Teléfono rojo
Encuentro cercano con la inseguridad
Cuando la cotidianidad te hace formar parte de las estadísticas, de los daños colaterales y de todos esos conceptos técnicos con lo que los especialista explican la pinche realidad en que sobrevivimos: Apenas el domingo pasado circulaba por el área de alimentos del semiabandonado centro comercial Chedraui de la calzada Pie de la Cuesta, cuando sentí el miedo que manifiestan tres de cada cuatro ciudadanos acapulqueños sobre la inseguridad y que indica muy bien la encuesta del pasado junio del INEGI.
Informal, de bermudas, sandalias de pie de gallo, pull over, gorra y la convencional bolsa de piel donde llevo regularmente mis objetos de trabajo y personales. Un día de descanso, en el que te quitas de encima el exceso de ropa y sales a caminar semidesnudo en los refrigerados malls sin comprar nada más que el pretexto de huir del sol y del calor, como lo hacemos los porteños cuando andamos de hueva, sin oficio ni beneficio. Nuestro sacrosanto derecho a la pereza.
Al tomar las escaleras eléctricas rumbo al estacionamiento, siento, dijeran en Huazolo, mi pueblo “una sombra pesada” en mi espalda que con cierto frío en el cuerpo me hizo volver discretamente la mirada que se encontró con dos brazas que me quemaron y prendieron los avisos de peligro.
Justo cuando la banda de desplazamiento de la escalera ya me había arrojado al piso, el desconocido se empareja e inicia un violento interrogatorio hacia mi persona.
Él, también vestido de manera informal, con la mano sobre su bolsa barata de vinilo, imitación piel, inició la aplicación de un cuestionario que se me hace parte de su trabajo rutinario en ese lugar: qué haces aquí, a qué te dedicas, a quién esperas, qué traes en la bolsa. Todo en un tono amenazante pero en sordina.
La primera reacción fue mandarlo a chingar a su madre, pero el instinto de conservación me dijo: “cuidado, peligro”. Luego, la respuesta: “Soy periodista”, y de inmediato la pregunta “¿y qué notas escribes?”.
Evidentemente no era un policía, sino otro tipo de mando que trabaja en ese lugar, y no precisamente al servicio del centro comercial, y que ven en los ciudadanos comunes y corrientes una competencia a sus negocios ilegales pero semi tolerados. Digo lo anterior, porque yo supongo que en ese lugar público, cada vez más solo, sus estacionamientos oscuros y vacíos, debe haber cámaras que graben lo que ocurre ahí.
Al comentar la anécdota con un amigo que vive por esa zona me advirtió del peligro de andar por ahí donde, afirma, hay levantones, secuestros, extorsiones, venta de drogas, cobradores de cuotas. Quién sabe con quién tuve el infortunio de encontrarme ese día, pero una sensación de miedo me invadió y me advirtió del peligro que hizo que me alejara inmediatamente de ahí.
Quién sabe cuántos acapulqueños y turistas han tenido la misma experiencia.
La anécdota ilustra bien los resultados de la Encuesta Nacional de Seguridad Publica Urbana (ENSU) levantada el pasado junio y que arroja datos preocupantes sobre las ciudades más importantes del estado, Chilpancingo, Acapulco e Ixtapa- Zihuatanejo, en donde sus habitantes, según la ENSU, perciben que la inseguridad de la ciudadanía ha llegado a récords históricos desde que en 2013 se inició la aplicación de este instrumento.
Entre las tres ciudades del país con los peores valores de inseguridad se encuentra Chilpancingo, donde el 94.1 por ciento de ciudadanos manifiestan sentirse inseguros.
En esta estadística, aunque en niveles un poco más bajos, se encuentran Ixtapa-Zihuatanejo y Acapulco, donde entre el 80.2 y 84.8 por ciento de sus habitantes expresan sentirse inseguros.
Los paisanos encuestados, en iguales porcentajes, perciben que las autoridades de seguridad pública del gobierno del estado y municipal son poco eficientes y corruptas, por lo que las condiciones de inseguridad continuarán igual “de mal o que incluso empeorarán “.
La percepción de inseguridad ha ido en aumento y ha alcanzado un récord histórico en estas tres ciudades de Guerrero. Mientras que el instrumento aplicado en septiembre de 2013 arrojó que el 68 por ciento de la ciudadanía dijo sentirse insegura, en junio de 2017 el indicador fue de casi trece puntos más, es decir, 74. 9 por ciento.
Los resultados de esta encuesta pueden confirmarse a partir de la experiencia personal que hemos tenido los habitantes de estas tres ciudades o de las vivencias, testimonios desagradables que han vivido nuestros amigos, vecinos y familiares.
¿Hasta cuándo terminarán estas acciones violentas, que no son más que la expresión de una sociedad enferma, enajenada, que adora el poder y al Becerro de Oro?