Hoja verde
Sobre la batalla de Culiacán
Más allá de la derrota infligida al Estado mexicano por el narco, estratégica y militarmente, en la batalla de Culiacán que demostró una vez más su alta capacidad de fuego y de violencia irracional, los hechos nos demuestran que este negocio sustentado en la ilegalidad de acuerdo con las actuales leyes y su “deslumbrante” cultura llegó para quedarse.
Y esta hidra, como es bien sabido, no fue engendrada hace un año, lleva décadas protegida por la sociedad política del Estado mexicano, a través de sus dirigentes y aparatos represivos, militares, policías y jueces. Las grandes fortunas generadas por esta economía informal, infraestructura del aparato del Estado, fue creada y sostenida con la complicidad de la clase política que nos gobernó y gobierna desde la tricolor dictablanda y sus socios.
Poco a poco la ideología de la corrupción y el narco doblegó las más reacias estructuras morales, incluso las religiosas y familiares. Y pasó a ser amantada por los aparatos ideológicos del Estado, con su trabajo sistemático, día a día, por los medios de comunicación, de las instituciones religiosas y sus narcolimosnas, la familia y hasta la escuela, hasta construir en este gran andamiaje social y cultural que parece indicar que el narco somos todos.
¡La Virgen de Guadalupe nos libre bajo su manto!, implora y convoca la beata a la multitud que se protege de las balas con la estantería del supermercado. Su plegaria se pierde ante el miedo de los otros y la urgencia de reportar en vivo los hechos que les otorgue los quince minutos de fama mediática.
Por ello, la decisión del presidente de la República Andrés Manuel López Obrador fue humana y pertinente: salvar vida de la gente y posponer la captura del delincuente. La detención de un delincuente no es más importante que la de los ciudadanos.
Ya sé que hay miles, tal vez millones que piensan lo contrario y muchos de ellos ni siquiera quieren la cabeza de Ovidio Guzmán y de la hidra, sino la del Ejecutivo Federal.
Pero son muchos más, ya lo dirán las encuestas, millones los que apoyan la decisión de AMLO, aún así se cuestione al errático operativo que se montó para atrapar al delincuente y su respuesta violenta, desproporcionada, irracional de un grupo paramilitar que ante los ojos de México y el mundo firmó su acta de defunción moral.
Y de nuevo vimos entrar en escena a la derecha mediática, a ocupar los vacíos que dejó la comunicación oficial para incendiar las redes, para condenar al gobierno de la 4T y exaltar a sus próceres del pasado.
Incluso, a clamar el regreso de Enrique Peña Nieto y sus 40 ladrones, o de Vicente Fox y sus amigos e hijos. Colocar en la palestra de la exaltación la obra y gobierno de Felipe Calderón, que tiene el copyright de la guerra contra el narco, pasando por alto que lo que ocurría en ese momento era la continuación de lo que creó el panismo en el poder y que las imágenes de Culiacán no se podían dejar de explicar sin la didáctica de la guerra creada por el ex presidente. Olvidando que Felipe de Jesús Calderón Hinojosa ya fue condenado por la historia.
Lo ocurrido en las redes horas después del pasado el jueves de la batalla perdida por el gobierno federal en Culiacán, demuestra que la ideología es tan “real” como un espejo que solo refleja lo que ve.
Y que la derecha exige mano dura, sangre, enarbolando el Estado de derecho que torció cuando gobernó. Aplicar el método que ya demostró no funciona y que no se puede apagar el fuego tirándole gasolina, como podíamos constatar en las imágenes en directo que subían a las redes los ciudadanos. Pero, ¿qué se puede esperar?.
Sobre toda lógica “ilógica” del ejercicio del poder, más vale la población civil, ante todo, que un delincuente. Un despreciable delincuente, desde el carterista hasta el de cuello blanco es un delincuente y debe ser perseguído por la ley.
Pero el conservadurismo hace diferencias, es su concepción de la legalidad, a su modo y provecho, y del llamado Estado de derecho. A unos los quiere en la cárcel, terminarlos a sangre y fuego, pero a otros los exalta y convive con ellos.
Hay muchos delincuentes y no están en la cárcel. Convivimos con ellos, estamos rodeados por ellos, son el centro de la admiración social, modelos a seguir, según la misma ideología derechista.
Los actores de la vida social se retratan con sus riquezas mal habidas, son la atención de los medios de comunicación, son los “Don” o “Doña”, los benefactores en nuestras iglesias, los que buscan cargos públicos, los dueños de todo… esos son los delincuentes que el Estado y la sociedad deben de combatir in situ, el primero con sus leyes, y el segundo, con el desprecio, el señalamiento y el aislamiento social. No es ni debe ser bien visto ser delincuente.
Aplicar la ley no solo es combatir con balas violentando los derechos humanos. Esa historia ya se conoce en Guerrero: la guerra sucia en los setenta, donde la derecha local tuvo sus Rambos justicieros. Pero no se combate la ilegalidad con ilegalidad.
Y la pía sociedad, católica, cristiana, hizo a sus Rambos compadres, se retrataba con ellos, les entregaba a sus hijas, asistían a cocteles de beneficencia acompañados por ellos, tenían a su prensa que llamaba a la paz, la tranquilidad, a garantizar la inversión y los valores, pero de la Bolsa. Se vuelve a repetir la historia pero ahora en tono de farsa. ¡Jajajaja!
PD. Y… para no olvidar: otro cadáver que está en la morgue y en la lista de bajas en la batalla de Culiacán, es el de los medios de comunicación. El llamado periodismo ciudadano mató a las estrellas de radio y televisión.