Lo que vale para uno vale para otro
¡Arde Baby!
El periódico de ayer en primera plana dice y lo vuelve a decir hoy como noticia secundaria, que un incendio provocado en un templo donde se oficiaba el culto a la discriminación, al racismo, y en la que la alta sociedad organizada, ricos y famosos región cuatro, los whitexicans, y su variante local, la oligarquía cevichera, hizo cenizas a la disco acapulqueña conocida como Baby’O.
Los actores en los medios de comunicación tan proclives al drama, periodistas, cantantes sin futuro trascendente en la música, han hecho del incidente una telenovela como si hubiera triunfado un golpe de Estado en la luna o que “a piscis y acuario les toca el vinagre y la hiel”. Pero no, los diarios no hablaban de la realidad real, como si no hubiera noticias más desgarradoras en el estado de Guerrero que en automático ocuparían las ocho columnas o las primeras planas.
Mientras las llamas del fuego terminan con alfombras pisadas por el dinero, en altamar tenemos a algunos pescadores desaparecidos, el drama de los damnificados del temblor en pueblos y colonias populares, los escándalos de corrupción en la clase gobernante, desplazados en zonas controladas por el narcotráfico en complicidad con autoridades y un largo etcétera.
“¡Arde el Baby!”. Como si ese centro de diversión, ese antro de vicio, como se les decía antes de que “antro” se hiciera una palabra decente, estos lugares, zonas de placer exclusivo, momentáneo y con protección para los adinerados, fuera la última línea blanca que esnifar en el conglomerado de espacios ad hoc, que pueblan la noche en Acapulco.
El dolor de los amanuenses, de las voces autorizadas, de los especialistas en frivolidad, es mayúsculo, como si en el puerto faltaran cantinas, como sí faltan escuelas de calidad, universidades y hospitales públicos.
Pero eso no es noticia, dicen ellos en sus medios, y lloran como plañideras ante la extinción del zafio lugar bañado por luces estroboscópicas, del termal infierno combatido con el polar aire acondicionado, para deleite de los cuerpos cazados por la cámara de los que buscan eternizar las “emociones únicas”.
Y nos convocan a la nostalgia, a su nostalgia anticuada, a la añoranza conservadora, a la morriña setentera, a la melancolía de la vida acaramelada de una generación que no luchó por derechos civiles, ni contra la guerra de Vietnam, que tuvo su 68 en la comodidad del palco en primera fila del Estadio Olímpico y bebió champán en “El Baby”, mientras escuchaba a Dionne Warwick cantar ¿Do you know the way to San José? Y no se dieron tiempo para ver la bengala que antecedió a la estruendosa metralla.
Y de ahí pa’l real, el lugar de diversión de los hijos de papi: del hijo del ciudadano Presidente, del hijo del señor gobernador en turno, del junior heredero del negocio televisivo… Y toda la industria de los medios del corazón a su servicio, para vendernos su American way of life.
Eso en el origen. Ahora en tiempos de Facebook y WhatsApp, los mismos, sus herederos, los que acuden con menor frecuencia al Baby, los escándalos de los millonarios sacadólares y evasores de impuestos parcos a abandonar sus paraísos fiscales, los que desde sus mansiones ven pasar las filas de asalariados cautivos del SAT. Desde allí levantan sus copas de champán.
Mientras, en la Costera, en los autobuses Base-Rena, los pobres, los obreros, como zombis parlantes metidos en sus celulares. Y si el bus lo quema la maña o incineran una disco, ya lo verán en el Facebook.
La clase media jodida en su carrito, en sus sueños, en sus aspiraciones, enajenados por la ideología de los poderosos, por las campañas de manipulación de los mass media, los que siempre han caminado cuesta arriba, no les queda más que ver de lejos la casa de las letras de barro y que su puerta de entrada es una O. ¡Qué más da, se quemó el Baby’O!
Y a los trabajadores que no les interesa el incendio de nada, sólo lamentan la determinación que busca proteger su salud y la de los consumidores de basura alimenticia legal: la salida del mercado de las sopas instantáneas. “Maruchans”, le dicen sus fieles en las tienditas… Y los medios siguen en la melancólica proclama: ¡Ay! ¡Ay! ¡Se quemó el Baby’O!
Y ahora, ¿quién podrá ayudarlos? ¿Quién a quién?