Agenda turística/Nicolás Castillo Díaz

Llamado a la revolución turística parte 1

Nuestro estado lleva por nombre el del prócer máximo de la nación: Don Vicente Guerrero Saldaña, consumador de la Independencia nacional y consumador también del sueño inicial de Miguel Hidalgo, al decretar posteriormente, ya como presidente de la república, la abolición de la esclavitud en México. Vicente, haciendo honor a su apellido, fue un auténtico guerrero en las indomables montañas surianas; incansable luchador que derrotó a todas las adversidades y penalidades que sufrió junto con los paisanos que lo siguieron bajo las inclemencias de las fuerzas de la naturaleza. El carácter y personalidad revolucionaria de ese hijo del pueblo, defensor de los oprimidos del campo, bien podría ser nuestro ejemplo a seguir: modesto arriero que con singular valor, visión y determinación, logró escalar hasta el más alto nivel político de la nación, como presidente de la república que él mismo creó al otorgarle su independencia.

Guerrero y el turismo tienen diversas y muy venturosas similitudes. Nuestra agreste entidad suriana, en virtud de su invaluable patrimonio histórico, cultural y de bellezas naturales, es el estado con mayor vocación turística del país; Vicente Guerrero como ya dijimos, es el máximo héroe nacional. Otra afortunada y extraña semejanza entre Guerrero y el turismo es el día elegido para la celebración del fin del proceso de nuestra independencia lograda por Don Vicente Guerrero, el 27 de septiembre, misma fecha en que se celebra internacionalmente el día del turismo.

Para nosotros, el 27 de septiembre por esos dos inconmensurables  sucesos, tendría que ser el día más importante de todas las festividades a lo largo del año. Bueno, hasta eso tienen en común Guerrero y el Turismo: nuestro desdén aplica en la misma intensidad para ambos acontecimientos. Hacemos si acaso, eventos tan improvisados como intrascendentes sólo para cumplir con el compromiso, cambiando inclusive las fechas si es necesario, para acomodarlas a la agenda del gobernante, lo cual es más importante que Guerrero y el turismo ¡por supuesto!

¿Y porqué entonces nos preguntamos sobre las razones de nuestro subdesarrollo turístico, si ni siquiera nos importa rendirle algún tributo al héroe que nos dio patria y tampoco a la actividad que nos da de comer? Cuando pudimos sólo disfrutamos, sin haber hecho nada por llegar ahí, montándonos en la afortunada posición de privilegio que alcanzó Acapulco como destino de clase mundial, por donde los dólares entraban a México, hasta hace unos veinte años. Taxco también logró un sitio de honor por su gran belleza y por el posicionamiento que le dio Spratling como la sede de los mejores artesanos plateros. En esos tiempos también ¿por qué no? vimos el éxito con el mismo desdén e hicimos todo por matar la gallina de los huevos de oro, o como dirían los melómanos siguiendo al pie de la letra la canción del Potrillo “Me dediqué a perderte” ¡hasta que lo logramos!

El subdesarrollo es una etapa por la que se atraviesa dentro del proceso en la ruta para alcanzar los niveles de progreso, misma que puede llegar a no superarse nunca por múltiples factores. La mentalidad subdesarrollada es lo que en definitiva impedirá el progreso por la adopción del conformismo, como se ve que ha sido nuestro caso ya sea en tiempos malos o aún en nuestros mejores momentos.

El subdesarrollo turístico tiene relación directa con nuestros bajos niveles de educación y altos niveles de pobreza, corrupción e impunidad; alta improvisación y ausencia de profesionalismo, que resta ánimos a los espíritus emprendedores. Pero además, no sólo se ha mostrado en la clase política y gobernante sino también en la empresarial, por ejemplo con el pésimo manejo del impuesto al hospedaje y en el sector social, particularmente con la actuación de algunos líderes sindicales. El dinero que puede y debe utilizarse en infraestructura para mejorar el destino; para capacitar y elevar la calidad del servicio, así como para una mayor promoción turística, ha sido desviado y se han pulverizado los intentos para recuperar el desarrollo y el liderazgo turístico. La irresponsabilidad en su conducción y la escasa solidaridad que se promueve con el sector, nos hace vulnerables frente al poder central que cede con mayor facilidad ante grupos mejor organizados de otros destinos, a quienes en consecuencia terminan canalizando mayores recursos que a nosotros.

Una práctica constante que refleja nuestro complejo de inferioridad y actitud discriminatoria, es la falta de confianza que le otorgamos a nuestros cuadros profesionales al no darles la oportunidad en la conducción de la política turística, aceptando en cambio, como pago de compromisos políticos, a supuestos expertos de cualquier otro lugar, o simplemente simpáticos protagónicos a quienes los asociamos con antecedentes y actuaciones dizque sobresalientes para justificar su improvisación como funcionarios del más alto nivel en el sector turismo. Los resultados han sido siempre totalmente desastrosos: terminamos en el mejor de los casos,  perdiendo eficientes ejecutivos o funcionarios buenos para otras áreas, convertidos en pésimos servidores públicos turísticos que después de algún tiempo son despedidos, a veces con jugosas liquidaciones y nos dejan con el consiguiente atraso y mayor subdesarrollo sectorial.

Continuará…