limpias de una belleza inusitada, muestran el real rostro del puerto cubierto por décadas por el peregrinar de hordas, que como langostas, irresponsables, llamados turistas, consumen, destruyen lo que encuentran a su paso. Y empresarios voraces, a los que el asunto medio ambiental no ha sido su principal preocupación.
Y la disculpa anticipada y no completamente justificada: ellos nos traen dinero para vivir o ellos nos crean fuentes de trabajo. Y bajo esas premisas, continuó la destrucción del paraíso.
Hoteles, restaurantes, bares, tiendas que no dormían, cerrados, durmiendo el sueño de la parálisis. Taxis vacíos, autobuses con carga de deseos apagados, sin masa, sin música, transitan por la Costera, convertida desde hace días en la primera calle de la soledad.
Los trabajadores turísticos en sus casas, la mayoría con sueldos rasurados, el resto obligados a firmar cesantía involuntaria, por la insensibilidad y abuso patronal de siempre, esperan la incorporación en el inicio de una temporada vacacional que sólo es una lejana promesa.
El Acapulco de postal siempre ocultó la realidad de la explotación lacerante de sus trabajadores de salario mínimo, de sindicatos charros, que fue guardado bajo el colchón por sus autoridades corruptas con la complicidad de empresarios y de la oligarquía cevichera más dedicada al cóctel, a recoger las migajas del dinero público, de los subsidios y los negocios sucios y medios limpios.
Algo pretendían cambiar los acapulqueños cuando votaron por un cambio que proporcionara seguridad y trabajo. Cambio que aún no ha llegado.
En esas estábamos cuando nos cayó la peste y hoy, cualquier futuro es de pronóstico reservado.
¿En qué momento se jodió Acapulco? Sin analizar mucho la respuesta podríamos concluir: es responsabilidad de sus autoridades municipales que sin guardar las formas desvalijaron al puerto como si la administración pública fuera un botín ¿Y donde están los presuntos responsables? En las cámaras de representación popular y/o en espera de otra oportunidad para seguirse enriqueciendo con la cosa pública.
¿Dónde están los recursos propios, bien o mal habidos, de los políticos que contribuyan a paliar la crisis actual? ¿Dónde está su solidaridad? ¿Dónde están ellos que muestran sus sucios rostros que aparecen coyunturalmente en cada elección en los culos de los camiones? ¿Dónde están? No aparecen y ahora menos que se dice que habrá elecciones hasta 2022.
Frente a la peste y la crisis generada por ella, Acapulco de puertas cerradas como nunca lo había hecho antes, ni siquiera en los peores momentos de miedo a la narcoviolencia, tal vez por eso la prisa de la presidenta municipal Adela Román Ocampo, ahora justificada, por declarar la contingencia antes de que llegáramos a la fase 2 al vislumbrar este terrible escenario.
No por madrugar amanece más temprano, pero ya el tiempo dará o quitará la razón a la cuestionada determinación que tuvo que echarse atrás y días después echarse a caminar con el impulso del centro.
Mientras tanto, el Covid 19 marcha como un espectro con capucha y guadaña, como un segador que cosecha en tiempos de zopilotes, sin provocar tantos muertos en la ciudad, pero ya habiendo matado al puerto y teniendo muertos de hambre a miles de trabajadores.
PD: ¡Cuidado! Sigamos en casa que la muerte no tiene amigos y sí tiene permiso.