Corrupción neoliberal
“Pura paja”
En la historia de la vida política de Acapulco van a quedar grabadas las lacónicas palabras de la presidenta municipal de Acapulco entrante Abelina López Rodríguez (ALR) espetadas a la saliente Adela Román Ocampo (ARO) para expresar su inconformidad con el proceso de entrega recepción que concluyó el pasado miércoles.
“Me entregas pura paja” espetó fuera de protocolo ALR como expresión de inconformidad al recibir el contenido informativo de un gobierno que traicionó la esperanza de un pueblo que busca una transformación social de las anquilosadas estructuras de un régimen del pasado que se cae a pedazos.
“Paja” tiene varias acepciones en Iberoamérica, a la que se refería Abelina es al sinónimo de esquilmo, un sub producto agrícola, el residuo de las cosechas de trigo, avena, cebada y otros granos.
Que en forma coloquial sería basura, algo ligero, una insoportable levedad, un engaño, una tomadura de pelo, una mala jugada, una zancadilla, una acción vil proveniente no de la oposición política sino de una compañera de su partido.
En la lengua madre también “es una forma grosera de referirse a la masturbación y a quien la practica”. Una chairada pues, dirían los enemigos de la 4T.
Por eso suena ofensivo que ARO afirme que ella y Abelina López Rodríguez, una acapulqueña nacida en la Costa Chica de Oaxaca, tienen el mismo origen político, que quiso decir es el movimiento fundado por Andrés Manuel López Obrador.
¡Falso! Quien a partir de hoy será la alcaldesa de Acapulco viene de abajo y de la lucha social con los excluidos por los que controlan el juego del calamar en Acapulco y en el estado de Guerrero.
Mientras, Adela Román Ocampo y sus hermanos, hijos de un luchador social, viene de la comodidad que le dio la herencia y el apellido que construyó su padre, un comunista guerrerense, que acomodó a su prole en el usufructo de su lucha contra el estado.
No es lo mismo Abelina que Adela y su origen es distinto, la segunda viene de la clase media privilegiada que creció políticamente protegida por el PRI gobierno, que la hizo jueza, magistrada. Preguntas fáciles de responder ¿qué se requiere en Guerrero para ingresar al Poder Judicial? ¿Qué calidad ética y moral tienen los jueces y magistrados en la entidad? Los hace el poder, para servir al poder y servirse de él.
Lo que esperan los acapulqueños que votaron por Morena es caminar hacia lo prometido por el partido de AMLO y lo que menos esperan es que Abelina se convierta en el clon de Adela y que repita la misma receta que aplicó su predecesora: nepotismo, corrupción, demagogia y falta de servicios.
Son muchas las expectativas que tiene la gente sobre el gobierno que hará Abelina porque la conocen y saben su origen.
Parafraseando un tema musical popular podría decirse que Abelina es “la hija de nadie”, la “hija del pueblo”, un claro ejemplo de la cultura del esfuerzo que ojalá le sirva para hacer el primer gobierno de la 4T en Acapulco que ARO nos quedó debiendo por sus compromisos adquiridos, voluntaria e involuntariamente, por su origen político, con el PRI, que quedó demostrado con la primera acción de su gobierno: asistir acompañada por Maricela Ruiz Massieu a saludar al gobernador Héctor Astudillo.
Por eso considero más que ofensivo que ARO, con todo lo que hizo y deshizo en Acapulco, se siga diciendo parte de la 4T. Es más Morena Guerrero, si aún le queda calidad moral y política, debería convocar a un análisis sobre el periodo en que fungió como presidenta. Y también juzgar a otras administraciones municipales morenistas de Costa Chica, tan corruptas como cualquier otra, ya sea del PRI o del PRD.
Creo que ya le vendría bien al estado de Guerrero realizar un juicio político a cualquiera de sus exgobernantes. Juzgarlos, castigarlos o premiarlos en su paso por la función pública.
La esperanza vuelve a crecer. Ojalá que los nuevos gobiernos de la 4T en la entidad no sean otra decepción como los que se van: convertidos en políticos ricos en un pueblo cada vez más pobre.
Y ojalá que los guerrerenses en busca de la honestidad y la democracia nos libremos de esa maldición que condenó al mítico Sísifo ─empujar cuesta arriba por una montaña una piedra que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo, repitiéndose una y otra vez el frustrante y absurdo proceso─ y que ya parece una malévola costumbre que vivimos cada tres o cada seis años gracias a nuestra corrupta clase política.