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Insensato regocijo
Los otros y nosotros
Hacía tiempo que no tomaba el teléfono para hacer llamadas que no tuvieran que ver con asuntos de trabajo. Ya saben, temas relacionados con la existencia o lo que algunos consideran de poca importancia para la vida, y que impone la loca carrera por la sobrevivencia diaria la sociedad de consumo y que, al fin y al cabo, es lo menos fundamental para ser realmente feliz.
Con la reclusión en casa, me he dado espacio para llamar a famliares y amigos que desde hace tiempo no veía o escuchaba, o con los que tenía contactos sólo a través del frío WhatsApp, que también es un medio que nos ha devuelto la distante comunicación escrita.
Pero sobre todo, el aislamiento me ha llevado a pensar más en los otros.
Creo que con los otros también ha pasado lo mismo. He recibido llamadas, he escuchado la voz de amigos y familiares que desde hacía tiempo no cruzábamos verbalmente un “hola” o un “cómo estás”.
Me han hablado, los he escuchado, les he hablado, hemos reído, hemos bromeado y he pensado que a ellos les está pasando lo mismo que a mi: el abominable encierro que provoca el llamado “quédate en casa”, nos ha permitido recordar que aparte de nosotros y nuestra aguerrida lucha por la vida existen los otros, con los que no necesariamente transamos, luchamos día a día, con puñal en boca. Están aquellos, los imprescindibles, los amigos y los familiares.
Y es que en el discurso cotidiano de la gente que se dice de izquierda, toda la construcción mental parece estar fundamentada en el otro, en el bienestar colectivo, en el primero los otros, los necesitados, los pobres y bla bla bla… Sí, en el discurso, sobre todo en la palabra de los políticos de esta tendencia, que inmediatamente que se hacen del poder reproducen todo el guión demagógico de lo que decían combatir.
Pero no voy hablar de estos farsantes que tenemos bien ubicados, que entregan despensas para asegurar su permanencia en el disfrute del dinero público. No, no hablo de estas lacras despreciables que visten de todos los colores políticos.
Estoy hablando de la gente de a pie, de la gente solidaria de verdad, de aquellos que levantan el teléfono para preguntar cómo te la estás pasando. De aquellos que dan un poco de lo que tienen para el que lo necesita y que ni siquiera lo reclama. De aquellos que dan sin condicionar. De los otros que entregan víveres sin logotipo. De los que entregan comida sin foto para el Face de por medio. Los ejemplos de los otros, los neta, los de la solidaridad verdadera, están en muchas partes, afortunadamente dando sin mirar a quien.
El confinamiento que ha cortado las piernas a mi actividad diaria, el diálogo con personas de todo tipo, de cualquier condición social como parte de mi trabajo profesional, además de soledad, reflexión, me ha arrojado a vivir las aventuras en historias vividas por otros a través de los libros.
Y me he dejado sarandear, estrujar, estremecer, por el oleaje de un mar embravecido de relatos, que me han azotado como cáscara de nuez en las profundas aguas de la imaginación desbordada de los autores que impactan mi fantasía.
Meter los ojos en las letras, sin la prisa que impone el trabajo diario de la lectura y escritura instantánea, ha cancelado la exposición frecuente a las expresiones de amargura política de los perdedores que, lastimados en su ventajoso modo de vida anterior, utilizan las “benditas redes sociales” para descalificar, pretendiendo ocultar el fondo de sus afirmaciones, sin pensar que su malestar social es comprensible, pero no justificable por todos los lectores.
Lo que resulta aún más patético ante la situación social que ha provocado el virus SARS-CoV 2, que ha descobijado al sistema de salud público construido por los gobiernos de la pos Revolución y en los que imperó el abuso y la corrupción.
Difícil alejarse de la realidad. Pero vuelvo a lo otro y a los otros. Y en busca de ello me encontré, uno de muchos títulos que me recomendó, es más, me seleccionó mi amigo Paco Ignacio Taibo II, en un breve recorrido por las dos o cuatro mesas de textos que hubo en la pasada Feria del Libro Popular en Acapulco.
Dos, sólo dos historias que hablan de la pobreza que han generado los dos sistemas sociales y políticos que ha construido el hombre en busca del progreso. Los dos miserables, egoístas e infrahumanos: el capitalismo y el socialismo. Dos historias, de dos autores que recibieron el Premio Nobel. Dos escritores del mundo bipolar y de la guerra fría, uno gringo y otro ruso: John Steibeck y Alexander Solschenitzin, Las uvas de la ira (llevada al cine, por John Ford ) y El primer círculo. Se los recomiendo para pensar en los otros y en nosotros.